Manuel Leyes, la fidelidad a la vocación
Por su afición al deporte e influido por uno de sus maestros, José Cañadell, Manuel Leyes se especializó en Traumatología
Entre sus pacientes se cuentan desde deportistas como Javier Fernández o Alberto Contador hasta músicos como Ara Malikian
“Ser médico significa que te guste la gente, tener interés en ayudar a tus pacientes, preocuparte por ellos", apunta Leyes
La vocación se transmite en voz alta y a veces en forma de susurro. Es también el cantar de la memoria, de los ejercicios de la profesión, de la experiencia vivida, de los secretos. La vocación es el afán de un destino, el descubrimiento de un horizonte para que no caduquen las oportunidades ni el olfato de los sueños.
Manuel Leyes nació en Ourense a finales de los sesenta y desde niño supo que iba a ser médico, que iba a continuar caminando por el puente que habían construido su padre, su abuelo y su bisabuelo. Los Leyes Vence son una familia entregada a la salud: la madre de Manuel es farmacéutica y con sus hermanos conforman un reparto vocacional al cincuenta por ciento, la mitad se dedican a la farmacia y él y su hermana a la medicina. Un prodigio de encaje.
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Sus padres querían que hablara bien inglés y que fuese un buen médico. Y así aterrizó a comienzos de los ochenta en Dublín para terminar el bachillerato, y un año después llegaba a Pamplona, donde ya su hermano estudiaba Farmacia, para iniciar sus estudios de Medicina. Allí, cursando la residencia, conoció a Mar Carreño y decidieron casarse y emprender juntos una singladura de vida que dura hasta hoy.
En el arranque de nuestra conversación le pregunto por qué se ha especializado en Traumatología: “Siempre me gustó mucho el deporte y durante un tiempo barajé la posibilidad de especializarme en Cardiología, pero después de un tiempo en Miami y también gracias a la influencia de uno mis maestros, un médico eminente, José Cañadell, me incliné por la Traumatología”. Toda decisión necesita su reposo.
Estados Unidos
Viajar es otra de sus pasiones. Manuel es un viajero infatigable; se fue a Estados Unidos para visitar unos cuantos hospitales y encontrar el adecuado para quedarse. En ninguno encontraba una relación directa con el deporte hasta que llegó al de Cleveland (Ohio), que recientemente ha sido elegido el segundo mejor hospital del mundo. La ciudad tiene tres equipos en la élite de sus disciplinas deportivas: los Cavaliers en la NBA, los Browns en la NFL y los Indians en la liga de béisbol; además de un profundo entronque con el deporte universitario y escolar. “Tuve mucha suerte -responde Manuel-. Me eligieron y me dieron una oportunidad. Me quedé en Cleveland durante dos años y medio y pude desarrollar mi especialidad muy pegada a la disciplina deportiva”.
La siguiente pregunta es inevitable: ¿Por qué te decidiste a volver? “No fue fácil. Lo meditamos mucho. Echábamos de menos España. Como sabes, Mar tiene un trabajo muy duro, muy duro, es epileptóloga (en la actualidad trabaja en el Clínic en Barcelona y es presidenta de la Sociedad Española de Epilepsia). Nos costó encontrar trabajo y al final lo conseguimos: yo en A Coruña y ella en Madrid”. Cada decisión que tomamos nos da una oportunidad para experimentar, aprender y forjar cada paso.
¿Y cómo llegaste definitivamente a Madrid? “Fue hace casi veinte años. Nos habíamos quedado embarazados (de su única hija, una chica eminente: Paula Leyes, de la que ya hablamos en NIUS), y me vine corriendo. Pedro Guillén me acogió en el equipo de la Clínica Cemtro, que estaba también muy vinculada al deporte. Pedro ha sido un gran maestro, un trabajador incansable y pionero en la traumatología deportiva. Le estoy profundamente agradecido”. “Mi trabajo en la clínica Cemtro -prosigue Leyes- lo simultaneaba con otro en una clínica de Fremap y llegué a trabajar de 8 de la mañana a 3 de la madrugada”.
“Un tiempo más tarde, hace unos diez años, me planteé la necesidad de crecer, crear mi propio equipo. Me asocié con mi compañero César Flores y fuimos también incorporando a profesionales de mucho talento muy vinculados al deporte, que lo conocen bien desde dentro. Esa es la clave, tener capacidad para captar talento, rodearte de los mejores”. El tiempo y su buen quehacer han hecho de ellos los portadores de un cofre de éxitos y un de gran prestigio médico. Su trabajo alumbra un camino jalonado de proezas que rozan el milagro.
