Diana Shale tenía solo siete años cuando su padre empezó a abusar sexualmente de ella cada noche. Le decía que la mataría si se lo decía a alguien. A sus 50 años, esta mujer admite que lo único que la mantuvo con vida en aquella pesadilla de abusos fue su poni, Belleza. De ahí que Diana haya puesto los caballos en el centro de su vida con un centro de equinoterapia.
“Aprendí desde el principio que solo había una forma para encontrar consuelo, y era con mi caballo, el único ser en mi vida que mostraba verdadera empatía, sintiendo cuando era infeliz y brindándome el consuelo que tanto necesitaba '', dice Dina, que hoy es una mujer casada y con dos hijos, que vive en Hinckley, Leicestershire.
”Si estaba enojada o ansiosa, Beauty no me dejaba subirme o acercarme demasiado, así que rápidamente aprendí que necesitaba calmarme, ralentizar mi respiración y mis movimientos si quería pasar tiempo con ella, algo que resultó increíblemente útil en todas las áreas de mi vida”, afirma en declaraciones al Daily Mail.
Ya de adulta Diana sufrió ansiedad, depresión y terribles flashbacks. A pesar de todo, fue madre con 20 años, de Joseph y Georgina. Sin embargo no buscó ayuda hasta los 30 años cuando le diagnosticaron trastorno de estrés postraumático complejo, consecuencia de los abusos sexuales repetidos.
La terapia no fue suficiente. Fue cuando su hija Georgina acudió a clases de equitación cuando Diana recordó el placer y la tranquilidad que le aportaban los caballos. Poco después cayó en sus manos un libro de Linda Kohanov, una líder estadounidense en psicoterapia con caballos. Eso la animó a formarse en la equinoterapia.
Hoy en The Way Of The Horse, su fundación, ayuda a las personas superar sus traumas y problemas. En el último año, entre esas personas están los sanitarios, que se han dejado la piel en la lucha contra el coronavirus desde que estalló la pandemia hace más de un año.
El equipo de Dina está formado por un neuropsicólogo, un hipnoterapeuta y un profesor de meditación. Los participantes aprenden cómo los caballos pueden ayudarlos a sintonizarse con sus cuerpos, sobrellevar el estrés y la ansiedad y recuperarse del trauma.
"Inmediatamente después de un trauma, un caballo, como la mayoría de los animales, libera emociones negativas al permitir que todo su cuerpo se sacuda", explica Dina, que añade que "los humanos, por el contrario, tienden a absorber el trauma, reprimiendo nuestras emociones".
En el último años, Diana y su equipo han ayudado a 45 personas, muchas de ellas enfermeras, paramédicos y policías en la pandemia de coronavirus. Entre ellos está Amanda White, de 50 años, enfermera de UCI.
“Pasé de manejar a un paciente realmente enfermo, la normal en la UCI, a administrar tres o cuatro, además de tratar de apoyar al personal subalterno y a otras enfermeras sin formación en cuidados intensivos”, cuenta Amanda.
Ella está obsesionada por llamar a los familiares de los pacientes de covid para que puedan decir su último adiós. Durante la segunda ola, solo uno de cada diez de los que se pusieron en ventiladores sobrevivió, y en un período espantoso de dos días hubo 11 muertes en la UCI de Amanda. Además, esta enfermera debe atender a su hija de 17 años con anorexia.
Amanda conocía la terapia con caballos precisamente por la enfermedad de su hija. La adolescente al principio no quiso asistir pero con el tiempo, recuerda la enfermera, fue muy positivo para ella. Así que decidió llamar a Diana que le sugirió que se apuntara a Project Pony.
"Estar en la naturaleza con los caballos proporcionó un maravilloso escape de las exigencias del día a día", admite Amanda. "Realmente me ayudó a calmar las constantes reacciones de lucha y a hacer frente a mis roles como enfermera y madre".
Iba mejorando cuando su sobrino de 24 años falleció por un problema renal a causa del covid. "Fue la gota que colmó el vaso. El duelo por mi sobrino abrió la caja de Pandora, y todo el dolor que había sentido por cada uno de los pacientes que habíamos perdido durante el año anterior salió a raudales", ha contado al citado diario.
A día de hoy, diagnosticada de trastorno de estrés postraumático, Amanda asegura lo único que la ha mantenido en marcha son las sesiones del Proyecto Poni.