Allá va un centenario, ¡quién lo diría! El tiempo ha ido cayendo al bies como un soplo, a la manera del tango de Gardel. Cien años hechos de briznas de vida, que han ido decretando sus rutinas y exigencias, de una memoria paulatina, depositada en ese régimen ordenado de los viñedos y de la tierra.
El encuentro con mis invitados de hoy tiene lugar en el cálido interior de un hotel madrileño al que han venido a presentar los actos que conmemorarán este aniversario que en realidad se cumplió el año pasado pero que por las diversas situaciones que hemos ido atravesando se pospone a éste que ahora empieza.
Joan Juvé aparece como es: sabio, socarrón, generoso, hombre muy vivido, de una inteligencia natural prodigiosa; un magnífico anfitrión.
Meritxell, su hija, la actual gestora de la compañía, es elegante, sensible y a la vez muy eficaz; despliega un tacto enorme en el trato personal y es de una pasión contagiosa. Oyéndoles hablar se percibe de inmediato que en Juvé & Camps siempre ha habitado ese futuro que estaba por llegar. Así durante cien años. Es Meritxell quien comienza la conversación: “La verdad es que ser la persona que puede continuar (ayudada por un espléndido equipo) con una herencia tan bonita de cien años con tanto trabajo por el producto, en el viñedo, en el mimo de largas elaboraciones… es un auténtico privilegio y por supuesto una enorme responsabilidad”.
En todo este tiempo ha ido llenándose el arca de las emociones, de las tradiciones continuadas, del baúl de la experiencias que han ido pasando de padres a hijos. Un incendio nostálgico de tantas vendimias y saberes anteriores. Como un rito, un pálpito antiguo.
Los años han ido discurriendo entre acontecimientos llegados y superpuestos. Es por eso que pido a Joan Juvé que haga esa convocatoria de recuerdos, de aquel tiempo en el que él recogía el testigo que ahora tiene su hija: “Han sido años largos, de mucha historia. Recuerdo el apoyo de mi padre y de mi tío, te hablo de finales de los años 60, cuando ellos me inculcaron un sentido del buen hacer, una manera de actuar, de pensar, siempre dentro del ámbito familiar y procurando una integración total, casi diría que vocacional, en las tareas diarias de este complicado trabajo empresarial vitivinícola, empezando por el viñedo, pasando por las elaboraciones, las crianzas y lo que es muy importante: la venta del producto, hacer marca e ir expansionándola”.
En estos edificios modernistas del Penedés iba desplegándose una perfecta armonía, una apacible convivencia con el pasado. En esta tierra el mundo se decanta hacia un cielo de azules sedantes y perfectos, es de una belleza diáfana y serena soportada por una cenefa de viñas plantadas a campo abierto. Joan habitaba ese territorio fantástico que él quería transformar en algo sin fronteras para la imaginación, sin límites para la expansión a lo que estaba sucediendo que no era otra cosa que las respuestas a las preguntas que se iban planteando.
Cuentan de lo entrañable de aquella imagen de Joan que con su coche recorría de norte a sur de este a oeste la piel asfaltada del país con su producto para ir enseñándolo, cantando su bienaventuranza, con ese aire de apostolado, de personaje de novela de Mateo Díez: “Lo hice con sumo gusto. Iba por ahí adelante y me encontré con mucho cariño, lo que me facilitó la tarea. Iba vendiendo el producto y me encontraba con gente que me esperaba y con muchos que me ayudaron en las labores de introducción de la marca. Ahora lo pienso y me digo que eso no tiene precio. Tan importante era la venta como la amistad que se iba forjando en el tiempo con todas esas personas que eran clientes y se transformaron en amigos, en una parte de nosotros, de Juvé & Camps. Mantengo muy vivos esos recuerdos”.
El tiempo se posaba amarillo sobre las fotografías, como decía Miguel Hernández.
“En la empresa -continúa Meritxell- hay una cultura muy fuerte de apoyo, de servicio al cliente. Mi padre ha sido, de las cuatro generaciones, el que mejor ha sabido interpretar ese sentir. En Juvé & Camps el cliente está por encima de todo: es nuestra prioridad satisfacer sus necesidades, darles el mejor producto y en eso mi padre ha sido el gran valedor y el principal transmisor”.
“Yo tenía la sana ambición de ampliar mercados -retoma Joan Juvé-, primero con los más cercanos y luego expansionando. Ahora llevamos ya años con el trabajo de exportación y estamos muy contentos porque ha ido fructificando, lo mismo que nos ocurrió en España a finales del siglo pasado. Ahora en realidad es que estamos, digamos, saboreándolo en una serie de países como USA, Canadá, Europa del Norte, Sudamérica… Estamos realmente muy contentos de este desarrollo de la marca”.
