Llegué a la cita con Alfredo Relaño (Madrid, 1951) con el ánimo vestido de fútbol y mi alma de color celeste para ponerlo, como diría Cunqueiro, “bajo la humilde claridad de su mirada”. Buscamos para este encuentro un sitio clásico de Madrid, la Taberna San Mamés (C/ Bravo Murillo, 88), donde las fotografías y los carteles futbolísticos cuelgan de la pared a modo de huellas de otros tiempos. Encima de la mesa está ya el vino que ha elegido Alfredo. Originem, procedente de una pequeña bodega de Colmenar de Oreja (Madrid).
Tintín, el avezado reportero de Hergé, estimuló su vocación periodística, aunque inicialmente no pensaba en especializarse en deportes. Por ahí comienza nuestra charla: “Mi padre me enseñaba francés con los cómics de Tintín, un reportero que llamó mi atención y que hizo que me quedara con la idea de ser periodista, sin pensar en principio en dedicarme al deporte, al que era muy aficionado, sobre todo al fútbol y al boxeo que eran los dos que despuntaban en aquellos años, los demás fueron apareciendo con la televisión a partir de los años 60.
Yo quería estudiar Periodismo, pero la ilusión de mi padre era que estudiara Ingeniería de Caminos, que fue lo que hizo mi hermano, así es que después de dos años estudiando ingeniería abandoné y me fui a Periodismo. Al final mi padre disfrutó mucho de ello”.
Alfredo pertenece a esa saga de periodistas que cambiaron la forma de mirar, de contar, que en la narración de lo acontecido instauraron una nueva manera de hacerlo, quizá por esa razón y no por otra en el año 90 y coincidiendo con el nacimiento de las televisiones privadas le pusieron delante un enorme desafío: la creación de los deportes de un canal de pago, Canal+: “Por así decirlo yo era un patriota de PRISA, pertenecí a la primera redacción de El País, estuve en la Cadena SER y entonces surgió el nacimiento de algo que a priori resultaba casi inverosímil, de una audacia extrema, inspirado en el modelo francés de Canal+ (que era también partícipe de la aventura) y que rompía moldes porque aquí no existía precedente de este modelo de televisión. Este arranque nos obligaba mucho, exigía mucha constancia, disciplina, la búsqueda de la excelencia. Teníamos también el reto de innovar, de crear la sensación de exclusividad, de pertenencia a un club. Montamos un equipo muy joven, con poca experiencia en el medio, salvo un grupo de cinco realizadores que venía de la TVG, liderado por Víctor Santamaría. Les vi por primera vez a través de Telemadrid en un Madrid-Barça que recuerdo que fue un partido con bastantes incidentes, con expulsados… y se veía todo, la retransmisión era de una claridad pasmosa, pregunté y me dijeron que la realización era de los gallegos, que al mando del equipo estaba un tal Víctor Santamaría, hablé con él y le convencí, eso sí, me dijo que tenía que traerse a su equipo, que eran 4 chavales gloriosamente desnortados, pero de una disciplina extrema en el trabajo que contrastaba con la vida libérrima que llevaban (se ríe). La aventura resultó formidable. Creamos también El Día Después, El Día Después,que se emitía en abierto (Canal+ tenía la obligación de una serie de horas sin codificar) y que era nuestra forma de enseñar, de que se viera cómo concebíamos el fútbol”.
Aludido Víctor Santamaría, me decido a llamarle para pedirle que me cuente cómo recuerda él aquella etapa profesional al lado de Alfredo: “Fue mi jefe y ahora es un amigo entrañable, me contrató, como te ha contado, para el inicio del grupo de Deportes de Canal Plus y fue fundamental en mi carrera profesional. Es un genio creando equipos de trabajo en diferentes medios, pero también un profundo amante del fútbol, no solo de la actualidad, sino un verdadero historiador del deporte que rebosa anécdotas y situaciones en cualquier conversación. Nuestra época en El Día Después junto al inglés, Robin, fue mi mejor momento profesional donde intentamos darle otra vuelta al fútbol desde el propio fútbol, con sentido del humor. Siempre grande Robinson, pero con un profundo respeto por el momento deportivo. De todo ello ello nació una profunda amistad que continúa y, además, como a mí, le gustan los toros, es un excelente aficionado. Alfredo ha sido un gran golpe de fortuna en mi vida. He tenido mucha suerte al conocerle”.
