En España podemos presumir de tener algunos de los pueblos medievales más singulares de toda Europa; villas, castillos y núcleos urbanos que a menudo compiten entre sí por ofrecer la estampa más auténtica al visitante, habituado a perderse en sus calles con la sensación de viajar en el tiempo hasta siglos pretéritos.
Nadie queda indiferente ante la visión de pueblos como Alarcón, Frías, Olite o Zafra, y esa sensación se acentúa cuando se ingresa en la dedalera de calles empedradas de Pedraza, a tan solo una hora y media de Madrid. Este municipio castellano es un ejemplo paradigmático de esplendor medieval que aún conserva la esencia de otros tiempos. Es casi imposible disputarle la plaza y el mérito de ser el pueblo medieval mejor conservado del mundo.
La historia de la villa comienza en tiempos prerromanos, cuando la región estaba habitada por tribus celtíberas. Sin embargo, fue durante la dominación romana cuando la zona comenzó a adquirir relevancia estratégica.
Con la caída del Imperio Romano y las posteriores invasiones bárbaras, la región experimentó un periodo de inestabilidad. Durante el siglo XI, tras la Reconquista, la villa fue fortificada para protegerse de posibles invasiones. Sin embargo, su apogeo llegó en los siglos XV y XVI, cuando se construyeron la mayoría de los edificios que hoy la han convertido en uno de los puntos de visita obligatoria en las rutas medievales por Castilla La Mancha. La villa se convirtió en un próspero centro agrícola y comercial. La nobleza castellana, atraída por su tranquilidad y su entorno, construyó aquí sus residencias. Muchas de estas casas solariegas y palacios aún se conservan. En 1951 el núcleo histórico fue declarado Conjunto Monumental.
Uno de los edificios más emblemáticos de esta época es el castillo, de visita obligatoria en la ruta turística. Originalmente construido en el siglo XIII y ampliado en el siglo XV, ha sido residencia de importantes familias nobles, como los Fernández de Velasco. En el siglo XX, fue adquirido por el pintor Ignacio Zuloaga, quien lo restauró y lo convirtió en su residencia y taller. Actualmente, lo regentan los descendientes del pintor, con un museo dedicado a su obra en el interior del conjunto arquitectónico. Desde las torres hay una de las mejores panorámicas de la villa.
Pedraza fue un importante centro comercial y agrícola, gracias a su posición estratégica en la ruta que conectaba el norte de España con Madrid. La nobleza castellana dejó su impronta en forma de casas solariegas y palacios, muchos de los cuales aún se mantienen en pie, ofreciendo un testimonio vivo de su pasado.
Lo que el visitante puede descubrir de un solo vistazo es el imponente trazado medieval; calles angostas y empedradas que se conservan intactas desde los tiempos del esplendor castellano, con una mayoría de edificios construidos en piedra.
La Plaza Mayor es otro de los puntos en los que merece la pena detenerse a comprobar la eficacia de la arquitectura medieval. La Casa del Águila y la Casa del Concejo, con sus balcones de madera y fachadas de piedra, dominan el espacio circular de la plaza. La iglesia de San Juan Bautista, construida en el siglo XII y reformada en el siglo XVI, es un buen ejemplo del románico segoviano. Imperdible la torre y el campanario, otro de esos detalles distintivos del pueblo.
Más allá quedan las murallas que rodean el casco antiguo. La Puerta de la Villa es la entrada principal y la única que ha sobrevivido, y destaca por su arco de medio punto y sus características defensivas, como el rastrillo y las almenas.
Otro lugar de interés que no debe pasarse por alto es la Cárcel de la Villa, en el edificio del Ayuntamiento. Data del siglo XIII, y fue utilizado como prisión hasta el siglo XIX. Hoy en día, se ha convertido en un museo que ofrece una visión de las condiciones de vida de los presos de la época. Aún se pueden ver las celdas originales y sentir un escalofrío con los instrumentos de tortura de la época expuestos en las vitrinas.