En el calendario se marca con grandes honores el Sorteo Extraordinario del 22 de diciembre, una fecha de lo más importante para los millones de españoles que juegan a la lotería con la regularidad de los ritos reconfortantes. No importa demasiado si no toca, pues solemos compartir el décimo con otras personas que albergan la misma esperanza y la pena se diluye con más facilidad. Por más remota que sea la posibilidad, la suerte puede dar un giro de 180º y sonreírnos.
Los afortunados que posean un décimo premiado de la Lotería de Navidad se llevarán 400.000 euros brutos, de los que Hacienda descontará una parte como pago de los impuestos obligatorios que van asociados a cada décimo cobrado, siempre que supere los 40.000 euros.
También las administraciones de lotería obtendrán un pellizco del monto de los grandes premios si venden décimos cargados de suerte. Podría darse el caso de que alguno de los billetes de lotería agraciados con el Gordo no se vendiera. ¿Qué pasaría entonces?
Por suerte para los que piensan que esto tiene ciertas probabilidades de ocurrir, esa situación solo se ha dado una vez a lo largo de la historia de la lotería, hace más de 100 años. La única excepción tuvo lugar en el Sorteo Extraordinario de 1931, con todos los premios secundarios importantes ya repartidos y el número del Gordo, que se resistía a salir.
El público de la sala se quedó perplejo cuando el Gordo de aquel año fue anunciado por los Niños de San Ildefonso y en la radio no se escuchó la retahíla habitual de lugares donde había tocado. Lo que sí se oyó fue “¡Oído a la caja! El 24.717, ¡a la reserva!”, anuncio que reservaba el peor pronóstico. El décimo del Gordo no había sido vendido. Ese ‘A la caja’ significaba que su legítimo dueño a partir de ese momento era el Estado. La situación generó revuelo e indignación, pero no cambió ni un ápice del resultado final del Sorteo. El gran premio de la lotería volvía a las manos de quien lo había hecho posible.
Ese mismo día, cuentan que el recién nombrado ministro de Hacienda, Jaime Carmer Romeu, ofreció una sonrisa ambigua a los periodistas por esa carambola en los números y aseguró sentirse dichoso. “Lo único que podrán decir es que soy un hombre con suerte […] España necesita muchos millones y yo he venido a este cargo a luchar por conseguirlos, a restringir los gastos y aumentar los ingresos”.
Por qué Hacienda reclama el premio
Dada esa situación poco probable, lo cierto es que el dinero de los décimos premiados que no se vendan iría directamente a parar a la Agencia Tributaria. Lo mismo ocurriría en otro escenario más o menos similar: Décimos premiados y efectivamente comprados que sus jugadores no fueran a cobrar en el plazo de tres meses, fecha a partir de la cual ese dinero revertiría en su nuevo dueño, el Estado.
La explicación de por qué sucede esto es de pura lógica. La gestión de la lotería de Navidad está en manos de la SELAE, que depende del Ministerio de Hacienda y Función Pública para organizar el Sorteo Extraordinario. La lotería de Navidad solo es una de las formas que tiene el Estado de recaudar dinero a través de los impuestos aplicables que los compradores lotería tendrán que pagar cuando cobren los premios.