La tensión diplomática entre Venezuela y España se incrementa
El embajador de España en Venezuela, Jesús Silva, sale del país en el peor momento diplomático entre ambos países
72 empresas españolas operan actualmente en Venezuela
Ambos países mantienen relaciones bilaterales desde 1845 tras la declaración de independencia del país caribeño
España y Venezuela no están atravesando su mejor momento en lo que a relaciones diplomáticas se refiere. El que fuera embajador de España en el país caribeño, Jesús Silva, durante los últimos tres años, acaba de dejar Caracas en un vuelo de repatriación rumbo a Madrid después de una etapa no exenta de polémica al frente de la sede diplomática española.
Silva siempre manifestó su apoyo públicamente al presidente interino de Venezuela, Juan Guaidó (incluso fue a recibirlo junto a otros diplomáticos europeos al aeropuerto de Maiquetía en marzo de 2019 cuando volvía de una gira internacional que reforzó su imagen en el mundo), y en enero de 2018, incluso, fue expulsado durante tres meses por el gobierno de Maduro tras un paquete de sanciones que lanzó la UE contra Venezuela.
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Ahora, pareciera que Jesús Silva se ha ido a la carrera, y sin ostentación ni despedidas formales, solo un mensaje escueto en sus redes sociales en el que pedía “perdón” por las cosas que no hizo y aseguraba que han sido “unos años muy intensos” que le han aportado mucho.
Pero si bien es cierto que su relevo formal se anunció hace varias semanas, pareciera que los últimos acontecimientos en Venezuela lo precipitaron. Nicolás Maduro señaló directamente al diplomático español como cómplice de Leopoldo López en su huida del país el pasado 24 de octubre, algo que Silva ha negado rotundamente e incluso ha dicho que lo han utilizado “como chivo expiatorio”. El mandatario chavista no escatimó en insultos en su contra en una alocución pública llamándolo racista, colonialista y militante de la derecha del PP; y en un tono cargado de desprecio pocos días antes de su salida señaló: “Te vas, Jesús Silva, y no te queremos ver más nunca. Ojalá pudiésemos ponerle un avión para que se vaya mañana”.
Leopoldo López llevaba un año y medio conviviendo con Silva y su esposa en su residencia en Caracas en la exclusiva zona del Country Club. Allí entró en calidad de huésped invitado el 30 de abril de 2019, después de una jornada que pasará a la historia de la Venezuela reciente, cuando él y Juan Guaidó junto a otros líderes opositores y varios militares rebeldes, trataron de llevar a cabo una insurrección contra el régimen que terminó siendo un estrepitoso fracaso; y a López, condenado a 14 años de prisión por la justicia venezolana, le tocó pedir refugio.
Primero lo hizo en la embajada de Chile, donde le dijeron que no, y después llamó a la puerta de España. Al gobierno de Pedro Sánchez no le quedó otro remedio que asistirle, por los vínculos históricos y económicos tan importantes que hay entre ambos países y por la presencia de un gran sector de la oposición venezolana, así como de la familia del propio López, en el país de acogida, en este caso España (el padre del líder opositor, Leopoldo López Gil, hace años que fijó su residencia en Madrid e incluso es eurodiputado por el PP).
“España recibió al huésped y no se equivocó. No tuvo más remedio que recibirlo. Pero con el paso de los meses, cualquier huésped se convierte en una incomodidad, sobre todo siendo un hombre tan activo como lo es Leopoldo”, sostiene en entrevista con NIUS, Carmen Fernández, consultora política de DataStrategia y profesora invitada de la Universidad de Navarra. Por su parte, el internacionalista y politólogo venezolano, Carlos Romero, asegura a este medio que “Leopoldo López tenía un centro de operaciones políticas en la embajada y potencialmente era más molesto para los intereses del gobierno de Venezuela tenerlo en una embajada como invitado que tenerlo fuera”.
El experto asegura que López “veía gente, se movía electrónicamente, daba instrucciones en cooperación con el gobierno provisional de Juan Guaidó y recibía visitas a medianoche”. “Ahora, el líder opositor ha trasladado su centro de operaciones a España donde puede moverse con mayor libertad y le veremos dar vueltas por todo el mundo proyectando el gobierno interino opositor”, explica.
