Carlos Alsina, la voz en la España que madruga

  • "La vocación radiofónica iba por encima de la del periodismo”, admite la estrella de las mañanas de Onda Cero

  • "Ahora que tengo 52 años me parece muy meritorio y a la vez muy temerario que con 25 años me pusieran a dirigir el informativo matinal" de Onda Cero

  • "Las entrevistas políticas a personas con responsabilidades me las planteo casi, casi, como un examen a su coherencia, a su solidez", apunta

La cita tiene frecuencia diaria, antes de que despunte el alba, con esa llamada cadenciosa y sutil: ¿Alsina, qué hora es? A la que Carlos responde con la hora precisa en la península y Canarias. Ese es el desencadenante para la propuesta informativa, para el palimpsesto de la actualidad contado a esa España que madruga y que se escribe en varios renglones: las 7 preguntas de Amón, en lo que espera del día la mirada sagaz de Fernando Ónega, en el cacareo del “Gallo Latorre” y su análisis de la “prensa hidráulica”, como la llamaba el inolvidable Fernando Poblet; en ese impagable colofón que parece rescatado de un pliegue del guion de “Sopa de ganso”:

Concluya, Latorre

Voy terminando.

Gracias.

Es mi trabajo.

Y luego está el sermón, como llaman familiarmente al monólogo de apertura de las 08,00 horas, que como las improvisaciones de Bob Hope lleva preparado desde el día anterior (actualidad mediante).

Estamos en el Restaurante Burela (C/ Nardo, 2. Madrid) por aquello de hacer un viaje de oeste a este: un sitio gallego, un madrileño y un cava del Penedés que nos ha enviado su bodeguero, Josep María Ferret Guasch, y que ya hemos descorchado.

Le digo a Carlos que, además de gallego, soy cartesiano y partidario, por tanto, de ordenarlo todo desde el principio, para empezar por saber cuándo quiso ser periodista y cuándo decidió llegar a la radio: “En mi caso sucedió a la inversa, pensé en dedicarme a la radio y fui periodista porque era el camino universitario que había para dedicarse ello. Pero si hubiera habido una carrera de radio sin periodismo también la habría hecho. Mi interés era dedicarme a la radio, poder ganarme la vida haciendo eso que había escuchado desde siempre, que habían hecho otros, que me daba la impresión de que haciéndolo se lo pasaban muy bien y además les pagaban por estar delante de un micrófono. Lo que me pasaba también es que iba descubriendo la información, la actualidad, los debates siendo oyente de radio en mi adolescencia y ahí se despertaron mis intereses más vivos. En mí, la vocación radiofónica iba por encima de la del periodismo”.

Escribió el novelista estadounidense, John Irving que “nos forma aquello que deseamos” y Raymond Carver contaba que se sentaba a escuchar la radio sin hacer nada más, cerraba los ojos y se dormía con ella y así descubrió a Machado. Carlos Alsina se empapaba de las voces de Ónega, Miguel Ángel Nieto, José María García, de aquella radio de los ochenta: “En la adolescencia escuchaba Radio Madrid, era la que se sintonizaba en mi casa, la que ponía mi padre, que era fan de García, hasta que un día en el coche, camino del colegio, de repente el sonido cambió porque mi padre dejó de escuchar Radio Madrid y se pasó a Antena 3 de Radio, la de Martin Ferrand, y por ahí empiezo a descubrir que hay muchas cosas en la radio, no solo programas matinales, o los “Porretas” que se emitían en aquella época, sino que durante el día pasaban cosas y eso me impulsaba a curiosear, a descubrir qué había a otras horas del día, y todo ello en compatibilidad con mis horarios escolares. Para mí entonces, también ahora, la radio era una diversión. Poco a poco voy descubriendo a Jesús Hermida, José Antonio Plaza, Antonio Herrero, Balbín, García, Pumares… Con ellos me fui curtiendo hasta llegar profesionalmente a ella con tan solo 20 años en una cadena que también estaba empezando, Onda Cero, y a raíz de esto empiezo a escuchar también a Luis del Olmo. Estas fueron pues mis dos referencias: la radio de Martín Ferrand y la de Del Olmo.

