El madrileño viaducto de Bailén cumple 150 años
En 1874 se inauguró la primera versión del viaducto de Madrid, en un principio edificado en estructura de hierro y madera
Tras derribarlo, su reconstrucción se realizó en 1934 utilizando materiales más resistentes como el hormigón y el granito
El viaducto sido escenario de obras de la literatura y películas debido a su arquitectura imponente proclive a la representación dramática
La silueta del viaducto de la calle Bailén, también conocido como viaducto de Segovia, protagoniza el cartel de las madrileñas fiestas populares de San Lorenzo, San Cayetano y la Paloma, en el año en que se cumplen 150 años de su primera construcción en hierro. A su vez, se conmemoran 90 años de la consolidación de la obra que hoy conocemos, cimentada en hormigón y granito.
Levantado con la finalidad de salvar el pronunciado desnivel del arroyo de las Fuentes de San Pedro, actual calle de Segovia sobre la que se alza perpendicularmente, une el sitio del Palacio Real con el de las Vistillas, dando continuidad a la calle Bailén. Su estructura actual es fruto de numerosas restauraciones con el fin de adaptar su uso a la creciente demanda de tráfico.
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El espectacular desnivel que desciende desde la calle Bailén hacia el río Manzanares ofrece magníficas vistas del Palacio Real, la Catedral de la Almudena y del oeste de la ciudad, con la extensa masa verde de la Casa de Campo en primer término. Una ocasión perfecta para disfrutar de una bella e inolvidable puesta de sol.
La edad de hierro del Viaducto
La primera idea de la que se tiene constancia para la construcción de un nexo de comunicación en este emplazamiento data de 1730. La incomodidad que acarreaba el frecuente tránsito vecinal de subidas y bajadas por la pronunciada cuesta del barranco varias veces al día hizo evidente la necesidad de conectar ambos sectores de la ciudad: zona donde se levantaba el antiguo Alcázar y la zona de las Vistillas y San Francisco el Grande.
El viejo Alcázar sucumbió a un incendio en la Navidad de 1734 y los más prestigiosos arquitectos e ingenieros europeos se afanaban en la construcción del nuevo Palacio Real. Este proyecto contemplaba un paso elevado sobre el arroyo de las Fuentes de San Pedro, que uniese los núcleos de población situados al norte y sur del barranco, pero no llegaría a ejecutarse.
Varios proyectos vinieron después, pero hubo que esperar a 1872 para que comenzasen las obras del necesario puente. En 1874 se inaugura el primer viaducto de Madrid, en un principio edificado en estructura de hierro y madera, que lamentablemente no ha llegado a nuestros días.
Segunda versión en hormigón
Derribado el deteriorado puente de hierro, en 1931 se convocó un concurso para su reconstrucción. El proyecto ganador, factura del arquitecto Francisco Javier Ferrero y de los ingenieros Luis Aldaz y José de Juan-Aracil, con el inconfundible sello racionalista de la época, se concluyó en 1934, realizado en hormigón pulido, con sillares de granito en los pilares.
Los embates de la Guerra Civil provocarían desperfectos en su estructura que fue preciso reparar en los años 40.
Durante el último tercio del siglo XX, el tráfico rodado experimentó una demanda creciente, y en 1974 el Ayuntamiento de Madrid acometió una nueva restauración, previa reducción del tonelaje de paso y eliminación del tráfico rodado, aumentando su capacidad portante y la anchura del tablero. Esta intervención preservó la imagen de la obra de 1934, quedando configurada la imagen que ofrece actualmente.
Evitar los suicidios
El viaducto salva un desnivel de 23 metros, siendo el tablero sustentado por una estructura de tres arcos hiperbólicos de 35 metros de luz y un anexo de cuatro arcos de medio punto. La totalidad de la estructura es de hormigón armado pulido, con pilares recubiertos por un zócalo decorativo de sillería granítica.
Es un gran puente de alrededor de 200 metros de longitud y 25 metros de altura en su punto más elevado respecto a la calle Segovia, con un ancho de tablero de casi 20 metros. Dispone de amplias aceras a sus lados, capaz de soportar tráfico de gran tonelaje y dos carriles en cada sentido de la circulación. Sigue siendo una de las principales puertas de entrada al centro de la ciudad, al desembocar su extremo norte en las cercanías de la plaza de Oriente y la calle Mayor.
En 1998 se instalan pantallas de seguridad de metacrilato para evitar los suicidios y aumentar la protección de los transeúntes. Hoy día es plenamente operativo para tráfico rodado y uso peatonal, además de constituir una de las obras de ingeniería de mayor calado en la cultura popular madrileña.
El viaducto en la literatura y el cine
La personalidad arrolladora del viaducto se ha dejado ver a menudo en la literatura y el cine. Su arquitectura imponente y su asociación con la tragedia lo han convertido en todo un símbolo de la literatura y el cine, actuando no solo como un lugar físico, sino también como imagen representativa de las emociones extremas y encrucijadas de los personajes.
Grandes autores como Pérez Galdós, Jardiel Poncela o Valle-Inclán lo han retratado en sus obras. En Los Santos Inocentes de Miguel Delibes, el viaducto encarna el límite entre la vida y la muerte, la desesperanza y el deseo de huida.
En el cine también ha sido escenario de películas como El crimen de Cuenca de Pilar Miró, Matador y Los amantes pasajeros de Pedro Almodóvar, además de Abre los ojos de Alejandro Amenábar, por citar algunas.
Otras curiosidades
Entre otras curiosidades que encierra el viaducto, es una placa del Ayuntamiento que figura en la cara oeste, que nos recuerda que en este lugar se encontraba la antigua Casa de la Moneda. Bajo el viaducto en su lado oriental, la Casa del Pastor del número 21 de la calle Segovia exhibe el escudo más antiguo de Madrid.
Para llevar a cabo su construcción, fue necesario derribar la antigua Iglesia de Santa María de la Almudena, la originaria, antes de erigirse la catedral que conocemos hoy en día. La necesidad de unir el Palacio Real con la Basílica de San Francisco el Grande salvando el arroyo de las Fuentes de San Pedro se consideró de importancia prioritaria respecto a la permanencia en pie del citado templo.
Una última anécdota necrológica: ¿sabías que el primer invitado que cruzó el viaducto en su inauguración fue el féretro que portaba los restos mortales de Calderón de la Barca? Fue así como el autor de La Vida es Sueño hizo su último recorrido por el puente más alto de Madrid.
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