Taiwán, en su afán por ser reconocido como un país independiente, lleva décadas considerado como territorio hostil para China y, desde este lunes, también lo es para el aliado más potente del gigante asiático: Rusia. La agencia de noticias estatal rusa ha publicado la lista de países y territorios “enemigos” por haberse sumado a las sanciones que comandan Estados Unidos y la Unión Europea. Entre ellos se encuentra Taiwán, en una decisión que pone en alerta a su Gobierno y a su población, cuyo sentimiento de vulnerabilidad ha incrementado desde que Vladimir Putin decidió invadir Ucrania.
Los paralelismos entre lo que sucede dentro de las fronteras ucranianas y lo que podría suceder en la isla asiática son inevitables y la decisión de Moscú de incluir a Taiwán en la lista de países y territorios enemigos abre muchas puertas; ninguna ellas descubre un jardín de rosas precisamente. Todo lo contrario, la quimera del ministro de Asuntos Exteriores chino, Wang Yi, de comparar este lunes a la civilización humana con un jardín “diverso en el que las democracias de los distintos países deberían florecer”, se marchita con una sola idea: el que Taiwán, la democracia que China podría ser, haya entrado en la lista negra aviva definitivamente el frente asiático.
El comunicado deja claro que, aunque sea una isla con administración propia desde 1949, Taiwán es a los ojos de Rusia un territorio de China, pero no un territorio como pueda ser Gibraltar para Reino Unido (incluidos también en la lista), sino un lugar hostil, en una atmósfera bélica donde más que un jardín hay un volcán durmiente que se activa cada vez que los cazas chinos invaden espacio aéreo taiwanés. En los últimos seis meses han sobrevolado alrededor de un centenar de ellos en diversas ocasiones, aunque ninguno lo ha hecho desde el comienzo de los combates en el este de Europa.
El guiño de Putin a Xi Jinping tras tildar a Taiwán como un territorio “enemigo”, fortalece la “amistad sin límites” que ambos ensalzaron tras reunirse justo antes del comienzo de los Juegos Olímpicos de invierno en China. Tras el encuentro, firmaron un acuerdo de cinco mil palabras en el que sellaron su alianza frente a sus enemigos comunes. Según los servicios de inteligencia estadounidenses, el líder asiático ya sabía en aquel momento lo que sucedería en Ucrania y le pidió a su homólogo que no ejecutara la invasión hasta después de los JJOO. China desmiente la mayor a través del Gobierno del Partido Comunista, que hace malabares a tres bandas sin salirse de su discurso: los que dividen y tienen mentalidad de “guerra fría” son los estadounidenses, los británicos, los australianos y los europeos en general.
Mientras promete “mediar” entre Moscú y Kiev y su diplomacia insiste en que reine la paz, no pierde oportunidad para criticar a EE.UU. y tender la mano a Corea del Norte, al tiempo en que Kim Jong-un sigue realizando ensayos con misiles balísticos, tal y como sucedió la semana pasada y en otras siete ocasiones en lo que va de año. Es precisamente la impredecibilidad de los actores del frente asiático lo que hace tambalear la moral taiwanesa. Es como caminar a oscuras con la cabeza gacha y sentir iracundas miradas sobre la nuca, ese es el cosquilleo que notan los taiwaneses ante la respuesta de Occidente a la invasión rusa en Ucrania. Vislumbran a China tomando nota y planeando el cómo y el cuándo.
“Cuando vemos cómo evolucionan los acontecimientos en Ucrania... también observamos con mucha atención lo que China puede hacer con Taiwán”, señaló este lunes el ministro de Asuntos Exteriores taiwanés, Joseph Wu. “El peligro será que los líderes chinos piensen que la reacción occidental a la agresión rusa es débil y poco coherente, y que no tiene ningún impacto. Los chinos podrían tomarlo como una lección positiva. Estoy seguro de que los líderes chinos están observando e intentando sacar sus propias conclusiones”, prosiguió el ministro, quien tildó el encuentro y la declaración conjunta de Putin y Jinping en su reunión previa a los JJOO como una “expansión del autoritarismo”.
“El presidente Xi Jinping también ha hablado del rejuvenecimiento de la nación china, incluyendo la construcción militar en torno al país”, sentenció. Acongojados, aunque conscientes de que EE.UU. y sus aliados tienen gran parte de su atención puesta en la isla. El que Rusia haya incluido a Taiwán en la lista de “países y territorios enemigos” y el que a China le venga como anillo al dedo esta mención especial, obliga a alianzas como AUKUS (EE.UU., Reino Unido y Australia), creada para la cooperación mutua en la región Indo-Pacífico a estar alerta. En China, en cambio, piensan que este acuerdo trilateral hecho público en septiembre del año pasado, es una provocación más de Occidente que justifica su presencia marítima en lugares como el Mar de Arafura, ubicado justo al norte de Australia, y donde recientemente se apuntó con un láser desde una fragata china a un caza australiano.
Japón, Corea del Sur, Indonesia o Filipinas se unen a las naciones del Indo-Pacífico que están a la expectativa de ver lo que sucede en Taiwán, pieza estratégica clave en la Primera Cadena de Islas de defensa avanzada del territorio estadounidense (primera línea de contención que embotella al Ejército de Liberación de China desde Japón pasando por Taiwán y Filipinas, hasta llegar a Indonesia y Malasia).
Si la inclusión de Taiwán en la lista de enemigos de Rusia es una declaración de intenciones que pone sobre la mesa otras posibilidades aún más devastadoras, si cabe, que en Ucrania, a Occidente ya no le quedaría otra que involucrarse e ir más allá de las sanciones. China tiene una oportunidad de oro para no subirse al carro de la barbarie y poner algo de cordura al bloque que, gracias a su aliado, ha apretado primero el gatillo.