Si hay un color característico de los pueblos andaluces, sin duda ese es el blanco. No son pocas las estampas que muchos municipios nos regalan con sus casas blancas destacando sobre los terrenos pardos y el cielo habitualmente azul del sur de España.
Esto hace que haya numerosos pueblos con encanto que visitar y donde disfrutar de una arquitectura y un urbanismo con claras reminiscencias árabes, aunque, eso sí, el origen de la cal sobre las fachadas –es decir, lo que le da el color blanco– es anterior, concretamente de los tiempos del Imperio Romano. Y un buen ejemplo de ese encanto, según la revista National Geographic, es la localidad de Frigiliana, un pueblo blanco en toda su esencia.
Como acabamos de apuntar, el color blanco característico de muchos municipios andaluces se debe a que sus paredes están encaladas. Esta costumbre la comenzaron los romanos y la sublimaron los árabes durante los ocho siglos que permanecieron en la península, especialmente en territorios andaluces. Pero ¿por qué ese color y ese material?
Hay dos respuestas para esta pregunta. La primera es que el color blanco refleja la luz del sol, lo que supone un alivio durante los calurosos meses del verano, pues se consigue tener un interior más fresco. Y la segunda es que la cal ayudaba a mantener lejos a las epidemias, dado que es un desinfectante –no en vano, hay numerosas iglesias de este color–. Si a eso le añadimos que resultaba más barato encalar las casas que pintarlas de colores, el resultado son pueblos tan hermosos como Frigiliana, de la que a continuación apuntamos sus principales atractivos.
El principal de ellos es la belleza con la que parece aposentarse en la ladera de Sierra Almijara, situada en la comarca de La Axarquía. Allí sus casas parecen formar parte de un paisaje armónico, dando la impresión de que sería imposible imaginarlo sin las construcciones que hacen de Frigiliana un lugar con un encanto especial.
No en vano, aunque no sea el típico pueblo malagueño con playa, su cercanía con el mar y la sensación de paz que transmiten sus empinadas y sinuosas calles hacen de él un lugar perfecto para disfrutar de unos días de descanso.
Visitar este pueblo malagueño es una buena opción en cualquier época del año, aunque en los meses más calurosos convenga no hacerlo en las horas centrales del día. No es de gran tamaño, con lo que se puede recorrer casi por completo en una jornada. Y ese es precisamente el principal atractivo de la localidad: poder pasear por sus calles, dejarse llevar por la historia milenaria que alberga y fotografiar cada uno de los rincones que regala a quienes allí acuden.
Como cabe esperar teniendo en cuenta el pasado de Frigiliana, su casco histórico debe ser una parada obligatoria, ya sea de día o de noche, cuando la iluminación le convierte en un escenario que parece salido de un cuento árabe. En esos momentos, lo mejor será dejarse llevar por la magia reinante y, sobre todo, respetar las costumbres locales sin alterar la paz que allí reina.
Sobre el casco antiguo hay que apuntar que es de origen morisco-mudéjar y ha sido declarado como Conjunto Histórico Artístico. En él destaca, tal y como apunta la web de turismo de la propia localidad uno de los tramos: “El punto en que calle Hernando el Darra desemboca en Travesía y enlaza con calle Amargura y ésta con calle Alta hasta dar a parar a calle Zacatín, para finalizar en las traseras de la iglesia de San Antonio”.
Dentro del casco también hay que mencionar el Barribarto, una parte del mismo donde se encuentran algunas de las casas que mejor ejemplifican la arquitectura popular de los pueblos blancos andaluces.
Ya hemos apuntado que el principal monumento de Frigiliana es el pueblo en sí. No obstante, durante la visita hay que poner especial atención en sus principales monumentos, los cuales apuntamos a continuación.