¿Acabará Boris Johnson el 2022 como primer ministro? Esta es la pregunta que se hacen muchos analistas políticos en el Reino Unido. Johnson empieza el año en su momento más bajo de popularidad como primer ministro desde que llegó al poder en julio de 2019 y ganó las elecciones en diciembre de 2019 con una mayoría de 80 diputados con la promesa de implementar el Brexit. Solo el 23% de la población cree que lo está haciendo bien, según YouGov, y el líder laborista, Sir Keir Starmer, ya lo supera en los sondeos. Los últimos escándalos (las fiestas navideñas ilegales en Downing Street, los sobresueldos de sus diputados y la lujosa reforma de su residencia oficial con dinero de mecenas), su pobre gestión de la pandemia, la falta de mano de obra provocada por el Brexit y la crisis económica que sufre el país han mermado su popularidad. Este año alcanza el ecuador de su legislatura y lo hace en medio de una fuerte crisis interna en su partido y con cada vez más diputados conservadores contrarios del rumbo que ha adquirido el país y que creen que sería mejor buscar a otro líder. Las elecciones locales del 5 de mayo en Inglaterra serán un buen termómetro para valorar su estado de salud política. Johnson tiene cinco grandes desafíos para este año.
Como en todas partes, el Covid es el principal problema de su Gobierno en estos momentos. En el Reino Unido siguen subiendo los contagios por la variante Ómicron y también las hospitalizaciones, que se han multiplicado por cuatro en Londres. Esta situación ha obligado a Johnson a desplegar al Ejército por los hospitales. El principal problema que tiene es que hay un importante grupo dentro de su partido que se opone a las restricciones y que le pide que priorice la economía. El primer ministro sacó pecho por ser el primer país del mundo en eliminar todas las restricciones y recuperar la normalidad el pasado mes de julio, aunque en diciembre se vio forzado a reimponer restricciones. La gestión del Covid ha sido el talón de Aquiles de Johnson por las malas decisiones que tomó desde el principio, cuando apostó por la inmunidad de grupo y reaccionó tarde y su popularidad cayó en picado. La mala percepción de su gestión en Inglaterra contrastó con la buena percepción de Nicola Sturgeon en Escocia, lo que espoleó el independentismo escocés. La gran apuesta de Johnson es la vacunación. El 60% de la población ya está vacunada con la tercera dosis. Se espera que la situación epidemiológica mejore en los próximos meses con la llegada del calor.
Aunque suene raro, un año después, el Reino Unido todavía no ha implementado el Brexit al cien por cien porque se ha dado cuenta de que es inviable tal y como lo firmó Johnson. El Reino Unido ha pedido a la UE renegociar el acuerdo y, en concreto, el Protocolo de Irlanda del Norte, que es la salvaguarda que trasladó la frontera comercial en la costa de Irlanda, rompiendo el mercado interior británico. Fue una concesión de Johnson a la UE y supuso una traición a los unionistas, que eran sus socios de gobierno entonces, para poder cerrar el acuerdo y ganar las elecciones. Ahora los unionistas están muy molestos por el devenir en la región. La UE está dispuesta a reducir el papeleo para los británicos en un 50% y los controles a productos alimenticios y fitosanitarios en un 80%. Pero Johnson quiere que se renegocie el Protocolo. La UE se niega y le pide a Johnson que cumpla con lo que firmó. Johnson amenaza con activar unilateralmente el artículo 16 del Protocolo que elimina la frontera interna. El Brexit y el nuevo sistema de inmigración han provocado una escasez de mano de obra y la mayoría de los sectores le reclama que relaje las medidas con los europeos. Las negociaciones se reabrirán este mes. De la resolución de este conflicto, depende el acuerdo de libre comercio entre Reino Unido y Estados Unidos ya que Biden defiende le exige a Johnson que cumpla con lo acordado en el Brexit.