En mi vida profesional he tenido mucha suerte porque me he ido encontrando con gente muy buena, muy veterana, grande de este oficio que me han dado oportunidades, que siendo muy pequeño profesionalmente me dejaron hacer cosas. Ahora que tengo 52 años me parece muy meritorio por su parte y a la vez muy temerario que con 25 años me pusieran a dirigir el informativo matinal en una cadena nacional, visto desde hoy me parece un disparate pero fue lo que sucedió. Que Luis del Olmo hubiera confiado en mí para hacer la segunda parte de Protagonistas Protagonistaspues me parece una locura, pero fue, insisto, lo que me sucedió y lo agradezco infinito porque me hizo crecer muy deprisa, ahora pienso que quizá demasiado deprisa”.

Cada mañana tiene sus sonidos y sus músicas, en ella va desgranando la taquigrafía de las noticias, las escribe en el aire con su voz. Días con sabores agrios y dulces en los que Carlos cuenta las distintas formas de lo ocurrido en el país, en el continente, en el mundo entero…

Un programa diario de radio de esta duración es también una forma de vida que exige una disciplina generalizada, gran consciencia y madurez. Así me lo cuenta: “Un programa como el de Ángels, el de Carlos o el mío, que empieza muy temprano y dura muchas horas, requiere también de un equipo que tenga la maquinaria dispuesta a lo largo de todo el día. Es preciso que alguien esté permanente pendiente y volcando la información en los que preparamos el programa para el día siguiente. Eso es así. En mi caso y como director, tengo la mala costumbre de asumir personalmente muchas cosas de ese programa, de algunos tramos o momentos que creo que marcan la línea, le dan su personalidad, la manera de entender la actualidad, de entender la información, incluso la opinión y el análisis de quien dirige ese programa, que para mí son la apertura de las 06,00, las 07,00 y las 08,00 de la mañana. Digamos que ahí es donde yo pongo más horas de mi trabajo porque me gusta ponerme delante del micrófono y contárselo a los oyentes con ánimo divulgativo, didáctico. Mi día a día es como es: en realidad el programa del día siguiente empieza a fabricarse a media tarde. Yo desde las 19,00 horas vuelvo a estar enganchado con el equipo, con la producción, con la redacción, para saber qué ha sucedido en el rato en el que yo he estado durmiendo la siesta. En ese momento empezamos a calibrar los temas que más nos interesan, el enfoque que vamos a darles. Escuchamos todos los sonidos del día: declaraciones, testimonios… y nos ponemos a fabricar el saludo de las horas en punto y el monólogo que llamamos el sermón (dice sonriendo). Y empezamos a escribir, eso sí, sabiendo que puede cambiar en todo, naturalmente.

Y luego hay que madrugar muchísimo, levantarse a eso de las 04,00, para leer los periódicos, hablar con el equipo por si ha sucedido algo, desayunar, irse a la radio y comenzar la mañana. Al finalizar toca el análisis de lo que nos ha salido mejor o peor y vuelta a empezar para el día siguiente.

Decía en un hermoso verso Pedro Salinas: “Es tu música. La vida es lo que tú trazas”.

Uno de los integrantes de esta patrulla matinal, de los escoltas informativos de Carlos, es el periodista gallego Rafa Latorre. Le llamo para se sume a esta animada charla por aquello de que no le digas tu cantar sino a quien contigo va: “A Carlos Alsina lo vi por primera vez a los pies del edificio Windsor en llamas. Hará como veinte años. Llevaba uno de esos inalámbricos de Onda Cero al hombro e iba y venía por la Castellana reporteando y narrando y a la vez dirigía a pie de obra a unos chavales muy excitados por el acontecimiento. Bastaba observarlo durante un rato para comprender que lo que a él le gustaba era eso y que cuando el Windsor se extinguiera, el sol saliera y Alsina volviera a ser lo que era, un jefe de informativos, a él le embargaría de nuevo la nostalgia del reportero.

Hoy dirige el programa más influyente de la radio española. La voz le ha cambiado muchísimo desde entonces, que este ha sido un caso de maduración tonal tardía, de pubertad vocal a los cuarenta, lo que permanece es aquella nostalgia del reportero, que se cura de vez en cuando colgándose un inalámbrico para hacer especiales que no están al alcance de ningún otro periodista de radio que yo haya escuchado.

