Los reservistas ucranianos son los encargados de la limpieza de minas. Hay muchas en las casas de una aldea, a 100 kilómetros de Kiev, por la que pasaron los soldados rusos tres días después de que, el pasado 24 de febrero, comenzara la invasión.
Los soldados de Vladimir Putin utilizaron las viviendas como refugio y la localidad como base para los tanques y la artillería. Antes de seguir su camino hacia la capital de Ucrania, los rusos dejaron numerosas trampas explosivas para atentar contra la población civil.
Por otra parte, las autoridades rusas han alertado de que unas 420 minas colocadas por las Fuerzas Armadas ucranianas en el mar Negro están ahora a la deriva debido a la última tormenta que ha roto los cables que las anclaban.
Según el Servicio de Seguridad Federal de Rusia (FSB), estas minas se estarían desplazando hacia el estrecho del Bósforo, con el riesgo que ello supone para la navegación.
La colocación de minas marítimas supone una violación de la 8ª Convención de La Haya de 1907 debido a que las minas autoexplosivas no pueden ser controladas en modo alguno y por tanto no son consideradas seguras.