Implantaron una camaradería, como decía el poeta Walt Whitman, “como una arboleda frondosa, para crear divinas tierras magnéticas”.
El AS era un periódico deportivo legendario cuando lo compró el Grupo Prisa con la idea de cambiar de planes y remontar su posición en el mercado. Se trataba de darle la vuelta a la marca, aprovechar su potencial y pensar en sumar lectores. Para ello llamaron a uno de sus “pata negra”, Alfredo Relaño: “AS estaba en decadencia, había nacido en el año 67 creo, mientras que Marca venía de los tiempos de la Guerra Civil. Adelantó a Marca muy pronto gracias a su concepción más moderna del periodismo, pero luego se fue envejeciendo, agotando. Marca lo compró otra propiedad, tuvieron unos enormes éxitos, sobre todo industriales, empezaron a poner rotativas por toda España, cosa que ya había hecho El País y eso le garantizaba llegar a primera hora a todos los sitios, mientras que AS llegaba por correo a la hora de comer o a veces más tarde y así le fueron comiendo el terreno. Y al mismo tiempo, la redacción del AS iba envejeciendo y en aquel momento estábamos realmente mal: Marca vendía 500 mil ejemplares mientras que AS no llegaba a 100 mil. Prisa lo compró con la idea de ampliar perímetro, de tener más juego en el deporte. Mi primera intención fue la de hacer un periódico que desinhibidamente respaldara al Real Madrid, pretender dar la mejor información del club, más portadas, más páginas… y conseguir tener firmas singulares importantes: Tomás Guasch, Paco González, Manolo Lama, Santi Segurola, tratar que varios periodistas que que ya estaban en el grupo colaboraran con nosotros. Y luego jugar al color, les adelantamos en esta carrera. Lo siguiente fue conseguir que el AS se hiciera fuera de Madrid, en las rotativas que ya tenía El País en distintos sitios, con eso fuimos haciendo una recuperación firme y recuerdo que llegamos a vender 233 mil cuando Marca ya había bajado a 300 mil. Llegó la crisis del papel, aparecieron las webs y fuimos bajando todos, pero previendo eso lo que yo hice fue una serie de ediciones digitales en Sudamérica porque notaba que allí nos conocían a partir de la existencia de internet, nuestras firmas eran conocidas por el mundo de habla castellana, había que entender que el papel tenía el alcance de las furgonetas y esas ediciones digitales americanas nos permitieron tener ingresos publicitarios añadidos, provenientes de un mundo nuevo y eso le dio a AS una base de mantenimiento”.
Alfredo es un periodista de método que escribiendo de emociones no se deja atrapar por ellas, las gestiona, les da equidistancia, las prescribe con una enorme capacidad analítica. Con su escritura nos pone a pensar, a reflexionar sobre lo sucedido en los campos, en las canchas. En su larga trayectoria profesional ha tenido la oportunidad de contar muchos acontecimientos deportivos, muchos éxitos del deporte español, lo ha hecho por escrito, con la voz, con imágenes… siempre con su mirada atenta y profunda. En esta deriva de la conversación le pregunto por cuál fue el acontecimiento deportivo que más le ha gustado contar: “Sin duda lo que más la Copa del Mundo, que España ganara el Mundial era algo que yo no había imaginado nunca, siempre pensé que eso no estaba a nuestro alcance. A mí esa selección me hizo muy feliz ya desde antes, desde la Eurocopa de Luís Aragonés, allí pensé: 'Qué pena que este punto de excelencia no hubiera coincidido con un Mundial', porque yo veía a España capaz de ganar a cualquiera. El triunfo en el Mundial de Sudáfrica vino a culminar una racha muy gloriosa del deporte español. Los que tenemos unos años habíamos vivido años malos en los que los triunfos aparecían esporádicamente y luego, fíjate: vivimos los cinco Tours de Induráin, el Mundial de Baloncesto, Mundial de Balonmano, éxitos en atletismo, Fórmula 1, tenis… Fue un tiempo formidable, pero sin duda yo me quedo con el Mundial”.
