Claudia Terrén, una adolescente con auténtica vocación de veterinaria: "Lo sé desde que tenía 4 años"

Cuando uno es pequeño, imagina qué será de mayor. Las profesiones con las que los niños sueñan - sin ser verdaderamente conscientes de la dinámica del trabajo - varían con el paso de los años, según la ampliación de sus conocimientos sobre la realidad que les rodea. A veces, quieren ser maestros, otras, astronautas, conductores de tren o futbolistas. Sin embargo, en el caso de Claudia, lo tuvo muy claro desde el principio. Con tan sólo 4 años - ahora tiene 13 - supo que quería ser veterinaria y, al contrario de lo que suele ocurrir, nunca cambió de opinión:

"Con 4 años, empecé a decir que quería ser veterinaria y cuando, en mi cumpleaños, mis padres me regalaron una casita de jardín, me monté ahí mi propia clínica veterinaria con mis peluches. Los diseccionaba y, después, los cosía. Jugar a los veterinarios era lo único que hacía. Después, con unos 5 años, empecé a ver al "Increíble doctor Pol" y me encantaba observar las operaciones, no por el hecho de verlas, sino porque sabía que era lo que yo quería hacer", ha dicho en una entrevista a Informativos Telecinco web.

Los sábados, a limpiar cuadras y gallineros

Demostró que lo suyo iba en serio cuando, a los 11 años, Claudia entró como voluntaria en 'Burrosdiversia', un espacio de la sierra de Madrid en el que ella, además de tener contacto con los animales en libertad, se dedicaba a limpiar "cuadras y gallineros". Allí, era de las pocas personas que se atrevía a estar presente "en los partos o las curas de las heridas de los burros "y ayudar en su proceso.

Todos los sábados, después de una semana entera de colegio, se levantaba pronto y acudía a las instalaciones para que el recinto estuviera limpio antes de que llegaran los visitantes. Por lo tanto, su vocación iba más allá de la fascinación por la ternura de los animales.

Actualmente, además de estar estudiando en el instituto, es voluntaria en la asociación ALBA, donde ayuda a perros y gatos rescatados de la calle - y que, en su mayoría, han sufrido maltrato - a rehabilitarse. "Normalmente, los voluntarios vamos, sacamos a los perros de los chelines y les llevamos a dar un paseo. Si hace falta, cuando el perro es miedoso, nos metemos con ellos en los chelines para socializar con ellos. También, cuando hay alguna incautación, bañamos a los animales que llegan para prepararlos para la implantación de los chips y las vacunas", ha dicho, con la satisfacción que le produce ayudar a animales desfavorecidos, base fundamental de lo que será su futura carrera.