Relaciones bilaterales "tensas"
Otro de los escollos más polémicos que amenazan la relación bilateral entre España y Venezuela ha sido la manera, todavía misteriosa, de la salida de López. El opositor no ha querido desvelar los detalles de cómo consiguió salir del país, aunque ha dicho que sólo sabían de su fuga cinco personas, y que para salvaguardar su seguridad no explicará hasta más adelante cómo transcurrieron los acontecimientos.
Sin embargo, para la politóloga Carmen Fernández, tuvo que tener “complicidad interna a todos los niveles”. “En Venezuela no puedes recorrer km de carretera sin superar numerosas controles y alcabalas militares. Hay que conocer la realidad del país para entender las dificultades enormes que tiene llevar a cabo una acción como la de Leopoldo sin complicidad y apoyo desde el gobierno”, explica.
Y así es. Venezuela es uno de los países del continente latinoamericano donde probablemente, la logística para moverse por su interior y a través de sus maltrechas carreteras, sea más complicada. La cuarentena, los controles constantes por parte de militares deseosos de cobrar vacunas (multas, dinero) a los conductores, así como la grave escasez de gasolina, convierten prácticamente en misión imposible cualquier movimiento que no esté perfectamente planificado con detalle de antemano.
El gobierno de España no ha tardado en responder a los insultos de Nicolás Maduro y no enviará nuevo embajador a Caracas tal y como estaba previsto. El sustituto de Silva iba a ser el actual embajador de La Habana, Juan Fernández Trigo, que ahora ocupará el cargo de Encargado de Negocios. Fernández Trigo todavía no ha llegado al país, tampoco hay fecha de llegada prevista según afirman fuentes de la sede diplomática española en Venezuela, y en estos momentos se encuentra al mando Rodrigo Campos, el actual ministro consejero, con apenas unos meses de residencia en el país caribeño.
¿POR QUÉ ESPAÑA Y VENEZUELA NO PUEDEN ROMPER RELACIONES?
A pesar de este momento (tan) delicado, parece muy improbable que España y Venezuela rompan relaciones de manera rotunda y radical. La relación entre ambos países es histórica (y necesaria) por varios motivos y en total suman 174 años de relaciones con altibajos; desde que firmaran el Tratado de Paz y Amistad en 1845, tras la independencia del país sudamericano.
Además, desde 1976, y en lo que a visitas oficiales se refiere, según recoge la Agencia EFE, se han producido 18 visitas de la Familia Real o presidentes del gobierno español a Venezuela. En 2013, Felipe VI, entonces Príncipe de Asturias, asistió al funeral de Hugo Chávez en Caracas, un hito para la historia del chavismo que todavía llora su pérdida. En sentido inverso, ha habido 16 visitas de presidentes venezolanos a España, nueve de ellas del propio Hugo Chávez.
MIGRACIÓN DE UNO Y OTRO LADO:
El flujo constante de migrantes entre ambos países, tanto de ida como de vuelta, durante las últimas décadas y también en la época actual, es una realidad incuestionable (e imparable).
En Venezuela, según el último Padrón de Residentes en el Extranjero, hay 173.456 ciudadanos españoles, siendo el tercer país del mundo con más españoles dentro de sus fronteras. Por su parte, en España, la comunidad venezolana ha se ha multiplicado durante los últimos cinco años, coincidiendo con la crisis económica y política durante el gobierno de Nicolás Maduro.
Actualmente hay 95.633 venezolanos empadronados en España a los que hay que sumar los casi 17.000 venezolanos que han recibido la nacionalidad española entre 2013 y 2017, convirtiéndose en la cuarta comunidad iberoamericana presente en este país.
EMPRESAS Y RELACIONES ECONÓMICAS:
Pero sin duda, la parte más importante y estratégica para no romper relaciones es la parte económica. Hay demasiados intereses en juego, sobre todo para España.
Actualmente, España es el segundo país inversor en Venezuela después de Holanda, y según datos de la Agencia EFE, a finales de 2015 la inversión directa española en Venezuela ascendía a 21.313 millones de euros, aunque solo un año después la cifra cayó a 1.381 millones debido a la devaluación cambiaria. Aún así, un total de 72 filiales empresas españolas continúan operando en Venezuela, entre las que destacan las poderosas Repsol, Telefónica, Mapfre y BBVA. También hay que destacar la presencia de Editorial Planeta, Santillana, Meliá, Hesperia, Air Europa, Dragados o Adecco.
