La reina Isabel II de Inglaterra ha roto su encierro, lejos de Londres, desde que contrajo el coronavirus el pasado mes de febrero y ha reaparecido en público. Lo ha hecho en una ceremonia religiosa orquestada en homenaje al Duque de Edimburgo, quien falleció hace un año.
En el primer aniversario de la muerte de Felipe de Edimburgo, la reina Isabel II ha vuelto a aparecer para acudir al homenaje póstumo de quien fuera su marido durante 74 años. Lo ha hecho junto a su hijo el príncipe Andrés. Ambos han viajado juntos hasta la Abadía de Westminster, en Londres, en el mismo coche. Una vez dentro, la reina de Inglaterra ha llegado agarrada del brazo de su hijo hasta su asiento, en primera fila y al lado del príncipe Carlos.
Una manera de mostrarle públicamente su apoyo al príncipe Andrés, después del escándalo de abusos sexuales a menores por el que fue apartado de la vida pública de la casa real británica. La reina le ha convertido así en protagonista en la ceremonia en recuerdo de al duque de Edimburgo.
El último adiós ha sido muy diferente al del año pasado, el la que la reina de Inglaterra se sentó sola en la capilla del Castillo de Windsor, con un reducido número de asistentes. Una imagen contraria a la de hoy cuando, a sus 96 años, Isabel II de Inglaterra ha podido celebrar la despedida que ella quería, rodeada de los suyos. A la ceremonia han asistido 2.000 invitados, prácticamente de todas las casas reales europeas, incluida la española, con la representación de Felipe VI y Doña Letizia. Ambos han entrado en la abadía agarrados del brazo. En el acto ha habido que destacar una notable ausencia: la del príncipe Harry y Meghan Markle.
Con la bendición del arzobispo de Canterbury y el himno nacional, se ponía fin al acto. En el que un color ha destacado, el verde, el elegido por la propia reina, por Camila Parker o por la reina Letizia. El motivo, ese verde era el color del uniforme del duque de Edimburgo.