Las elevadas temperaturas para la época del año en la que nos encontramos, hacen que especies como la oruga procesionaria, aparezcan antes de los lo previsto, "en pleno invierno", tal y como alerta la Asociación Nacional de Empresas de Sanidad Ambiental (ANECPLA).
Dos de los municipios madrileños que ya se están viendo afectados por la presencia prematura de esta especie, son Leganés y Getafe. En concreto, en localidad de Leganés, la concejala de Medioambiente, Violeta Bonet, habla de las alertas recibidas por la aparición de orugas en las zonas residenciales de La Fortuna y El Carrascal, en una entrevista en Cadena Ser Madrid Sur.
Precisamente, la colaboración vecinal está resultando clave para la detección de estas larvas, que generan reacciones alérgicas en humanos y animales.
Las orugas viven generalmente en lo alto de los árboles, y suelen bajar a la superficie entre los meses de marzo y junio, o al menos así se comportaban hasta que los estragos del cambio climático han hecho mella en el tiempo.
Este pasado mes de enero ha terminado con temperaturas, en algunas zonas de España, de hasta por encima de los 30 grados, lo que ha dado "el pistoletazo de salida" a la aparición de la plaga de procesionaria del pino ('Thaumetopoea pityocampa'), señalan desde ANECPLA.
Ante esta "alarmante situación", la asociación ha instado a las Administraciones locales a que contemplen entre sus "actuaciones imprescindibles" campañas de prevención anuales que se ejecuten en la temporada de otoño y que contribuyan a "minimizar los perjudiciales efectos de esta plaga".
Otras de las localidades de la región donde ya se ha alertado de la aparición de orugas procesionarias, es la de Getafe, donde según publica Cadena SER, se han detectado en distintas zonas del parque de Lorenzo Azofra y en la La Alhóndiga-Sector III
El consistorio municipal contrató en 2020 a una empresa de tratamientos fitosanitarios, que se encarga del control de plagas con insecticidas, además de la retirada de los nidos de estas larvas y bolsas de otros insectos.
Desde la Asociación Nacional de Empresas de Sanidad Ambiental advierten de que apenas un mínimo contacto con la oruga procesionaria puede generar desde dermatitis a lesiones oculares, además de urticarias y reacciones alérgicas, debido a la liberación de histamina.
"Ni siquiera es necesario el contacto directo con las orugas, tan solo con el roce de uno de sus pelos, que estos insectos lanzan como estrategia de defensa al sentirse amenazadas, es suficiente para provocar irritaciones y alergias, especialmente si éstos alcanzan los ojos", señala su director general, Jorge Galván.
Estos pelos se denominan "tricomas", como señala ANECPLA, y se calcula que cada individuo posee alrededor de 500.000, "listos para ejercer de dardos envenenados en el momento en sientan que se encuentran en peligro".
"En el caso de los animales de compañía, especialmente de los perros, este contacto puede llegar incluso a provocar su muerte", como alerta el director general de ANECPLA. En concreto, la asociación señala que es frecuente que los perros, movidos por la curiosidad, se acerquen a "olisquear estas orugas a fin de identificarlas", momento en el que dichos tricomas se pueden clavar en su hocico u ojos.
Así, un "mínimo contacto" puede ocasionar al animal síntomas como inflamación, picores intensos y abundante salivación. Si llegaran a comérselas, lo cual "no es extraño si previamente las han llegado a tocar con las patas y, debido a la picazón que les genera en ellas, se lamen", como indica ANECPLA, la ingestión del tóxico que lleva sus tricomas puede provocar la necrosis de lengua o garganta.
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