Por tanto, Alfredo ha sido cronista de un territorio y un tiempo de campeones, le tocó también vivir el momento más glorioso de su equipo, el Real Madrid, de la recuperación del trono europeo.
Jorge Valdano acostumbra a decir que el fútbol es el reflejo de un estado de ánimo y por ello le pregunto cómo recuerda el triunfo de la final europea de Ámsterdam, la del 98: “Hacía 32 años que el Madrid no conseguía una Copa de Europa, cuando había ganado la última en el 66 yo tenía 15 años. La Séptima fue increíble, era mi segundo año al frente del AS, que en aquella jornada batió el récord de ventas, que lo tenía otra jornada histórica: la victoria de España a Malta por 12-1. Pasamos de vender 200 mil ejemplares a 700 mil con la Copa de Europa del Madrid. Se notaba mucho en la venta cuando el Real Madrid ganaba un partido importante.
La Séptima fue el “cohetazo” de esta racha triunfal que empezó con aquella victoria en Ámsterdam que no la esperábamos al enfrentarnos a la Juve de Zidane. El Madrid no iba muy allá en la Liga, se hablaba de la “Quinta del Ferrari” porque todos tenían coches de esa marca, pero echaron el resto y convirtieron aquella en una fecha para recordar y para mí de todas las Copas de Europa que han ganado en esta época, esta es la más significativa. Fue la salida del túnel”.
Relaño es una de las voces que acompaña las retransmisiones del Real Madrid y la Selección Española en la Cadena SER, al lado del director de Carrusel Deportivo, el periodista Dani Garrido, a quien llamo para contarle que ando charlando con Alfredo y que a esta charla voy sumando afectos y me gustaría que estuviera el suyo:
“Alfredo es ese profesor favorito de la Universidad que tienes la fortuna de tener al lado. Al margen de la admiración personal, en este país no hay un periodista deportivo con su currículum, notoriedad y éxito: poner en marcha Canal+, con ese tino para captar el talento, dirigir la redacción de deportes de la Ser y liderar un periódico como el As es un tridente ganador de Copa de Europa, un año detrás de otro. Una de las cosas que más me llama la atención de Alfredo en Carrusel, es cómo se expresa en el directo de la radio, por la riqueza en el vocabulario, la palabra exacta en el comentario y la rapidez en la cirugía del partido. Es como si se tratara de un artículo de opinión macerado, meditado pero que lanza en el frenesí del puro directo. Siempre le agradeceré sus consejos tranquilos, sus llamadas en los momentos menos buenos, cuando el teléfono no suena tanto. Siempre en espíritu de construcción para un Carrusel que ama. ¡Que Viva su abrazo de gol!”.
Como escribe Carlos Marzal en Nunca fuimos más felices (Tusquets, 2021), “el fútbol tiene su arista épica”.
En un bonito poema escrito en 1958, otro periodista inmenso, Manuel Alcántara, escribió: “Los recuerdos te van como las venas: hacia tu centro mismo. Y allí duran”. A este propósito le digo que el fútbol se parece a la tele, suele perder la memoria y acordarse solo de los ganadores. Esa desmemoria tiene en él, en Alfredo, un permanente desmentido, sus artículos de cada lunes en El País son el magisterio de la crónica de lo sucedido. Por algunos de esos trabajados han desfilado los grandes nombres del fútbol, sus leyendas. Él los ha visto jugar a todos: Di Stéfano, Pelé, Maradona, Cruyff, Messi, Cristiano… Le pregunto con cuál se quedaría: “Para mí Cruyff está por debajo de todos -sentencia-. Yo sigo siendo de Di Stéfano y Pelé, y ahí tengo dudas: para una final cogería a Pelé, para un campeonato me quedaría con Di Stéfano, que era menos preciosista y, además, las grabaciones de cine y televisión de aquella época no le hacen justicia, era un jugador que tenía mucha más influencia en los partidos que ningún otro. Para entendernos, ahora sería como empalmar a Casimiro + Zidane + Ronaldo Nazario. Hacía las tres cosas: jugaba por todo el campo, marcaba un gol por partido en los años buenos y era un jugador muy grande capaz de llenar estadios.