La primera intervención en esta conversación es para Pilar Cavero, sumiller que ha recorrido templos vinícolas como el Celler de Can Roca o Lavinia y que en la actualidad escribe de vinos en el diario ABC. Le pido que me ayude en la tarea de perfilar este centenario: “Hace exactamente cien años, en 1921, Joan Juvé Baqués y Teresa Camps elaboraron el primer espumoso en su finca de Sant Sadurní d'Anoia. Una unión fructífera que ha propiciado que un siglo después, Meritxell Juvé, tercera generación, se sitúe al frente de la marca. La familia Juve ha logrado hacer fácil lo difícil, aunar calidad y constancia, convertirse en una marca sólida, de referencia, con un gran abanico de propuestas, todas ellas con su sello característico e inconfundible. Gracias a su pasión, entrega y conocimiento, han escrito un capítulo imprescindible en la historia mundial de los espumosos de gran calidad. ¡Por muchos siglos más!”.
“Jamás tan cerca arremetió lo lejano” (César Vallejo).
La expansión internacional es un asunto bien complejo para un espumoso y sobre esto se pronuncia Meritxell:
“Ciertamente es muy complicado. Es duro competir con otros productos de gama alta como el champán, más introducidos, con más recorrido, con más potencial económico. Aunque no deja de ser, es verdad, que por las circunstancias pudiéramos tener una cierta ventaja, verás: siempre nos sorprendemos porque en los mercados internacionales los espumosos con dosage (azúcar añadido) son los que copan una parte más importante y nuestro producto estrella, el Reserva de la Familia, es un brut nature (no lleva nada de azúcar añadido) y por ello nos sorprende el hecho de que pensando que otros cavas de nuestro portafolio con más dosage (a pesar de que en la casa trabajamos con muy poco) tienen más recorrido, termine siendo esta gama la que se erige como el espumoso más vendido de la casa en los mercados de exportación y por ahí es por donde vemos un potencial de crecimiento importante. No hay grandes brut natures en el mundo, o los hay pero cuesta exportarlos y eso nos ofrece una posibilidad enorme”.
En el silencio de las cosas pervive la alegría del primer día, de aquello que tenía algo de primera piedra. Un siglo después este proyecto sigue siendo un cuadro en construcción, un lugar de goce en el que caben la imaginación y la satisfacción de que la tradición, el legado, tengan continuidad en algo tan sagrado como es la descendencia. Sobre esto le requiero a Joan, sobre si le produce una esperada tranquilidad: “El sentimiento de pertenencia establece un compromiso con lo que son la marca y la familia y entonces, claro, es un máximo orgullo que mi hija dé continuidad de forma muy capaz, con entusiasmo, juventud y saber que por tanto esta nueva savia dará un impulso y sobre todo en esto que acabamos de comentar, en el segmento de la internacionalización, en donde creo no hay que ambicionar un gran crecimiento espontáneo, sino gradual y sostenido, acorde con nuestras capacidades de producción y elaboración. Por lo tanto sí pero sí entendemos como empresarios que se tienen que mantener los objetivos de crecimiento”.
La tierra tiene su idioma, blanco como las uvas, diáfano como su lenguaje, directo como las expresiones de sus cuidadores. Una vocación de raíces, de convivencias, de procesos naturales. De esto quiero que me hable Meritxell ahora, del compromiso con la tierra: “Ese compromiso sobre el que me preguntas -responde- viene ya desde cuatro generaciones atrás, de quienes nos enseñaron que para elaborar un buen espumoso hay que controlar todos los procesos desde el principio. Nosotros entendemos que podemos hacer buenos productos de larga crianza y todo empieza en nuestra propiedad de Espiells, y para ello es también imprescindible tener un equipo de viticultura que creo es uno de los más importantes a nivel de personas dedicadas, por proporción, a la bodega. Somos muy conocidos y elaboramos 3 millones de botellas, tenemos un equipo de 15 personas durante todo el año que se convierten en más de 100 durante la campaña de cosecha. Es clave.
El mimo con el que tratamos el viñedo es lo que luego te marca todos los procesos de calidad restantes”.
Decía el escritor británico John Berger que “a una promesa que afecta al presente y al pasado tanto como al futuro mejor que la llamemos certeza”.
La vida se pasea siempre a su antojo, a veces provocando que el paso vertiginoso del tiempo se reconcilie con su lado opuesto, la paciencia.
