El régimen argelino no le hace falta echar cuentas. Con una abstención récord, apenas el 23% del electorado acudió a las urnas, el Frente de Liberación Nacional, el partido en el poder, se impuso en las elecciones legislativas argelinas anticipadas. Los comicios, segundos desde la renuncia de un octogenario Abdelaziz Bouteflika en abril de 2019 –pretendía presentarse a un quinto mandato presidencial consecutivo- forzado por la presión social, se celebraron el sábado pasado, pero solo este miércoles se conocieron los resultados definitivos. El presidente Abdelmadjid Tebboune despejó cualquier duda sobre sus posibles preocupaciones: “La tasa de participación no me interesa”.
“Es lo que piensa el sistema político argelino de verdad, le da igual la participación y tiene ya a sus electores fiables y listos”, afirma a NIUS el investigador y periodista experto en temas argelinos Oualid Kebir. “Las elecciones han demostrado el fracaso del régimen a la hora de ganarse la legitimidad y que el boicot es mayoritario, vencedor en esta estación”, asegura el periodista oranés instalado en Marruecos.
El FLN, el partido único del régimen hasta 1989, obtuvo finalmente 105 diputados del total de 407 miembros de la Asamblea Popular Nacional. Desde la independencia argelina en 1962, la formación secular y socialista controla la cámara baja.
Por su parte, los candidatos independientes, repartidos en 800 listas de un total de 1.500, acabaron el escrutinio como segunda fuerza con 78 escaños. En tercer lugar, ya con 64 diputados, se situó el principal partido islamista tolerado por el régimen, el Movimiento Social para la Paz. En cuarto lugar se ubicó la Agrupación Nacional Democrática con 57 escaños.
Los islamistas, a los que se les auguraba buenos resultados, apenas han quedado en posiciones de honor. Casi veinte años desde el final de la cruenta guerra civil que enfrentó a los militares contra los islamistas radicales, los partidos de corte religioso siguen siendo minoritarios en la Asamblea argelina.
Para reforzar la imagen de pluralismo y apertura, las candidaturas eran libres, y se impuso además que la mitad de los integrantes en las listas tuviera menos de 40 años. Según la autoridad electoral argelina, más de 5.500 candidatos se beneficiaron de las ayudas estatales –por valor de casi 10 millones de euros- destinadas a apoyar a los independientes de menos de 40 años, según recogió EFE.
“Lo que el régimen pretendía permitiendo a los independientes posicionarse de alguna manera era que ningún partido pudiera obtener la mayoría para imponer a Tebboune, con arreglo a la Constitución de noviembre de 2020, la nominación del jefe del Gobierno”, explica el experto. “La insistencia de Tebboune en celebrar las elecciones el 12 de junio se debe principalmente al compromiso que había adquirido con el presidente francés Emmanuel Macron de adoptar la ley que permite al Ejército argelino salir fuera de sus fronteras”, abunda a este medio Oualid Kebir.
Las elecciones legislativas del pasado sábado demuestran dos cosas: en primer lugar, que el pouvoir que vive el país en los últimos años ni se siente verdaderamente cuestionado dos años después de la salida de Bouteflika y la detención de varios altos cargos del Estado y, en segundo lugar, que la mayor parte de la ciudadanía argelina desoye los llamados del régimen y ha desconectado del mismo.
El Hirak o movimiento popular de protesta, que reclama desde febrero de 2019 que el régimen militar dé paso a un sistema exclusivamente civil, había llamado a la no participación en los comicios parlamentarios, que califica de “mascarada”. También lo había hecho en las elecciones presidenciales de diciembre de 2019 –de las que emergió la figura de Tebboune, antiguo primer ministro de Bouteflika-, en el referéndum sobre la reforma constitucional de noviembre de 2020 y, finalmente, el sábado. En las dos anteriores citas con las urnas antes de las legislativas, la participación fue del 39,88% y el 23,3% respectivamente.
Tras lograr la renuncia del viejo general y después de un año de protestas en las principales ciudades de Argelia, el Hirak se retiró de la calle por mor de las exigencias sanitarias. Hasta volver con fuerza en febrero de este año, cuando se cumplían dos años de su nacimiento.
Si el régimen toleró antes de la pandemia las concentraciones del Hirak en la calle, desde su el regreso de este se ha batido con dureza para impedir su consolidación. Con todo, se han celebrado marchas en Argel, Tizi Uzú, Constantina, Annaba y Orán entre otras localidades. Las detenciones de periodistas y activistas, además de las prohibiciones de las concentraciones, han arreciado en las últimas semanas.
Si hay una zona del país especialmente contestataria y opuesta al régimen militar es la Cabilia. La región septentrional, berberófona, registró unos niveles de participación especialmente bajos –y llamativos- el pasado sábado. Tres provincias o wilayas de la Cabilia, Bugía, Buira y Tizi Uzú, no llegaron ni al 1% de participación en los comicios legislativos. Justamente las tres capitales de provincia fueron las únicas que desafiaron al régimen y registraron ayer manifestaciones de protesta en lo que ha sido el 122º viernes consecutivo de protesta del Hirak.
Por el momento, Argel ha superado el segundo escollo hacia la normalización de la nueva etapa en que el régimen militar trasmuta tras la salida de quien fuera presidente durante dos décadas. La legitimidad que le confieren las urnas combinada con una creciente represión del movimiento de protesta dan por el momento oxígeno al régimen, golpeado por las consecuencias económicas de la pandemia y de la caída de los precios de los hidrocarburos. Las ventas de gas y petróleo constituyen el 20% del PIB, el 60% de los ingresos fiscales y más del 90% de las exportaciones argelinas.
A pesar de que el hermético régimen argelino ha desarrollado una gran capacidad para evitar los focos de la comunidad internacional, la represión contra los movimientos opositores no ha pasado desapercibida para Naciones Unidas. El portavoz de la Oficina de Derechos Humanos de la ONU reclamaba a Argel en marzo de este año que pusiera fin a la represión contra los manifestantes pacíficos. “Estamos muy preocupados por el deterioro de la situación de derechos humanos en Argelia y la represión exponencial y continuada del Hirak”, aseveró el portavoz del organismo Rupert Colville.
“El régimen buscará cómo obtener la legitimidad organizando elecciones locales en los próximos meses o recurriendo a la misma opción que la que Argelia vivió a finales de 1997, cuando el entonces presidente Zaroual decidía dimitir y convocar elecciones presidenciales anticipadas”, augura a NIUS el experto en política argelina Oualid Kebir.
El retraso de la llegada a Argelia de los ecos de la Primavera Árabe estribó, según la mayoría de análisis, en el trauma de la reciente guerra civil. Casi una década después de que en las vecinas Túnez y Libia las protestas lograran derrocar a sus respectivos regímenes, en Argelia el descontento ha cuajado finalmente en una oposición activa y articulada. El tiempo dirá, en fin, si la desconexión social del régimen y la intensidad del Hirak fuerzan o no a los militares a introducir nuevos cambios en el entramado institucional para intentar sobrevivir.