Johnson ganó las elecciones de diciembre de 2019 con una mayoría absoluta de 80 diputados gracias al apoyo de 54 diputados de las circunscripciones electorales del noroeste de Inglaterra, el llamado “muro rojo”, que son los electores tradicionales laboristas, identificados con el color rojo. Por primera vez votaron a Johnson por dos motivos: implementar el Brexit y mejorar su nivel de vida e igualarlo con Londres y con el sur del país. O sea, igualar económicamente el país con una fuerte inversión en infraestructuras y una mejora del nivel de vida. Johnson creó el año pasado un ministerio con este fin, el ministerio de Nivelación, y puso a su hombre de máxima confianza, Michael Gove, al frente. Sin embargo, esta nivelación no solo no se ha materializado, sino que ha empeorado. El coste de la vida en el país ha aumentado de forma preocupante. Los precios de la energía han subido desmesuradamente y Johnson ha decidido subir los impuestos a partir de abril, que es cuando empieza el año fiscal en el Reino Unido, una medida muy impopular, ampliamente criticada no solo desde la oposición sino dentro de su propio partido. La última encuesta de Deltapoll dice que Johnson habría perdido el apoyo en el “muro rojo” ahora mismo y que los laboristas están 16 puntos por delante en intención de voto.
Johnson tendrá también que recuperar el liderazgo dentro de su propio partido. Cada vez hay más diputados conservadores que consideran que Johnson era el líder correcto para llevar a cabo el Brexit, como así hizo, pero no para gestionar la crisis que ha venido después con el Brexit y con la pandemia. El primer ministro ha perdido el apoyo de la facción más dura de su partido, aquella que quitó a Theresa May y le puso a él en julio de 2019. Esto se pudo ver en la votación en el parlamento por las nuevas restricciones del Covid de diciembre aprobadas gracias al apoyo de la oposición laborista y con el voto en contra de hasta 100 diputados de su partido, un 28% del total, de los 361 diputados ‘tories’. Muchos de ellos han presentado firmas para pedir una moción de censura contra su líder pero todavía no se ha llegado a las 54 firmas que hacen falta para tirar adelante la moción. Muchos diputados conservadores están en desacuerdo con la subida de impuestos de Johnson, que va en contra de los valores tradicionales ‘tories’ de siempre, y con la dirección que ha adoptado el barco con Johnson como capitán. El ejemplo más claro de esta ruptura interna fue la dimisión en diciembre de Lord Frost, el jefe negociador británico en el Brexit, decepcionado con el rumbo del Gobierno.
Uno de los efectos secundarios del Brexit es que espoleó los nacionalismos en el Reino Unido, formado por la unión de ingleses, escoceses, irlandeses y galeses. Desde el resto de regiones del país, se percibe el Brexit como una forma de nacionalismo inglés. El próximo 5 de mayo son las elecciones regionales en Irlanda del Norte donde se prevé una caída de los unionistas radicales del DUP (probritánicos y protestantes) y el ascenso al poder por primera vez de los radicales republicanos del Sinn Féin (proirlandeses y católicos). Los unionistas están en crisis por haber permitido que Johnson trasladara la frontera comercial a la costa y rompiera el mercado interior británico. El voto del DUP ahora se irá a los unionistas moderados y al Partido de la Alianza, formación neutra. Mientras que el voto republicano se prevé que se concentre en el Sinn Féin, que pide un referéndum de reunificación con la República de Irlanda contemplado en los acuerdos de paz de 1998. El Sinn Féin también está subiendo en Irlanda bajo el liderazgo de Mary Lou Donaldson. Por su parte, el parlamento escocés aprobará este año el nuevo referéndum de independencia que quieren celebrar el Gobierno el año que viene. Johnson se opone, pero los independentistas sacaron mayoría en las elecciones del pasado mes de junio. No será fácil para Johnson frenar el ansia independentista de los escoceses.
La amenaza más inminente por la continuidad de Johnson son las fiestas organizadas en Downing Street en 2020 mientras el país se encontraba bajo un severo confinamiento. Hay constancia de hasta nueve fiestas celebradas durante el confinamiento y Johnson habría participado en cinco de ellas de alguna manera. La última en ser revelada es la que se organizó el 20 de mayo de 2020 en los jardines de Downing Street a la que fueron invitadas cien personas por parte del secretario privado de Johnson. Asistieron unas cuarenta entre las que estaban el primer ministro y su esposa. Cuando se celebró no se permitían reuniones fuera del trabajo y solo se permitía reunirse con una persona fuera de casa. Johnson había desmentido las fiestas, pero al final ha tenido que admitir que se celebraron. Este miércoles pidió perdón en el parlamento. Se ha abierto una investigación interna en su partido para determinar si se saltaron las normas impuestas por el mismo Johnson. La oposición pide su dimisión. También diputados de su propio partido por considerar que engañó a la población y ha perdido la confianza de la gente, y mintió al parlamento también. Johnson se vio forzado a pedir disculpas, pero se resiste a dimitir, a la espera de los resultados de la investigación.