Polly, Annie, Elizabeth, Catherine y Mary Jane son las cinco víctimas de Jack el Destripador. Lo único que estas mujeres tienen en común es que murieron a manos del mismo individuo en 1888 en el este de Londres. Nunca se conocieron. Y su asesino nunca fue identificado. Sin embargo, durante más de un siglo se ha mantenido la teoría de que todas ellas eran prostitutas.
Ahora, la historiadora británica Hallie Rubenhold ha desconcertado al mundo entero desmontando esa idea en un libro titulado “The Five” (Las Cinco). La primera sorprendida por este descubrimiento fue la propia autora. Y es que se había embarcado en esta investigación pensando que iba a escribir una obra sobre “las prostitutas más famosas del siglo XIX”. Pero, tras una exhaustiva investigación, solo encontró pruebas de que dos de ellas hubiesen recibido dinero a cambio de sexo en algún momento de su vida.
Entonces, ¿cómo acabaron con esa etiqueta? En el momento de los crímenes uno de los comentarios más escuchados era que “una mujer respetable no caminaría por las calles del barrio de Whitechapel a esas horas de la noche”. Esa suposición, según Rubenhold, “influyó en la investigación policial” y no hubo mucho interés en resolver el caso.
Durante más de 130 años el protagonismo se lo ha llevado su asesino en serie, mientras que ellas fueron deshumanizadas y olvidadas. Este homenaje de casi cuatrocientas páginas reconstruye, por primera vez y de forma justa, la vida de unas mujeres que no eran originariamente de ese barrio de Londres, y que tuvieron la mala fortuna de estar en el lugar equivocado en el momento equivocado.
Polly Nichols, la primera víctima, era hija de un herrero. Se casó con un maquinista de imprentas y tuvo 5 hijos. Su vida se torció cuando su marido la engañó con una vecina. Polly se fue de casa. Y sabemos que en un momento dado durmió en la calle. Encontraron su cuerpo sin vida el 31 de agosto de 1888.
Annie Chapman. Hija de un soldado muy respetado. Creció en una familia de clase media. Vivió entre el prestigioso barrio de Knightsbridge y la localidad de Windsor, cerca de los Reyes de Inglaterra. Se casó con un cochero, vivió en una casa de campo y tuvo ocho hijos, pero cuatro de ellos sobrevivieron solo unos días o semanas, otro quedó paralítico y su hija mayor murió de escarlatina. Sus problemas de alcoholismo llevaron a ingresarla en un sanatorio. Su marido la echó de casa y se encontró sin techo. Fue asesinada el 8 de septiembre.
Elizabeth Stride. Nació en Suecia. Hija de un granjero, se trasladó a la ciudad de Gotemburgo, donde trabajó en el servicio doméstico. Quedó embarazada y contrajo sífilis, lo que le causó muchos problemas. Viajó a Londres y se casó con un carpintero. Regentaba una cafetería. Su matrimonio fracasó. Falleció el de 30 septiembre.
Catherine Eddowes. Era hija de un sindicalista del norte de Inglaterra. Perdió a sus progenitores cuando era una adolescente. Trabajó en fábricas. Escribía baladas. Fue víctima de violencia doméstica por parte de su pareja. 30 septiembre.
Mary Jane Kelly. Es de la que menos sabemos. En su caso hay pruebas de que trabajó como prostituta de alto estatus en los mejores barrios de Londres. En un momento dado fue víctima del tráfico de mujeres y acabó en un burdel de París del que logró escapar. Se escondió de sus captores en el este de la capital británica. La encontraron asesinada en la habitación en la que se refugiaba el 9 de noviembre.
Mary Jane era la más joven de todas (25 años) y la única que murió en el interior de una vivienda. Las otras cuatro tenían más de 40 años y las encontraron en la calle. El forense aseguró que todas ellas habían muerto recostadas y no había signos de que se hubiesen defendido. Pero la Policía, en lugar de concluir que habían fallecido mientras dormían (algunas en ese momento de su vida tenían problemas para costear un alojamiento y algunas noches dormían al raso), apostó por la teoría de que eran prostitutas y los periódicos, ansiosos por ganar dinero, publicaron esta teoría.
Vidas profundamente tristes “Son personas como tú y como yo”, insiste la escritora. “Eran hijas, esposas, madres, hermanas y amantes. Eran seres humanos”. Todas sus historias son profundamente tristes. Sus vidas se torcieron en un momento dado y cada una tuvo que luchar su propia batalla personal en una época victoriana en “la que una mujer sin un hombre no era nadie; se las consideraba unas fracasadas”. Para Rachel Cook del dominical “The Observer” esta investigación “expone la misoginia en el corazón del mito”.
Lo que ha hecho Hallie Rubenhold publicando la biografía de estas cinco mujeres se ha llegado a definir en el Reino Unido como un acto “revolucionario”. Y es que lo habitual en este país es escribir libros con una nueva teoría sobre la identidad de Jack el Destripador y no rebuscar en archivos para contar la verdad sobre sus víctimas y hacer por fin justicia, aunque sea más de un siglo después.