El pasado 9 de octubre, hace justo una semana, una mujer del distrito de Vicálvaro se disponía a coger el metro cuando, al llegar al andén, se encontró con una chica muy joven que lloraba desconsolada. A la mujer le sorprendió tanto verla así que se acercó a ella y le preguntó qué le ocurría y si podía ayudarle. La menor le dijo que se había escapado de casa, que había huido porque su marido y sus familiares la maltrataban y la controlaban. Sin embargo, la chica era menor, solo tenía 16 años, y no era la primera vez que se escapaba de sus supuestos agresores.
Para la joven escapar del nido ya se había convertido en algo habitual. Todavía estaba en mitad de su adolescencia, pero decidió mudarse a vivir al centro de acogida Elvira Asociación Paz y Bien de Sevilla, situado en Alcalá de Guadaira. Lo hizo porque denunció a su madre por violencia doméstica y su padre no podía hacerse cargo de ella porque padecía “problemas psicológicos”, según han precisado fuentes policiales al diario El País.
Llevaba poco tiempo en el centro, pero durante ese periodo la niña se dedicó especialmente a hablar con otras personas a través de sus redes sociales. Y fue con su cuenta de Instagram, con la que intercambiaba mensajes con un chico un año mayor que ella -residente en Madrid- que comenzó a afianzar una relación. Pero, en un momento dado, el chico la convenció de que, para continuar juntos, la joven tenía que mudarse a vivir a su ciudad. Y dicho y hecho, la chica se embarcó sola en un viaje hasta la capital. Aunque, al llegar, nada salió como ella esperaba.
Tras instalarse en Madrid, la familia del chico organizó inmediatamente una boda por el “rito gitano”, dijo la chica a los agentes de policía que la atendieron. Y, después de la celebración, comenzó su peor pesadilla. La víctima aseguraba sufrir “maltrato físico y control total” tanto por parte del chico como de su familia. “Llegó a un punto en el que no la dejaban salir de casa, ni siquiera para ir a la farmacia, donde ella quería comprar píldoras anticonceptivas”, señalaron fuentes policiales.
Pero, después de que la chica dejara caer algunos detalles de su historia a la mujer del metro de Vicálvaro, subieron juntas al vagón y la mujer decidió alejarla de la zona, de sus supuestos agresores y priorizar su seguridad en ese momento. Y, además, contactó con la fundación Secretariado Gitano, para contarles la historia que la chica le acababa de contar entre lágrimas.
Esta llamada a la asociación hizo que pusieran el caso en conocimiento de la Comisaría de Apoyo y Protección a la Mujer, Menor y Mayor de la Policía Municipal, que la trasladaron al Grupo de Menores de la Policía Nacional y solicitaron una orden de protección. Una vez allí, los agentes valoraron el caso de “riesgo extremo”. Lo que llevó a que se le realizaran pruebas físicas a la menor en el hospital Gregorio Marañón. Tras ello, le dieron una plaza en el centro de primera acogida de Hortaleza, donde reside hasta la fecha mientras que una patrulla de la policía acudió al domicilio del chico y su familia y lo detuvieron por violencia de género.