Los amigos
Conocí a Manuel a través de otro amigo gallego, Antón Lamazares, el pintor del lirismo místico y los sentimientos. Juntos hicimos del Restaurante Lúa una extensión galaica del afecto y progresamos en la amistad. Llamo a Antón y le pillo, cómo no, trabajando en su taller madrileño. Responde proactivo a mi demanda sobre Leyes: “Profesionalmente es de una capacidad intangible y atesora una cualidad que solo tienen los grandes: la bondad. Su dedicación al trabajo es superior y roza la excelencia. Como paciente percibes de él una gran confianza, una enorme empatía con tu dolencia, enseguida te das cuenta que estás frente a un humanista. Tiene un gran espíritu idealista, eso sin duda lo trae de Ourense. Lidera un equipo maravilloso”.
Engrasando la cadena de amistades, un día vino Juan Pedro Valentín, mi director en NIUS, a pedirme un consejo médico por una lesión de rodilla. No lo dudé, le recomendé a Manuel Leyes y a partir de ahí también ellos han progresado en la confianza y el afecto. Acudo a Juan Pedro y le pido que me lo cuente: “El doctor Leyes me dijo: 'Hombre, Juan Pedro, tú cada vez que vienes es por algo serio'. Pues sí, no es que no me guste frecuentar a Manuel Leyes. Todo lo contrario. En cada visita uno sale aprendido como para desempeñar la especialidad de traumatología entre familiares y amigos. Su conversación siempre es amigable y amena y sólo te pesa el estar robándole tiempo a los demás pacientes, que son muchos. Pero el caso es que si me ve entrar por la puerta él sabe que no es poca cosa. Un hombro con labrum anterior, posterior e inserción del bíceps rotos y una rodilla con rotura de los ligamentos interno y cruzados y rotura de los alerones de la rótula lo avalan. Las dos articulaciones pasaron por sus manos y si tuvieran labios, besarían por donde pasa. Los médicos no pueden recordar a todos sus pacientes, pero los pacientes nunca olvidamos a nuestros médicos. Eterna gratitud”.
Leyes y los deportistas
En julio de 2014, Alberto Contador hubo de abandonar el Tour de Francia al sufrir una fractura de tibia. Pocas semanas después comenzaba la Vuelta Ciclista a España y su participación se hacía imposible. Fue Emilio Butragueño quien le recomendó acudir a la consulta de Leyes. La recuperación del ciclista fue asombrosa: “Nunca vi nada igual -dice el médico-. La genética, la determinación y la capacidad de sufrimiento de Alberto le llevaron al triunfo”. Contador comenzó la Vuelta el 23 de agosto y se proclamó vencedor en Santiago en septiembre. “Tras las sombras de la duda ya plateadas, ya sombrías, puede bien surgir el triunfo, no el fracaso que temías”, escribió Rudyard Kipling.
El patinador Javier Fernández es otro ejemplo de constancia y sacrificio. En el año 2016 Manuel Leyes le intervino una lesión de pubis que venía arrastrando. Era un año complicado para el deportista internacional porque había de disputar los campeonatos de Europa y del Mundo. Ganó la medalla de oro en ambas competiciones.
Un par de años más tarde, esta vez era un músico, el violinista Ara Malikian, quien acudía a la consulta por una lesión de hombro, tras accidentarse en una caída bajando las escaleras de un avión en Costa Rica. Su paso por el quirófano le alejó un par de meses de su actividad y dijo entonces: “Gracias al Dr. Leyes por devolverme mi hombro, eternamente agradecido. Deseando volver pronto a los escenarios para dedicarle el concierto”.
Pero uno de los casos más curiosos es el del veterano montañero Carlos Soria, a quien Manuel le colocó una prótesis de rodilla con casi ochenta años. “Carlos llegó con la rodilla muy dañada y lo primero que me preguntó es si iba a poder seguir subiendo ochomiles. Jamás nadie me había hecho tal pregunta y le respondí que no lo sabía, pero él, extraordinario, un ejemplo de tesón, de tenacidad y pundonor, de un enorme amor propio, no dudó en responderme que había sido el primero en muchas cosas y que estaba dispuesto a arriesgarse y probar a seguir siéndolo. Soria es un tipo especial”. Y tanto, con 80 años escaló al Pico Lenin, más de 7.000 metros, y en la primavera de este año se quedó a poco más de cien metros de coronar el Daulaghiri, solo se lo impidió el mal tiempo.