Pelé tenía mucha más capacidad para resolver, aunque para mí el que más ha tenido a Dios dentro ha sido Maradona, pero se entrenó demasiado poco, era muy abandonado, salvo en el Mundial de México que se entrenó durante un mes y medio y lo ganó prácticamente solo. Y luego me han parecido tremendos Messi y Cristiano. A Messi le pongo un reparo, le he visto demasiado entregado en demasiados partidos en los que el Barcelona ha sido goleado en Champions, ese aire cansino y cara de mal humor que ponía de que no le gustaba nada, en ocasiones le faltaba rebeldía y eso no es imaginable en los demás, era un jugador que a veces daba la impresión de dejar a su equipo con diez.
Cristiano es un animal goleador. Tremendo: durante años a 50 goles por año, aunque le falta preciosismo, habilidad, talento con el balón. Un jugador que se apoyó más en el físico que ningún otro. Un atleta que juega muy bien al fútbol.
Lo dicho: yo me quedo con Di Stéfano y Pelé. Te cuento que Luís Suárez, el único balón de oro español, y reconocido culé, cuando los compañeros de Carrusel le dicen que Messi es el mejor jugador de la historia, lo niega y remacha diciendo que el mejor es Di Stéfano. En el trigésimo aniversario de la ceremonia de entrega del Balón de Oro, los 30 ganadores eligieron a Di Stéfano como el mejor jugador de todas las épocas. Le tenían una consideración tremenda. Ahora empieza a estar más olvidado porque queda ya poca gente que le ha visto jugar y las películas no dan tanto de sí. Pelé tenía 10 años menos y por tanto hay grabaciones más recientes. Ser una estrella en aquellos tiempos era casi heroico porque los campos eran muy malos, embarrados, se pegaban mucho, no había tarjetas punitivas, jugaban en peores condiciones”.
Hay otro amigo común al que quiero convocar este sábado, el periodista Manuel Juliá, habitante también de este pequeño planeta de palabras y vinos. Esto me dice de Alfredo Relaño: “Encuentro su prosa llena de lucidez, memoria, sabiduría y costumbrismo. Lucidez porque sus análisis suelen dar en la diana y está libre de innecesarios devaneos. Llena de memoria porque tanto en sus artículos como en sus libros destella la historia hasta el detalle. Sabia porque en sus presunciones e hipótesis suele acertar, y costumbrista porque está llena de vida y entorno, con un sabor cultural que le da más riqueza. Me parece uno de los periodistas fundamentales para entender el fútbol presente, futuro y pasado”.
Hoy es un día propicio para hablar de fútbol, esta noche se juega la final de la Copa del Rey en Sevilla, esa ciudad velazqueña en la que Alfredo desembarcó para llevar la delegación de El País. Sevilla tiene para él un significado especial no solo porque fue la única ciudad en la que ha vivido además de Madrid, sino también porque era una ciudad con las ventanas abiertas a la vida: “Fue el tiempo más feliz de mi vida si descuento el que he pasado y paso con mi familia. Me casé al volver de Sevilla y he creado una familia aquí. Esa ciudad es especial: comía casi todos los días al aire libre, tiene un aroma de primavera que te cautiva, una Semana Santa inigualable, la Feria de Abril, los toros… Un sitio en el que me compenetré muchísimo con la gente, nos acostábamos tarde, se organizaba algo enseguida, con una improvisación inusitada, podías ver a gente bailando sevillanas en cualquier esquina. Conocí una Sevilla que me gustaba más que la de ahora, porque después de la Expo 92 creció y perdió ese aire veneciano que tenía. Allí no utilizaba el coche, iba andando al trabajo, la delegación de El País estaba enfrente de la Torre del Oro, al fondo la calle Betis… No hay año que no vuelva a esa ciudad en la que he dejado un montón de amigos, cualquier excusa me sirve para volver”.
