Tres cumbres para cerrar filas contra Rusia: UE, G7 y OTAN
Bruselas recibe en unas horas a los líderes mundial para acordar una acción común contra la Rusia de Putin
Bruselas, la capital mundial de las cumbres internacionales, tendrá trabajo extra este jueves y viernes. Las potencias noroccidentales, con el añadido de Japón, apretarán las filas para mostrar unidad contra la Rusia de Vladimir Putin y su guerra de conquista contra Ucrania. La capital belga acoge en dos días una cumbre europea y una cumbre de la OTAN. Alguien se debió dar cuenta de que invitando a Japón daba para hacer una cumbre del G7.
Joe Biden robará el protagonismo a Emmanuel Macron, Mario Draghi y Olaf Scholz. Ellos cuatro serán los únicos que estarán en las tres reuniones porque Biden fue invitado, en un hecho excepcional, a participar en el Consejo Europeo. No Boris Johnson, cuya comparación de la resistencia ucraniana con la salida británica de la Unión Europea muestra que los brexiters no terminan de asimilar con normalidad su nueva situación, que deben seguir justificando. El canadiense Justin Trudeau se dirigió ya este miércoles al pleno del Parlamento Europeo.
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Bruselas es una ciudad donde pueden reunirse 4 consejos de ministros el mismo día (108 ministros de 27 países) sin que apenas se altere la vida ciudadana. Eso cambia cuando aterriza en Zaventem el Air Force One y los aviones que le acompañan. Entonces llegan los cortes de carreteras, decenas de todoterrenos negros de cristales tintados y las medidas excepcionales de seguridad.
En cuanto se va el presidente estadounidense todo vuelve a la compleja normalidad de una ciudad que en gran parte vive ajena a estos tenderetes.
La cumbre de la OTAN servirá para ratificar las medidas ya aprobadas por los ministros de Exteriores y de Defensa la semana pasada. La Alianza Atlántica desplegará de forma permanente más bases, más medios militares y más tropas en su flanco oriental. Y volverá a enviar a Moscú el mensaje de que si toca un solo centímetro de territorio de cualquiera de los 30 Estados miembro de la OTAN habrá declarado la guerra a los 30. Todos para uno y uno para todos, como dice el artículo 5 del Tratado del Atlántico Norte.
También se discutirá sobre armas, para seguir enviando a Ucrania todo lo que se pueda. Lo último son antiaéreos S300, similares pero de menor alcance que los S400 rusos, pero que los soldados ucranianos deberían poder usar sin mucho entrenamiento. Ucrania pide cazabombarderos y aunque Polonia, Eslovaquia y Hungría tienen Migs de fabricación soviética que podrían servir a los pilotos ucranianos no hay acuerdo y ni siquiera está claro cómo se enviarían. Lo que sí habrá son baterías de patriots para hacer de escudo en Polonia ante posibles misiles rusos.
La cumbre europea tendrá más enjundia. La bronca por los precios de la energía llegará cuando ya no esté Biden en la sala, probablemente el viernes. Queda feo discutir delante del invitado. Con el estadounidense se hablará de mantener la coordinación y las sanciones contra Rusia, de hacer pagar a Moscú el ataque a Ucrania. Washington ha ido dejando que los europeos asuman el protagonismo político en las últimas semanas y esta visita mostrará que la Administración estadounidense está en la misma línea de las europeas.
Aprovechando que el Biden pasa por Pisuerga, los gobiernos del Este empujarán otra vez para que los 27 otorguen cuanto antes a Ucrania el estatuto de país candidato a la adhesión. Ya son nueve. Y este martes lograron el apoyo de un peso pesado, la Italia de Mario Draghi. Ese estatuto no prefigura que algún día Ucrania pueda entrar (Montenegro lleva 14 años como candidato y sólo ha negociado tres de los 33 capítulos necesarios) pero es un martillazo sobre la mesa larga, larga de Putin.
También hablarán de sanciones
Los gobiernos se dividen en tres grandes grupos. Unos, liderados por Polonia y los bálticos, quieren ya más sanciones y que se incluyan los hidrocarburos. Otros, con Alemania a la cabeza, quieren esperar para ver el efecto de las ya aprobadas sobre la economía rusa. El tercer grupo, que se mueve en medio, espera que al menos se puedan cerrar los agujeros que permiten escapar de las sanciones a algunos oligarcas y a algunos sectores económicos rusos.
Washington quiere apretar más a Rusia y eso pasa por implantar ya un embargo euro-estadounidense a las importaciones de hidrocarburos rusos. Cada vez son más países europeos los que están en esa línea pero Biden deberá convencer a Alemania, Italia y Hungría.
La cumbre desde su sofá
Las cumbres tienen puntos de vista alternativos, paralelos. En algunas capitales se dedicarán a contar cuántos segundos estuvo su jefe de Gobierno con Mr Marshall. Algunos no estarán ni un segundo y habrán perdido otra oportunidad sin saber si fue la última. Otros tal vez se limiten a un pequeño paseo por un pasillo.
Se estudiará si su dominio de idiomas le bastó o si “es very difficult todo esto”. También si tuvo “bilaterales” importantes, si se reunió en privado con Macron y con Draghi o con Eduard Heger, Robert Abela o Arturs Krisjanis Karins. ¿No conocen a Heger, Abela o Karins? Biden probablemente tampoco.
Se hablará de Ucrania y de energía, pero algunos medios preguntarán a Draghi por la última salida de tono de Salvini, a Sánchez por Ayuso, a Macron por el último ladrido de algún ultra y le dirán a Scholz si se ve con la misma auctoritas de Merkel. Más de uno mirará a Sanna Marin más allá de lo que la cortesía diplomática permite y gracias a que ya no está Berlusconi. Ese miraba más de la cuenta a todas. Orban reirá al llegar y al salir, porque él vine a jugar y el resultado normalmente le da igual.
Desde el sofá de casa, en pantuflas, algún eurodiputado que alguna vez soñó con ser ministro o comisario europeo y que ahora se dedica a recoger firmas lamentará que su presidente no esté en la mesa del G7 y pensará que tiene una brillante idea para un tuit.
Biden, como Bush Jr., como Obama, como Trump, pasará por Bruselas deprisa y corriendo, verá una autopista vacía, unas pocas calles vacías, volverá al Air Force One, se pondrá las Aviator y volará a Polonia, la gran vecina occidental de Ucrania, el gran frente de la OTAN y la Unión Europea en esta guerra.
Recordará cuando miró a los ojos a Vladimir Putin y vio un hombre sin alma. Se acercará tal vez hasta la frontera, a menos de 100 kilómetros de Lviv, Ucrania hoy y Polonia hasta el final de la Segunda Guerra Mundial. En Lviv nació justo en 1945 el poeta polaco Adam Zagajewski. En 2014 le dijo a este periodista: “La sociedad rusa ha tomado una espada por timón".
¡Qué razón tenía!