Alsina es un descreído de todo y un devoto de la radio. O sea, que el excedente de irracionalidad que todo hombre debe liberar, él lo vuelca en este artefacto que le ha impuesto una forma de vida atroz. De entre las transgresiones que Carlos Alsina trajo al medio, la más feliz es que cada viernes en su programa se le dan vivas al vino. Creo que no hay un antecedente de una sección como la que Raúl del Pozo declama con la autovigilancia de un meritorio.

Creo que nada le hace sentirse tan orgulloso a Raúl como esos dos minutos de los viernes. Es un sentimiento natural, aun en quien ya lo ha hecho todo en esta vida. Esta es una profesión en la que no es fácil terminar ganándote la vida en un programa del que te sientes plenamente orgulloso. Ese es el privilegio infrecuente que tiene cualquier colaborador de Alsina”.

Contar una pandemia, una erupción volcánica, una invasión bélica

Carlos ya se prometía una radio como la que hace ahora, en la que él hace de todo, una manera que tiene un compás mágico e intransferible, en la que maneja a la perfección la sincronía. Los últimos tiempos informativos han requerido de mucho pulso y destreza, de un altísimo grado de concentración. Jamás habíamos visto una concatenación de sucesos tan grande, con tanto que contar. Nuestra conversación se detiene en el tiempo de estos dos últimos años con la aparición de una pandemia, la erupción prolongada de un volcán y desde hace mes y medio una invasión bélica en Europa. ¿Cómo se cuenta todo esto? “Utilizando todo el oficio que hayas sido capaz de aprender en años anteriores -me responde-, asumiendo que con todo lo que nos ha ocurrido no tenemos ni idea de lo que va a ser de nosotros mañana mismo. Puede que cualquier cosa que ni hayamos imaginado pueda ocurrir. Por ello la experiencia nos dice que todos los pronósticos son susceptibles de ponerte en evidencia.

¿Quién nos iba a decir que iba a suceder lo que ha sucedido de manera encadenada? ¿Quién que Pablo Casado no sería ya nadie en el PP y que un tal Feijóo sería el nuevo líder? Suceden acontecimientos todos los días pero ahora somos conscientes de que podemos enfrentarnos a situaciones imprevistas que no sospechábamos que íbamos a contar. Esto nos ha sucedido sobre todo con la pandemia, que desencadenó una precipitación de acontecimientos que nunca habíamos pensado. Nunca habíamos vivido una enfermedad que se contagiara de esta manera, causando graves problemas hospitalarios y un confinamiento que puso al país en una situación para la que nunca había pensado que tuviera que prepararse y a la vez nos obligó a reconsiderar la manera de contar lo que estaba sucediendo, porque los primeros días de la pandemia mi sensación fue que el elemento anímico de quien nos estaba escuchando y también el nuestro, que estábamos haciendo el programa, pesaba muchísimo más que en cualquier otro momento de nuestra historia. El elemento anímico sólo era comparable al 11M, entonces la cuestión era cómo sintonizar, dar prioridad a los estados de ánimo por delante de los datos objetivos, de los números, de los debates políticos que pudiéramos tener. En aquellos 2 primeros meses modificamos todo el tramo de las 8 de la mañana, que se convirtió en un espacio para contar experiencias y confesiones entre los que estábamos en el micrófono y quienes nos escuchaban y a su vez nos hacían llegar sus experiencias vitales.

No tengo, Manuel, una respuesta al cómo se cuenta, en cada momento hay que ir viendo a ver qué haces al día siguiente para afinar lo más posible con esta cosa que a mí me parece tan complicada de conseguir que es sintonizar con los intereses y el estado vital de quien te está escuchando sabiendo que son tan diferentes entre sí”.

Carlos está hecho de talento y curiosidad que buscan cada día diagnósticos de realidad. Ese devenir informativo lleva el trazado frecuente de un género que domina: la entrevista, en el que se distingue por tener una mirada y un estilo propios. Se las prepara muy a conciencia, algunas le han hecho brillar, le han otorgado una gran notoriedad: “Gracias. Las entrevistas dependen fundamentalmente del personaje y en ocasiones son mucho más mérito del entrevistado que mío. En política hay géneros diferentes, puedes hacer una a Felipe González y tendrá mucho más de repaso de su trayectoria y de puntos de vista muy generales que una entrevista con la ministra de Transportes en días recientes. Quiero decir que hay entrevistas que van mucho más a buscar la información cotidiana que otras que profundizan en la opinión. Hay otras que son casi más un examen de quien se sienta a tu lado, que suele suceder con políticos en el ejercicio de un cargo sobre todo con responsabilidad de Gobierno u oposición. Quien está gestionando o tomando decisiones que nos afectan a todos tiene habitualmente más información que nosotros. A mí me interesa mucho la coherencia de la persona a la que estoy entrevistando y por ello las entrevistas políticas a personas con responsabilidades me las planteo casi, casi, como un examen a su coherencia, a su solidez, a los planteamientos que defienden. Este tipo de entrevistas me gusta que tengan una primera línea en la conversación y una preparación concienzuda de las preguntas a plantear previendo también ciertas respuestas para poder encauzar bien la conversación de tal manera que no amaine el examen.