¿Qué te parece la final de esta noche?
“Me parece muy interesante, creo que esto ha sido posible por el nuevo modelo de la Copa que a mí me gusta. Esto ha propiciado, por ejemplo, que el Madrid y el Barcelona se apearan de la competición en San Mamés. Este modelo de confrontación ha propiciado la llegada de esta segunda línea de playa que nos presenta una final importante, un partido que enfrenta a dos clásicos de nuestro fútbol. Le tengo simpatía al Betis ya desde niño, es un equipo que ha pasado de todo, hasta por la tercera división. Tengo algún amigo bético que me confesaba que para ver jugar a Di Stéfano o Kubala tenía que ir al campo del Sevilla sin que se enterara nadie. Pero bueno, que esta noche gane el mejor y que podamos ver un buen partido. Las finales siempre tienen una marca especial”.
A pesar de no estar en la primera línea de fuego de la actividad profesional, Alfredo sigue prestando a la tarea de narrar y escribir toda su atención y entusiasmo, y cuando no, pasea, mira, disfruta de los placeres sencillos, en donde habita lo extraordinario: “Lo que me gusta es tener tiempo para ver a los amigos, viajar sin grandes pretensiones, siempre a tiro de poder volver a Madrid. Me gusta recorrer España y Portugal: ir hacia las montañas del Cantábrico, el norte de la provincia de Burgos… Y pasear por Madrid, mirar, pararme… Lo digo siempre: que con el tiempo me he dado cuenta de que lo queda a uno son la familia, los amigos y el vino tinto (nos reímos). A veces me siento en una terraza de Madrid y me pido un vino, leo, veo pasar gente, soy un perfecto flaneur. Ah, y me gustan los vinos que hacemos en Madrid, como este que nos estamos tomando.
Originem, un vino de Colmenar de Oreja, sabroso que deja un recuerdo agradable en boca. Llamo al bodeguero, Jesús Figueroa, para que nos hable de su trabajo, de su proyecto. Me atiende con suma amabilidad: “Si hay una palabra que describe a la perfección a Bodegas Figueroa, esa es tradición. Fundada en 1812, y con más de 200 años de trayectoria en el sector vitivinícola, se consagra como una de las bodegas con mayor historia en la elaboración de vinos de la zona sureste de la Comunidad de Madrid y, concretamente, de Colmenar de Oreja.
Una bodega familiar que, desde sus inicios, tuvo claro su propósito: reflejar y transmitir en cada uno de sus caldos su pasión y entusiasmo por el mundo del vino. Un objetivo que fue heredado de padres a hijos, de una generación a otra, hasta encontrarnos a día de hoy ante la séptima generación de bodegueros en la familia Figueroa, regentada actualmente por Jesús Figueroa Carrero.
Con más de 25 hectáreas de viñedo propio, en Bodegas Figueroa nos encargamos del proceso de producción de nuestros vinos al completo, mimando y cuidando al detalle cada uno de los procedimientos de elaboración, combinando los métodos más tradicionales y las últimas tecnologías.
Y es que nuestros vinos, recogidos en la Denominación de Origen Vinos de Madrid, destacan por ser vinos con un carácter único y personalidad propia.
Nuestro vino Originem es un vino crianza, 100% tempranillo, de color intenso y con una alta intensidad aromática, con recuerdos a frutos rojos maduros y recuerdos especiados, junto con elegantes notas de madera de gran calidad, gracias a su estancia de 10 meses en barrica de roble americano y francés, con removido de lías finas previo a su embotellado. Un vino elegante, con un tanino dulce y suave, y largo en el paso de boca”.
Nos despedimos, Alfredo se pierde en las calles de Madrid, lleva un solo rumbo: el de su escritura limpia y profunda que se desliza entre dos orillas: la precisión de la memoria fermentada en sus recuerdos y su mirada siempre atenta a lo que hay en los detalles.
Palabra de Vino.