Algunos consideran que la Navidad no empieza hasta que no se comen el primer polvorón. Otros no conciben dar por iniciadas estas fechas sin haber plantado el árbol con bolas, estrellas y espumillón en una esquina de su salón. Y son muchos, bastantes, los que en su día empezaban a celebrarlas cuando el mítico 'calvo de la Lotería' volvía a aparecer en su televisor.
Desde 1998 hasta 2005, un misterioso hombre se coló en las casas de los españoles para desearles que la suerte les acompañase en el tradicional sorteo del 22 de diciembre. Hasta que de pronto, de un año para otro, se esfumó.
Nunca más volvimos a saber de aquel actor que, desde un anuncio en blanco y negro, repartía fortuna con el 'Interior Student Cafe' de Maurice Carre, banda sonora de 'Doctor Zhivago', sonando de fondo. Nadie conocía su nombre, pero todos le reconocerían si se lo toparan por la calle. Un motivo de peso, que su personaje "ensombreciese la marca" que patrocinaba, que provocó que tanto él como Loterías y Apuestas del Estado decidiesen poner fin a siete años de vinculación.
Ahora que se repite la historia y que volvemos a tener un nuevo anuncio de la Lotería sin su icónico 'calvo', toca recordarlo y desentrañar qué ha sido de su vida en estos últimos 18 años.
Clive Arrindell, su nombre real, nació en la isla caribeña de Trinidad y Tobago en 1950, hace 73 años. A los 9 se trasladó con su familia a Londres, donde continúa residiendo. Y pronto le mandaron a estudiar a un internado en la costa sur de Inglaterra, donde formó una pandilla de amigos que todavía conserva. Estos fueron los que le introdujeron en el budismo, religión que profesa en la actualidad ("No tiene dios ni código moral, y eso es lo que me gusta"). También le descubrieron el teatro, lugar donde encontró su vocación y su medio de vida.
Poco a poco fue haciéndose un hueco en la escena londinense, donde formó parte de 24 representaciones de las obras más célebres de William Shakespeare. Una experiencia que le permitió abrir el abanico e ir consiguiendo pequeños papeles en series de televisión. La primera fue 'Centre Play'. Le siguieron 'Cover', 'El ejército secreto', 'Anno Domini' o 'The Scarlet and the Black'. A estos trabajos se incorporaron películas para televisión. Y con el tiempo, ya entrando en la madurez, apareció en su vida la oportunidad de trabajar en grandes campañas de publicidad.
En 1998, cuando estaba a punto de cumplir los cincuenta, Loterías y Apuestas del Estado le propuso ser la cara de su nuevo anuncio. Ninguna de las dos partes imaginó jamás lo que sucedería después. De ahí que en ese momento se lo tomase como un proyecto más. Viajar a España cada mes de noviembre para grabar el anuncio era, tal y como confesó en una entrevista para El Mundo hace cinco años, "lo mejor de todo el año".
Que este compromiso laboral le condicionase a la hora de "coger trabajos en el teatro" por tener que ausentarse una semana le hizo "perder algunas oportunidades lucrativas". Algo que se convirtió en un problema a partir de 2005, cuando ya tenía la agenda disponible pero en los castings le recibían con un 'no'.
Tardó seis años en volver a aparecer en pantalla en tres cortos menores e hizo un cameo en 'The Crown', la aclamada serie de Netflix sobre la familia real británica. Poco más. Una escasez de trabajo asumida por el propio Arrindell que coincidió con un importante bache personal. "Mis padres murieron con más de 90 años, pero las tragedias de mis sobrinos (que fallecieron jóvenes, en apenas dos años, como consecuencia de enfermedades mentales) han sido terribles", confesó en declaraciones para El Mundo.
"Llevo muy mala racha, con todo ello tampoco me sale trabajo, no estoy en mi mejor momento aunque tengo buena salud y no siento los 68 años que me marca el calendario", alegó, esperanzado con que vendrían tiempos mejores.
Y así fue. Un año después, en 2019, aquel 'calvo' de la Lotería al que en alguna ocasión llegó a maldecir le permitió volver a lo grande a la televisión española. Pescanova, en esta fiebre por crear el anuncio navideño más emotivo de la temporada, decidió ficharle y devolverle el cariño de esa gente que Clive Arrindell pensó que le había olvidado.
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