El Congreso del Partido Conservador ha arrancado en Manchester dominado por el Brexit. “Get Brexit done!” es el lema que se lee en cada uno de los carteles que empapelan el centro de convenciones. “¡Implementemos el Brexit de una vez por todas!” es la frase más repetida estos días: Boris Johnson la pronuncia en cada entrevista, en cada discurso, y también sus ministros…
Y es que el objetivo es ofrecer una imagen de unidad de cara a la galería, aunque en privado algunos confiesen sentirse incómodos con un primer ministro que está continuamente en el centro de la diana y cuestionado por su conducta personal y profesional.
El último escándalo lo ha sorprendido ya en Manchester. Y tiene que ver, una vez más, con una mujer. La nueva columnista del Sunday Times, Charlotte Edwardes, se estrenó ayer con un artículo en el dominical británico en el que revelaba cómo durante un almuerzo Boris Johnson agarró con su mano uno de sus muslos, algo que, como supo después, hizo también con la mujer que estaba al otro lado. Desde Downing Street lo han negado pero, curiosamente, el Ministro de Sanidad, Matt Hancock, y la ex Ministra de Trabajo, Amber Rudd, han salido en defensa de la periodista.
Una polémica que planea en este congreso cuando no se ha llegado aún al fondo del caso de la empresaria Jennifer Arcuri que, supuestamente recibió dinero público y acceso privilegiado a viajes comerciales internacionales liderados por Johnson. Un capítulo de esta telenovela, que podría ser investigado por la policía, al que se unen ahora los titulares sobre las cuatro amigas a las que supuestamente confesó su relación amorosa con en el que era por aquel entonces alcalde de Londres.
El otro tema que ha marcado el arranque del cónclave conservador es su negativa a pedir perdón por el uso de lenguaje agresivo y aceptar su responsabilidad por el grado de crispación que se vive en el país, donde diputados, y especialmente diputadas, están recibiendo amenazas, algunas de ellas de muerte, por parte de defensores del Brexit. Un panorama muy preocupante que no ha frenado al Primer Ministro a seguir usando durante las últimas horas metáforas militares, como “surrender bill” (el proyecto de ley de la rendición), en referencia a la legislación aprobada por el Parlamento y que pretende prevenir el próximo 31 de octubre una salida de la Unión Europea sin acuerdo.
Un lenguaje desafiante que, durante la primera jornada del congreso, también usó el Ministro de Asuntos Exteriores, Dominic Raab: “La gente está harta de que los líderes europeos no respeten a los primeros ministros británicos”. Y es que la presión del Partido del Brexit de Nigel Farage obliga a los tories a mantener una línea dura sobre la salida o corren el riesgo de perder muchos votos. “Nos iremos a finales del mes que viene”, insistió ayer, una vez más, Dominic Raab. Pero, ¿cómo? La respuesta a esa pregunta sigue siendo una incógnita.
Según un sondeo de la empresa ConHome, el mes pasado un 78% de los miembros del partido opinaban que el Reino Unido saldría antes de Halloween; ahora solo lo cree un 48%.
La estrategia de Boris Johnson es combinar su mensaje tajante sobre el Brexit con una batería de promesas que los ciudadanos quieren oír después de años de austeridad impuesta por los últimos gobiernos conservadores (desde 2010): más hospitales, más dinero para colegios o la contratación de 20.000 policías, la misma cifra que curiosamente recortó Theresa May cuando era Ministra del Interior.
A eso se une la que han llamado “revolución de la infraestructura”. Este lunes el Ministro de Economía, Sajid Javid, detallará un plan de miles de millones de euros para carreteras, autobuses y la red de internet, con el que Boris espera que se desvíe la atención sobre los escándalos que lo han salpicado estos últimos días.
Mientras, en Westminster, a más de 300 kilómetros de Manchester, la oposición se organiza para derrocarlo. Crecen los rumores de que esta semana podría presentarse una moción de censura. Pero antes de que eso ocurra, es necesario consensuar el nombre de un político que no sea el líder de los laboristas, Jeremy Corbyn. Se busca con urgencia a una persona que agrade a los distintos partidos de la oposición, además de a los conservadores rebeldes. Sería Primer Ministro o Ministra de manera temporal hasta que se celebren unas elecciones generales. Suenan nombres como los veteranos Kenneth Clarke (conservador), Harriet Harman (laborista) o la ex Ministra de Asuntos Exteriores, Margaret Beckett (laborista).
“La Historia nunca os perdonará” era la amenaza ayer del Ministro de Asuntos Exteriores a los diputados tories rebeldes, mientras que el líder de los conservadores en la Cámara de los Comunes, el ultra conservador Jacob Rees-Mogg, dijo que la idea de un Primer Ministro interino al frente de un gobierno de “unidad nacional” llevaría a “un golpe de Estado de los defensores de la permanencia en la UE para frustrar lo que votaron 17,4 millones de ciudadanos”.