Por tanto, no hay una regla general en la preparación porque hay algunas que son más cotidianas, más frecuentes y por tanto son menos exigentes. En cualquier caso, sí hay una actitud general de no ponerte nunca delante de un entrevistado sin saber bien a qué se dedica y en qué basa sus decisiones, para no correr el riesgo de no ir a ninguna parte”.

Le planteo si en algún momento no se dijo aquello que diría un gallego: “Qué duro se me hace subir esta cuesta abajo interminable”. (Se ríe): “Sin duda, muchas veces me lo digo. Mira, un programa de radio por muy preparado, pensado y armado que lo veamos siempre está sujeto a los vaivenes de lo imprevisible porque así es la radio y porque al tratarse de espacios tan corales, con una comunicación tan instantánea, viva y con tanto de improvisación pues al final pasan mil cosas que cambian el recorrido y a veces hasta el trazado del camino y te llevan por otro lado. A veces he de confesarte que yo mismo me sorprendo de lo que está pasando en el programa y pienso que eso es algo muy valioso por cultivar a pesar del riesgo que supone. Son seis horas y media diarias y por tanto es muy difícil no acabar metiéndose en jardines, en subir como dices esa inacabable cuesta abajo (se ríe de nuevo). En estos casos lo mejor es asumirlo e intentar recomponer la figura para no salir muy empitonado”.

La cultureta, el entretenimiento y la ficción sonora

Muchas veces me he preguntado a dónde irán las palabras cuando se esparcen en el aire con la velocidad impaciente que imponen los tiempos. Seguramente a esos hogares en penumbra que esperan un nuevo amanecer, o al cubículo de un coche mientras va por la ciudad acariciando calles, al centro de gravedad permanente de un caminante en pleno ejercicio matinal, a un viajante de metro o autobús y sus transbordos….

Alsina es un paisajista de la radio que dibuja imágenes, situaciones, mientras se escapa la mañana.

“Hay fuegos que jamás serán noticia. Hay nudos que se aflojan porque sí. Hay vida más allá de aquella vida”, canta Leiva en su último disco y a propósito de esto me arranco con el interés de Carlos por la cultura, por la “cultureta” como la ha bautizado y también por saber en qué lecturas anda en este momento: “El título de La cultureta, que al principio fue muy discutido, empezó siendo una sección de “La Brújula” (el programa que anteriormente dirigió). Es uno de esos títulos que pretenden definir el espíritu del espacio, que quieren darle un poco de guasa. Era hacer broma sobre nosotros mismos. Puede parecer que sabemos mucho pero en realidad sabemos muy poco, o parecer que leemos mucho aunque leamos lo que nos da tiempo a leer, o que sabemos mucho de cine y solo sabemos la película que nos gusta y cuál no. Este es el tratamiento, intentar desacralizar el tema de la información y los programas culturales y pienso que este es su éxito final: el de un espacio que hace bromas sobres sus propios contenidos y participantes. La idea es que los oyentes vayan probando cosas que no han probado: un director de cine que no le sonaba, con un libro del que nadie le ha hablado…

Echo de menos, como otra mucha gente, tener más tiempo para leer. Me gusta mucho leer historia, es una de mis aficiones y seguramente una carencia de mi etapa escolar y de bachillerato, donde había muchos asuntos históricos que nadie nos explicó bien, con los años vas sintiendo la necesidad de ir cubriendo esas carencias. Me gusta todo tipo de ficción y no tengo autores preferidos y lo que más me gusta es sorprenderme con algún libro de alguien que no conozco. Me gusta releer y descubrir nuevas cosas. Y luego prestar atención a la obra de mis colaboradores: Amón, Latorre, Pilar Cernuda, Sergio del Molino, Del Pozo…”.

