József Szájer era un perfecto desconocido fuera de Hungría hasta que el pasado viernes la policía de Bruselas irrumpió en el apartamento donde una veintena de hombres desnudos celebraban una orgía y ese ciudadano húngaro de 59 años fracasó al intentar escapar a la calle descolgándose por un desagüe.
Con las manos ensangrentadas, que la Fiscalía supone que se hirió al intentar huir del apartamento situado en una primera planta de la calle Rue des Pierres, Szájer fue identificado por la policía, que había acudido al lugar alertada por los vecinos de que había una fiesta que no respetaba las restricciones por la pandemia. Al revisar sus enseres encontraron una pastilla de éxtasis.
La noticia, conocida el martes, se habría quedado en una anécdota local en un país bastante liberal como Bélgica si no fuera porque Szájer es eurodiputado del partido ultraconservador húngaro Fidezs del primer ministro de Víctor Orban, al que organizaciones LGTBI+ acusan de homófobo, además de redactor de la Constitución que veta el matrimonio homosexual y marido de una jueza del Tribunal Constitucional de su país.
Más allá de la inmediata dimisión del político húngaro, multado por no respetar la normativa contra el coronavirus e investigado ahora por tenencia de narcóticos, la bacanal que fue interrumpida y en la que había varios diplomáticos, ha abierto una puerta delicada relacionada con el límite de la vida pública y privada de los cargos políticos, especialmente cuando sus comportamientos contradicen sus proclamas ideológicas.
"Siempre viene gente de la comunidad diplomática de diferentes países cuyos gobiernos no les permiten ser libres. Ellos siempre son bienvenidos en mi casa", explica a Efe el anfitrión de la fiesta, David Manzheley, que no indica si se lucra con esos eventos.
Acompañado por un perro grande y mofletudo, el organizador de la orgía -en concreto en la disciplina de "gang bang" o sexo grupal, según dijeron fuentes policiales a la prensa local- se explica en un piso con pocos muebles y las paredes repletas de decoraciones de Halloween de bazar, con telarañas falsas y calabazas de plástico.
La estancia, desordenada, contiene un sofá gastado y manchado y un colchón raído en el suelo con varios objetos sin importancia encima. También se aprecia un atril en el que se podría colocar un reproductor de música.
Manzheley no conocía a Szájer. Organiza sus orgías a través de "una aplicación para eventos de sexo en grupo" y permite que sus invitados traigan, a su vez, más amigos. Así llegó el político del grupo del Partido Popular Europeo a su fiesta. Se preocupa sólo de que nadie tenga Sars-CoV-2 ni VIH.
"Este fue un evento especial para gente que había declarado que ya habían pasado el coronavirus porque era una fiesta en la que los condones no estaban permitidos, así que la gente tenía que declarar que no tenía sida", dice Manzheley, que añade que, cuando no hay restricciones por la pandemia, se juntan "unas cien personas" en su piso.
El anfitrión, de 29 años, está convencido de que no fueron los vecinos los que llamaron a la policía, sino "competidores" que organizan eventos similares y pretenden "atraer hombres a sus propias fiestas", en detrimento de las suyas. Y denuncia, además, una actitud homófoba por parte de los 15 agentes que llegaron a su casa a las 21.20 del pasado viernes.
"La policía empujando a hombres desnudos mientras practicaban sexo pidiendo sus tarjetas de identidad. Yo creo que estaban buscando pelea. ¿Por qué la policía le pediría la documentación a alguien que está desnudo?", se pregunta.
"Sentimos que es necesario que se emprendan acciones contra la policía porque pensábamos que aquí en Bruselas podríamos estar seguros y protegidos, pero desgraciadamente la policía empezó a insultarnos diciendo 'maricones' y cosas mucho peores", comenta Manzheley sobre unos hechos que no denunció Szájer en un comunicado en el que reconoció haber estado en la fiesta, pero negó consumir drogas.