Esta misma vida enseñó a Meritxell a amar la continuidad, el lado previsible de las cosas, esa que a veces creemos que pasó tal como la recordamos más que como fue y que nos obliga a ir al rescate de lo que ha decidido llevarse a expensas de la memoria. Ella, esta joven ejecutiva sobradamente preparada, supo de todo esto probablemente antes que el aprendizaje del alfabeto y quizá por ello afirmaba recientemente en el titular de un diario económico que “la viña es la mejor escuela de negocios”. Se sabe a ciencia cierta que en este mundo suyo se es o no se es y ellos, los Juvé, lo llevan siendo desde hace más de dos siglos. Su día a día exige un ejercicio de firmeza, decisión, perseverancia y resistencia. A mi demanda de cómo se repone uno de las adversidades sufridas en esta última década y en estos dos últimos años, me responde: “Con muchas horas de dedicación y rodeándote de un equipo muy competente. Nosotros hemos tenido la gran suerte que en los 10 últimos años de inestabilidad, de crisis económica, todo el equipo ha estado ahí, arrimando mucho el hombro. Tenemos una suerte que a la vez es un problema, que elaboramos largas crianzas, es decir lo que producimos este año lo venderemos dentro de cuatro, cinco o siete años; entonces la gestión de este stock, que ya tenemos elaborado, te da mucha maniobra, una válvula de escape importante pero se necesita una gran flexibilidad y un enorme compromiso. Esta es una empresa familiar en todos los sentidos, mucha parte es familia, o así la consideramos porque hay que estar a las duras y a las maduras y en estos últimos años tan complicados se ha generado un gran espíritu de equipo”.
El aprendizaje de un oficio como quien adquiere un superpoder, con el coraje de enfrentarse a los problemas y resolverlos con eficacia.
Llamo a una periodista que ama profundamente el mundo de la gastronomía y los vinos y escribe de ello con destreza enciclopédica, Raquel Pardo (“Raquelíquida”), solemos compartir mesa y opiniones con cierta frecuencia y considero que su testimonio nos dará una mirada más cercana de los Juvé: “Siempre es motivo de alegría que una empresa llegue a cumplir cien años; sobre todo, una empresa dedicada al vino, que es un sector en el que la espera y el paso del tiempo son un peaje obligatorio no solo para triunfar, sino para no quedarse en el camino. Y cómo no alegrarse por ver llegar a ese centenario a la familia Juvé, quienes apostaron por el vino espumoso en el Penedès hace ya un siglo y que comenzaron su Gran Reserva de Familia en 1976 (por cierto, mi año de nacimiento, por eso no se me olvida), un cava de prestigio con un éxito comercial sin precedentes.
Para mí, Joan Juvé siempre ha sido (sigue siendo) un bodeguero serio en su trabajo y cercano y alegre en el trato; pero lo que más me fascina de él es su pasión por el vino, su conocimiento (puedes tener larguísimas conversaciones sobre Burdeos o la Ribera del Duero, sus otras debilidades vinícolas) y esa sensación de que, cuando hablas con él, estás ante una mente brillante, con visión empresarial y con un empuje de pionero.
Ver tomar a Meritxell Juvé, su hija, el relevo en la compañía también me parece un motivo de celebración; no solo porque ella significa la continuidad tras ese primer siglo de trayectoria de J&C, sino, por qué no voy a decirlo, por lo positivo que es ver a una mujer valerosa y preparada, que también es madre de familia y esposa (como padre de familia y esposo es Joan Juvé), tomar las riendas de una empresa que protege y preserva su carácter familiar. No es fácil la tarea de Meritxell, pero a la vista está que los genes Juvé Vaello se ponen de manifiesto en su capacidad para dirigir la evolución de Juvé&Camps y su transitar por el mundo del vino en el siglo XXI sin perder de vista todo lo aprendido hasta ahora”.
“Hay una vida en tus sueños porque cada día es un comienzo nuevo”, escribió Mario Benedetti.
El cava supone esa celebración que tira del hallazgo, de los amigos, de las reuniones en familia, de las conmemoraciones; es la caligrafía del encuentro. Las burbujas son el tiempo de la felicidad, tienen la esencialidad de un poema. Una huella lírica en cada copa.
Me confiesa Joan que les gusta saber que forman parte de los momentos especiales de sus clientes y amigos, que esta es una manera de estar a su lado. Le pregunto cómo se consigue que el cava vaya más allá de los momentos de celebración: “Indiscutiblemente la base del consumo es el tiempo de la celebración, quizá en Cataluña sí había más hábito de tomarlo en familia y en otros momentos. En los últimos años mucho le debemos a la restauración, que ha hecho una labor de introducción, de incorporación a lo gastronómico y los consumidores ya lo toman como disfrute de lo cotidiano: se empieza con el aperitivo y se continúa hasta el postre, es ya una bebida gastronómica por excelencia, se valora muchísimo. Estamos viendo una respuesta muy favorable tanto en hostelería como en alimentación”.
