Hacen ejercicio, ven la tele, leen, incluso, reciben paquetes 'a domicilio'... aunque son las redes sociales el vehículo que les lleva de vuelta al mundo real, el mismo del que el coronavirus, cuya cifra de muertos ya ha superado los 1.000, les ha separado. Los 3.700 pasajeros del crucero 'Diamond Princess', anclado en el puerto de Yokohama, en Japón, desde hace más de una semana, permanecen aislados, en cuarentena, dentro del que creían sería el medio para disfrutar de unas vacaciones de ensueño.
'El mejor crucero internacional de Japón', con 1.337 camarotes y 18 cubiertas. Restaurantes, salas de ocio, spas, salas de arte, tiendas y piscinas es, sin duda, un lujoso espacio situado en medio del mar, donde sus pasajeros pueden disfrutar de casi todo… menos de su libertad. La lujosa embarcación se ha convertido en una "prisión flotante", que lejos de agradar a sus pasajeros, les transmite miedo e inseguridad por la inminente amenaza del virus de la que ya se han contagiado más de un centenar de personas a bordo. El 'Diamond Princess' se ha convertido en el mayor foco de infección por coranavirus fuera de las fronteras chinas, el epicentro de la enfermedad.
Los días pasan y la desesperación aumenta. Algunos de sus pasajeros, como la australiana Aun Na Tan, han decidido realizar un diario de abordo a través de sus redes sociales para contar cómo viven la cuarentena. Esta madre de familia, que viaja con su marido y sus hijos, comenzó su retransmisión hace seis día, a través de Instagram. "Sí, estamos en ese barco en cuarentena. Pero nos mantenemos tranquilos y positivos. Estamos a salvo. Estamos juntos", publicó junto a una foto en la que aparecía la familia en el camarote y acompañada por el hashtag 'cuarentena'.
Aun Na Tan también comparte imágenes de la comida que la tripulación les ofrece o del material que les brindan a los niños para que jueguen y se entretengan. Acostumbrándose poco a poco a que este, de momento, es su nuevo hogar, incluso piden paquetes a Amazon que les llegan al barco varado.
Otros pasajeros también ha deicidio contar su día a día a través de Internet. Es el caso de David Abel, quien viaja junto a su esposa en el crucero. Este hombre, que se define como un "viajero global y fotógrafo de la naturaleza", ha visto como en pocos días sus ganas de descubrir el mundo se han reducido tanto como el espacio donde ha pasado sus últimos siete días, un camarote, sin ventanas, que comparten con ella.
Solo pueden salir a la cubierta 90 minutos al día para tomar un poco de aire fresco, siempre que se mantengan a una distancia mínima de un metro con el resto de pasajeros y usando mascarilla. "Debemos revisar nuestra temperatura de forma regular y, si se incrementa por encima de lo normal, contactar a los servicios médicos a bordo", cuenta a través de los vídeos colgados en Facebook.
"Aquellos días de lujo en que un camarero venía a hacerte la cama y te dejaba un chocolate sobre la almohada se acabaron. Tenemos que mantener la limpieza e higiene de nuestra propia habitación", relata Abel. Los recursos son limitados a bordo y los pasajeros son conscientes de ello, aunque en los últimos los días la calidad de los servicios ha sido "excelente".
El aislamiento da paso a la creatividad y el humor se convierte en una vía de escape. Karey Maniscalco viaja junto a su marido Roger. Esta pareja de americanos también retransmiten sus vivencias a través de Facebook. Con vídeos conjuntos y por separados interactúan con sus seguidores para hacer la cuarentena más llevadera o se inventan amigos. Como si de Tom Hanks y 'Wilson', en 'Náufrago', se tratara, Karey también ha encontrado un nuevo compañero de viaje, cuyo nombre es el mismo que el del amigo imaginario que tuvo el actor estadounidense, por cierto.
Cualquier distracción es buena para no pensar en la realidad que les acontece. Para no pensar en por qué les ha ocurrido esto, cuándo terminará todo y cuándo podrán volver a sus casas. De momento son 130 los pasajeros contagiados, pero más de 3.000 los que permanecen en cuarenta -algunas han sido trasladadas a hospitales-. Más de 3.000 historias diferentes que contar que podrían ayudar a que el resto del mundo entienda cómo es enfrentarse a un aislamiento impuesto por una enfermedad desconocida, cuya cifra de afectados sigue aumentando.