En el año 2014, las exportaciones de España a Venezuela sumaban 541,6 millones de euros. En 2017 la cifra bajó a 110,9 millones. En cuanto a las importaciones desde Venezuela han pasado de 1.325 a 318,3 millones en el mismo periodo. El bajón es considerable, pero siguen siendo importantes.
De todas las empresas mencionadas anteriormente, la más importante (y la que más preocupa) es la petrolera Repsol, que llegó al país en 1993 y todavía permanece activa en el país sudamericano a pesar de las sanciones petroleras impuestas por EEUU y de la salida de Venezuela de otros grandes del petróleo como la rusa Rosneft o la estadounidense Chevron. Repsol se juega en el país caribeño activos valorados en 239 millones de euros.
En Venezuela, la petrolera española participa en Petroquiriquire con un 40% de la participación. Se trata de una empresa mixta compartida con la Corporación Venezolana de Petróleo (CPV), que posee el 56%; y Petróleos de Venezuela (PDVSA), con el 4%. Su principal actividad es la producción y venta de crudo y gas en el país, aunque debido a las sanciones se ha reducido considerablemente.
Para la politóloga y consultora política Carmen Fernández, las empresas españolas tienen razones de peso para quedarse. “Pensando en un eventual cambio político, tienen la enorme ventaja competitiva de estar bien situados en el lugar porque son líderes en el sector financiero, petrolero y de telecomunicaciones. Tienen la llave de la reconstrucción de Venezuela cuando llegue el momento”, asegura.
ELECCIONES PARLAMENTARIAS, ELECCIONES EN EEUU Y PAPEL DE ESPAÑA.
El próximo 6 de diciembre se celebrarán las polémicas elecciones parlamentarias en Venezuela, que en principio parece que no reconocerán ni la UE ni EEUU por considerar que no se cumplen las garantías democráticas suficientes para celebrar unos comicios limpios. En simultáneo, gran parte de la oposición venezolana, encabezada por Juan Guaidó, no acudirá a las urnas por considerar estas elecciones “un fraude de la dictadura”; y harán una “consulta popular” de manera digital y presencial entre el 5 y el 12 de diciembre para deslegitimar la votación y al gobierno de Nicolás Maduro.
España, en boca de su ministra de Asuntos Exteriores, Arancha González Laya, el pasado mes de octubre tras la reunión del Consejo en Luxemburgo, parece que se sumará al carro de la UE, al asegurar que “las elecciones parlamentarias del 6D no reúnen los requisitos necesarios desde un punto de vista democrático. Si esas condiciones no se dan, no podremos reconocer los resultados”.
Sin embargo, para los expertos, estas declaraciones forman parte de un acting bien preparado y necesario en política, pero no necesariamente real. España es el interlocutor natural entre Venezuela y Europa y así seguirá siendo después de los comicios, cuando se espera que vuelvan las negociaciones entre las partes con una oposición venezolana que necesita de manera urgente reinventarse debido a los fracasos constantes en su estrategia durante los últimos años y a la pérdida de apoyo popular.
La presencia, ahora, de Leopoldo López en España, puede favorecer esta nueva etapa que necesita la dinámica opositora.
Por su parte, la llegada de Joe Biden a la Casa Blanca también va a favorecer sin duda una nueva etapa en la negociación entre Venezuela y EEUU, con un posible relajamiento de las sanciones en pro de un diálogo con un objetivo fundamental: la celebración de unas elecciones presidenciales libres y con garantías democráticas y la implantación de un gobierno de transición.
En definitiva, muchas preguntas y escenarios posibles de cara a los próximos meses donde el papel internacional de España será fundamental pase lo que pase como interlocutor de primer nivel. La pregunta del millón será si Nicolás Maduro aceptará participar en un nuevo diálogo con objetivos alcanzables y sensatos por primera vez, con una negociación fructífera y sana donde todos cedan sin pegar un golpe de timón sobre la mesa para no caer, de nuevo, en el que hasta el momento parece un eterno círculo vicioso de desencuentro.