En la capital española llegó a haber 300 quioscos de horchatas y otras aguas de sabores para refrescar a los madrileños durante los meses de calor. Se les conocía con el nombre de aguaduchos y elaboraban sus bebidas naturales de manera artesana.
Originarios de Crevillente, en Alicante, los Guilabert han realizado siempre sus bebidas con la misma fórmula y cariño. En la familia de José Manuel son horchateros desde hace más de un siglo y cuatro generaciones.
"Empezaron mis bisabuelos en 1910 y continuaron mis abuelos", recuerda, destacando que la horchata, que debe llevar agua, chufa y azúcar, es "un multialimento". Una placa recuerda que es el último que ahora queda en pie en la ciudad.
Las redes sociales están popularizando una de esas aguas, la de cebada, casi extinguida en Madrid. El de los Guilabert es un pequeño oasis donde beber refrescos que alimentan.
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