Les pido a ambos que me expongan cómo son sus miradas de futuro, desde la atalaya de la madurez y desde la rabiosa juventud. Inicia Joan: “Desde la memoria se ve con muchos ánimos. Y con la humilde aportación de la experiencia con la que poder ayudar a Meritxell y su equipo. Y esperanzados en que Juvé & Camps siga escribiendo la historia de una tierra, de una familia, nuestra historia”. Continúa ella: “Desde mi punto de vista lo aprecio como un regalo. La marca es muy querida y cuando tienes este valor y unos equipos muy compenetrados solo cabe decir aquello que decimos en casa: ¡Vamos a por cien más! Cada una de las generaciones ha aportado su grano de arena a la construcción de este gran proyecto que es Juvé & Camps. A nosotros nos queda el reto de aproximar más la marca al cliente, hacerles saber cómo trabajamos, qué es lo que hacemos”.
Dicen que el 2022 por su sonoridad simboliza el equilibrio y la armonía. Es el año elegido para la celebración de este centenario y le sugiero a Meritxell que adelante a los lectores de NIUS cómo será esa conmemoración: “Siguiendo el espíritu de la casa vamos a hacer un tour por las grandes plazas con la colección privada de la familia que queremos compartir con nuestros clientes, que han propiciado que estemos aquí después de cien años y que lo podamos contar. Lo haremos con la restauración, los sumilleres, la prensa especializada…
Siempre dependiendo de la situación sanitaria, queremos hacer el evento que hacemos cada dos años por parte de Primeras Marcas, en el que traemos a todos los grandes elaboradores a los que nosotros representamos a través de esa distribuidora.
Y por último todo cumpleaños requiere una gran fiesta de celebración en la que queremos que nos acompañen clientes y amigos, que vengan a compartir estos cien años de historia”.
Para ir cerrando la conversación llamo a Pedro Montiel, propietario del Restaurante Malvasía (1 sol Repsol, Bib Gourmand de Michelin) en Playa Honda (Murcia), con él y con otro amigo común, Pepe Marín, hemos disfrutado de muy buenos momentos acompañados por Juvé & Camps: “Este cava donde lo pongas, en cualquier mesa, se deja querer y es percibido como un producto serio y de calidad. Quienes hemos tenido la oportunidad de conocer y charlar con Joan Juvé tenemos claro cómo se define su obra: tiene elegancia, saber estar y mira más por la calidad que por la cantidad. Personalmente hay dos gamos de su marca que son mi buque insignia: Gran Juvé y el Millesimé, dos productos que nunca decepcionan. Luego en mi carta están también La Capellla y Siberia, que son más exclusivos y de una gran calidad. Entre mi clientela hay quien pide Juvé & Camps directamente porque conocen la marca a través de su Reserva de la Familia y saben de su prestigio, y cuando soy yo quien lo presento a algún cliente que no lo conoce siento una enorme satisfacción cuando me piden la segunda botella”.
Meritxell ha elegido para acompañar esta conversación un Gran Juvé “porque recoge un poco todo lo que las cuatro generaciones de la familia han querido transmitir. Un producto que refleja el terroir de Juvé & Camps, un coupage de los grandes viñedos de la familia. Además este año cumplirá también 50 años, su primera añada en 1972 dio un discurso distinto, de largas crianzas, gastronómico, que roza el brut y que refleja bien el sentir de la casa”.
Es expresivo, con espléndida efervescencia; aromas penetrantes, es alegre y muy fresco a pesar de ser un Gran Reserva. Intenso, sugerente, persistente. Una caricia en el paladar.
Joan eligió un Reserva de la Familia porque “fue el cava que dio nombre a Juvé & Camps, lo conoce muchísima gente y tengo para mí -recalca- que es la marca que el público identifica con nosotros”.
Elaborado con macabeo, xarel-lo y parellada, deja sabores de frutas blancas bien maduras. Es cremoso, fresco. Ideal para este aperitivo.
Los Juvé insuflan a sus espumosos una vida lenta y duradera. Hacen mucho con tan poco: unos viñedos y una tierra. Tanta felicidad.
Me despido de ambos, en Meritxell muy atrás queda la raíz de su quehacer, el lugar desde el que tomó impulso. La recorrió, la absorbió, hasta hacerla suya, hasta anudarla como su as de guía.
En Joan permanece la memoria de la madurez, de aquellos que distinguen una añada, los lenguajes de los lugares, la sabiduría de muchas geografías y la de la tierra.
Cien años de historia bajo esos cielos que abrigan sueños de vida y de esfuerzo.
En el brindis de nuestras copas vuelan como mariposas los versos de Wislawa Szymborska: “Antes nos sabíamos el mundo al dedillo: tan pequeño que cabía en un apretón de manos, tan fácil que se describía con una sonrisa”.
Feliz cumpleaños.
Palabra de Vino.