Desde que el régimen talibán fuera derrocado en Afganistán por la intervención militar estadounidense en 2001, las milicias de este grupo fundamentalista islámico no ha desaparecido del país. Siempre mantuvieron el control sobre una importante franja de terreno, al este y sur del país, sobre todo a lo largo de las frontera con Pakistán. En estas dos décadas, los talibanes han obtenido una importante financiación de distintas fuentes, lo que les ha permitido mantener su actividad y, a la postre, recuperar el control del país.
Según publicaba en la publicación The Conversation en diciembre de 2020 el coordinador del Programa de Educación y Divulgación de la Universidad de Nebraska, Hanif Sufizad, ese año los talibanes habían ingresado un total de 1.600 millones de dólares de diversas fuentes. Mucho dinero para una milicia que está compuesta por unos 75.000 combatientes, sobre todo si se compara con los ingresos del hasta ese momento gobierno oficial de Afganistán (recaudó ese año unos 5.550 millones de dólares).
Pero, cómo se financian los talibanes y cómo han conseguido amasar la inmensa fortuna que ha permitido su supervivencia estas dos décadas y su reciente vuelta al poder en Afganistán.
La principal fuente de financiación de los talibanes proviene de la droga. Según el Informe Mundial sobre Drogas de 2020 publicado por Naciones Unidas, Afganistán representó aproximadamente el 84% de la producción mundial de opio entre 2015 y 2020. El cultivo, el procesamiento y la exportación del opio ha podido reportar a los talibanes unos 416 millones de dólares sólo en 2020.
El grupo de milicianos, a los que el periodista y escritor italiano Roberto Saviano no denomina como terroristas, ni como combatientes ni como radicales fundamentalistas, sino directamente como narcotraficantes, ha cuidado y expandido el tradicional negocio de la droga del país y se han lucrado con ello. Un negocio que la invasión militar liderada por Estados Unidos jamás puso en peligro. Los talibanes cobran fuertes comisiones a los agricultores de amapolas, a los laboratorios que procesan la heroína y a los grupos de narcos que la exportan fuera del país.
La extracción de minerales de las montañas de Afganistán es uno de los negocios más lucrativos del país, y se encuentra bajo control talibán desde hace décadas. Desde las pequeñas minas y explotaciones a las grandes empresas mineras del país, todas pagan cuantiosas comisiones al grupo armado para poder llevar a cabo su labor. Y los talibanes nunca lo han ocultado, ya que desde hace años cuentan con la llamada Comisión de Piedras y Minas dentro de su estructura política, que puede recaudar unos 400 millones de dólares al año de los negocios de extracción de oro, hierro, mármol, cobre o zinc.
Además, los talibanes recaudan cuantiosas cantidades de dinero mediante la extorsión y ciertos impuestos que han impuesto durante décadas en el país. El grupo integrista cobra el llamado "ushr", un impuesto obligatorio del 10% sobre la cosecha de un agricultor, o el conocido como "zakat", un impuesto sobre el patrimonio del 2,5%.
Aunque es más difícil de cuantificar, la causa talibán ha contado desde hace décadas con benefactores externos de todo tipo, que incluyen entidades privadas y particulares. La mayor parte de esa financiación, que podría superar los 250 millones de dólares al año, proceden del Golfo Pérsico. Fundaciones opacas y particulares de Arabia Saudita, Pakistán e Irán han aportada tradicionalmente también cuantiosas cantidades de dinero.
También se sospecha que los talibanes podrían recibir una cantidad que rondaría los 500 millones de dólares anuales directamente de gobiernos extranjeros, como Rusia, Irán, Pakistán y Arabia Saudita.