Soria y Leyes son amigos y tienen proyectado ir juntos al Everest, el médico quiere acompañarle hasta el campamento base. El tiempo lo dirá. Llamo a Carlos y le hablo de mi conversación con Manuel, le propongo que se incorpore y me propone hacerlo de manera muy original, mediante la escritura de una carta. Es ésta:
Mi querido amigo Manuel:
Con qué gratitud y con qué cariño te recordamos mi rodilla y yo cada vez que subimos y bajamos alguna montaña, sea grande o pequeña, recordamos la entrevista antes de la operación, con tus claras y amables explicaciones, las visitas en el postoperatorio, también tu compañía en algunos entrenamientos en la montaña, donde prestabas más atención a mi rodilla que al paisaje.
El pasado verano fue muy emocionante cuando te llamé desde Kirguistán para contarte la escalada que habíamos conseguido tu prótesis y yo, al Pico Lenin de 7.140 metros y compartir esa gran alegría.
Esta pandemia nos ha impedido el estupendo proyecto que teníamos en el Himalaya, recorrer el Valle del Kumbu hasta el Campamento base del Everest, pero Esta pandemia nos ha impedido el estupendo proyecto que teníamos en el Himalayaqueda pendiente para la próxima primavera
Un fuertísimo abrazo QUERIDO AMIGO.
“No te rindas que la vida es eso, continuar el viaje, perseguir tus sueños, destrabar el tiempo”, escribió un día Mario Benedetti.
Galicia y el vino
Nuestra conversación prosigue hablando de su profesión. “Ser médico significa que te guste la gente, tener interés en ayudar a tus pacientes, preocuparte por ellos. Un buen médico debe ser como un buen jugador de equipo, que le guste su trabajo y tenga paciencia para dar las explicaciones oportunas, necesarias, que ayuden al paciente a tomar sus decisiones”, me cuenta con su tono calmado, con su evidente humildad.
Cambio de tercio y saco a pasear a nuestra tierra, Galicia, por la que ambos profesamos un sentido vertical de la lealtad. “Para mí la tierra es mi familia, donde están mis seres queridos, es mi origen, mis raíces, el contacto con todo lo mío; es el lugar donde encuentro mucha paz y descanso. Me gustaría terminar viviendo allí si algún día decido jubilarme”.
En Galicia, mirando el mare tranquilitatis de la Ría de Arousa desde la Illa de A Toxa, probamos el vino que hoy descorchamos: Louro 2019, un blanco espectacular de la bodega de Rafael Palacios en Valdeorras (Ourense).
Rafa pertenece a una dinastía riojana, de Alfaro, y cuando terminaba el siglo XX decidió reubicar su vida, establecerse en Galicia. Se enamoró de la altitud, de los suelos muy minerales, de la electricidad del granito. Le llamo, va conduciendo. Se para. Me atiende. Le pido un apunte sobre esta añada de su vino y se entusiasma en su discurso: “El 2019 se caracterizó por un invierno seco con temperaturas templadas. El mes de abril vino con precipitaciones abundantes y bastante frío, lo que retrasó la brotación y los primeros estadios fenológicos. Esta brotación tardía junto a un verano templado con muchas horas menos de sol de lo habitual retrasó bastante el inicio de la maduración, decalando la vendimia hasta casi dos meses de lo que es habitual en los últimos años, algo similar a lo sucedido en 2016. Una maduración lenta, con días muy cortos de sol y noches muy frías, ha sido determinante para producir vinos frescos pero maduros y con buena acidez y complejidad. Puedo afirmar que la añada 2019 es considerada como una de las excepcionales, con esa tensión y nervio, que nos advierte de su buena capacidad de guarda”.
Louro es un vino elaborado en viñedos propios con una edad media de 25 años, en el municipio de O Bolo, a más de 600 metros de altitud. Un vino que perfila su terroir, la expresión del microclima de la zona. Es limpio, elegante, de color pajizo, intenso de aromas: hinojo, tojo, flor de castaño, humedad de roca. En boca es fresco, graso, voluptuoso, frutal. Un gran vino que promete hermosos días de futuro.
La conversación con Manuel se termina rodando por los tiempos que nos asedian, sus incertidumbres, los temores, de cómo han cambiado nuestras vidas. Hay quien ha dicho que el porvenir es por ahora. También Séneca nos enseñó que “la adversidad es una ocasión para la virtud”. Palabra de vino.