Numerosos rusos y ucranianos conviven sin problemas en España. Ahora, desde la distancia, los ciudadanos de ambos países observan la guerra y sufren todo lo que ocurre entre sus compatriotas desde el pasado jueves.
Ana vive pegada a su ordenador desde que estalló el conflicto. "Es Ucrania 24 horas, todo el día encendido", comenta. Los padres de Dimitri viven a solo 60 kilómetros de la frontera con Polonia, el joven asegura que están aterrados. "Están cerca de Leópolis. Ayer estaban bombardeando la zona. Están en el sótano de una casa con un niño pequeño", comenta.
Liudmila habla sobre el conflicto con tristeza y angustia. "La última vez que hablé con mis padres y mis primos era como hace cinco horas. Y no hay noticias de ellos", explica la mujer ucraniana, quien confiesa que hace más de dos días que no come ni duerme.
No despega la mirada del móvil. "Miro a ver si hay mensajes de mis familiares. Aunque no me respondieron veo que recibieron el mensaje. Eso significa que están vivos", añade la mujer, que trata de contener las lágrimas.
En Canarias, las comunidades rusas y ucranianas son cuantiosas. La convivencia entre ambas es afectuosa y amigable, según cuenta Natalia, una mujer rusa residente en Tenerife. Asegura que en las islas no hay ninguna desaveniencia entre las dos nacionalidades. Son sociedades hermanas, apuntan.