“Me gusta reír y no puedo reír solo”, escribió Cioran, el filósofo pesimista. En Más de uno hay una pléyade de humoristas que ayudan a sobrellevar la carga de la mañana en “La hora de la guasa”: Sara Escudero, Goyo Jiménez, Leo Harlem, Leonor Lavado, Borja Fernández Sedano o Carlos Latre, a quien llamo para que me hable de su experiencia radiofónica con Alsina: “Llevo casi 25 años de carrera profesional. Y en todo este tiempo he tenido la suerte de trabajar al lado de los grandes: Xavier Sardà, Carlos Herrera, Julio César Iglesias… Y me ha apadrinado el más grande, Chicho Ibáñez Serrador. Y de todos ellos he aprendido cosas maravillosas.

Siempre digo que las grandes personas son como los grandes vinos. De ellos se disfruta, se aprende, se exprime hasta la última gota de su mosto, se saborean, se aman y se admiran. Cada uno con su personalidad, con su “bouquet”, con su terruño marcado a fuego y con un sabor único.

Si tuviera que “vinificar” a esos grandes no tendría dudas… Sardà sería una garnacha del Montsant…Con personalidad arrolladora, con carácter, pero también con fruta, vitalidad y la alegría y la pasión del ADN mediterráneo.

Herrera sería el más elegante de los tempranillos, con fuerza, con sabor y con personalidad. Con potencia pero con sutileza.

Julio César Iglesias podría ser un albillo zamorano de esos históricos, con poso, con cepas bien arraigadas y con mucha sabiduría a sus espaldas. Y Chicho sería, sin duda, un jerez, de los más complejos, de los más exquisitos, refinados y con el sabor más inimitable de todos.

El último grande en cruzarse en mi camino ha sido Carlos Alsina. Un hombre reservado, amable, del que poco se sabe, ni siquiera su propio equipo de las mañanas de Onda Cero que convivimos con él a diario. Pero tan brillante, preparado e inteligente que se ha convertido por méritos propios en el “terror” de los entrevistados.

Si tuviera que transformar a Alsina en vino, probablemente sería una de esas variedades desconocidas para el gran público… podría ser un Listán Negro canario potente y fragante, un Trepat catalán con la sutileza y la acidez precisa, una Mencía gallega elegante y punzante.

Lo que está claro es que Alsina no sería solo una variedad. Tiene un poco de todos los grandes y mucho de nada en concreto y tiene todas las características de las uvas llamadas “raras”. Alsina es inusual pero sorprendente, de los que te dejan un “retrogusto” muy agradable y que siempre hace que te quedes con ganas de más”.

La radio es un paisaje que en sus ficciones, vive habitada por personajes creados o provenientes de otras vidas, de otros mundos a veces literarios, esos que despiertan el interés y el afecto de los oyentes. Desde hace años Alsina ha ido explorando estos caminos, esta manera de formatear el relato. Una ficción sonora: “Con el paso de los años - me cuenta- me he ido dando cuenta de lo poco que sabía sobre nuestra radio y tampoco de lo que se hacía fuera de aquí, he ido reparando en que la información, que es a lo que he dedicado la mayor parte de mi vida profesional, es solo una pequeñísima parte de lo que se puede hacer en este medio.

En mi etapa adolescente fui oyente de otros géneros que poco a poco fueron entrando en un proceso de extinción, me refiero desde luego a la ficción y que hoy, gracias a los podcast, se han multiplicado. Por ejemplo la comedia en la radio es un elemento fundamental. Siempre que hablábamos de este género pensábamos en la radionovela, que en España fue de los más importantes en los años 50, 60 y 70, pero descubrir que hay otras cosas que tienen que ver con la ficción y no son radionovelas ha sido fantástico. Yo siempre digo que “Gomaespuma” en su etapa inicial era una ficción, yo era adicto a ese programa cuando estaba en la madrugada de los sábados de Antena 3. Había situaciones, historietas, personajes y todo hecho por ellos. Era maravilloso.

Empecé también a descubrir textos escritos para interpretar en el teatro o para ser leídos y me aficioné a eso. Las primeras ficciones que hicimos fueron para navidades, y de ahí hasta los podcasts históricos que también hacemos y que tienen una parte de dramatización. A raíz de eso me fui animando a escribir ficción radiofónica y me lo paso muy bien haciéndolo. Me faltan horas en la vida teniendo que atender un programa diario tan exigente pero es con lo que más disfruto. Y luego ver que cuando lo tienes listo se prestan para interpretarlo actores de la talla de José Sacristán, Lola Herrera, Concha Velasco, Charo López, María Galiana o Miguel Rellán. Esto está muy cerca de la felicidad profesional de alguien que vive de este medio porque es radio pura. Una manera de demostrarse a uno mismo que sabes hacer algo más que contar noticias y opinarlas. Es ampliar registros. Me duele no tener más tiempo para poder dedicarlo a esto”.

La magia de la imaginación capaz de volar alta, de ir pegada a la raíz de la radio y al eco de su voz. Hago aparecer a una dama de la escena, Alicia Borrachero, con ella he compartido durante varios años los éxitos de Periodistas u Hospital Central, de Niños robados. Sé que entre Alicia y Carlos hay una buena relación sostenida en hechos y palabras pero mejor que sea ella quien lo cuente: “Solo puedo hablar de Carlos Alsina desde el corazón porque me ha llegado al corazón. En los últimos tiempos me ha hecho regalos que no olvidaré nunca:

El primero fue una entrevista con motivo de la reposición de la obra teatral “Las criadas” en Madrid que llevaba una sorpresa final que me emocionó, me conmovió porque terminó siendo un homenaje a mi familia, a la figura de mi abuelo, de los valores que él representaba y que de alguna forma también lo estaban en mi padre y en mí, en mi trabajo. Fue algo impactante, me dejó literalmente sin palabras, no podía hablar, menos mal que él se hizo cargo en la entrevista y tuve tiempo de reponerme y continuar en aquel momento tan bonito.

El segundo regalo que me hizo fue el de poder participar en la Ficción Sonora, en “Regreso a Calabuch”, como la teniente Filomena, una experta mundial en el Polo Norte. Fue una de esas cosas que a una le pasan en la vida de tal envergadura que se lo agradeceré siempre. Soy una apasionada de la Ficción Sonora, de la radio; así conocí a Carlos y desde hace años soy oyente y admiradora suya, de su labor periodística. Su Ficción Sonora tiene ese componente artístico de poder contar cuentos a través de la voz, de la escucha. Fue un regalo inmenso y espero poder hacer más con él. Le agradezco que invierta tanto tiempo, como sé que hace, en recuperar o crear viejas y nuevas ficciones sonoras. Y termino como empecé: solo puedo hablar de Carlos desde el corazón”.

Buscar, ensanchar caminos como Telémaco a la búsqueda de Ulises por “las anchas espaldas del mar”. De la radio.

Un cava artesano

Cuando elegíamos el vino que había de acompañarnos en la charla, Carlos me dio una primera pista: “Mira hacia el Mediterráneo”, que luego completó con su relato: “Tengo raíces catalanas y los veranos de mi infancia eran en un pueblo de Tarragona, y seguramente es ahí donde están mis recuerdos más felices, los de mayor libertad, como niño, en compañía de mis hermanos y mis padres, con mi abuela, durante tres meses en aquellos tiempos de veranos prolongados. Mi vinculación con Cataluña es enorme”.

Pues va un cava artesano de un viejo conocido, José María Ferret Guasch, un productor que acumula años de experiencia elaborando espumosos. Descendiente de una familia con tradición centenaria en el mundo del vino y que inició su propio proyecto hace 25 años. Para esta nueva andadura contó con la ayuda de su esposa y ahora también de su hijo, con su dilatada experiencia y con la masía familiar situada en Alzinar (Font-Rubí, Barcelona) en donde elaboran cavas de largas crianzas 100% brut nature.

El que hoy nos acompaña es coupage “Sara”, con cuatro variedades de uva: parellada, xarel-lo, macabeo y chardonnay, tras 48 meses de crianza. Burbuja fina y elegante, fresco, ligero, frutoso, diferente, especial.

Se terminan nuestra conversación y sobremesa en este rincón gallego de Madrid. Nos despedimos deseándonos buen fin de semana, citándonos para el próximo lunes cuando aparezca la voz sutil que demanda las horas y la realidad se encuentre con la vida. Donde Alsina.

Palabra de Vino.

* La sección 'Palabra de vino' regresa a su cita con los lectores el sábado 23 de abril