Son las 8 de la mañana en la escuela San Basilio el Grande a las afueras de Moscú, y los niños, con impecables uniformes y cogidos de la mano, van llegando en grupos a la Iglesia que domina este inmenso territorio. Esta es una escuela religiosa ortodoxa rusa, un reflejo del renacer espiritual que la Iglesia Ortodoxa ha vivido en los 20 años en los que Vladimir Putin lleva a los mandos del país.
La más que cordial relación entre Iglesia y Estado es notoria en Rusia, y escuelas como estas, impensables hace apenas 30 años en el país que era luz y faro de la progresía mundial, son ahora un referente en los que es muy difícil conseguir plaza debido al incremento incesante de la demanda.
“Este mundo se ha convertido en algo cambiante, también en lo espiritual” nos dice el Padre Artiom, Jefe de Estudios de la escuela, “cambian las fronteras, cambian los roles de género, todo es ahora susceptible de ser cambiado, como quien cambia de ropa, y ¿dónde queda el Hombre? ya no lo sabemos.”
Para el Padre Artiom el éxito de esta escuela es que en ella los padres encuentran las certezas perdidas tras el derrumbe del Imperio Comunista, “En esta escuela tenemos muy claro donde está el bien y donde está el mal, es un conocimiento objetivo.”
El giro conservador de Rusia es más que evidente para todo aquel que sepa mirar detrás de las estatuas de Lenin que quedan en las calles y las banderas rojas que salen cada aniversario de la Gran Victoria sobre los nazis, “Putin es un conservador nacionalista, en Europa Putin apoya a los radicales de derecha, y en América Latina a la izquierda, porque lo único parecido a una ideología es su profundo antiamericanismo”, dice Pavel Felgenhauer, analista moscovita.
Ahora el Kremlin ha puesto sobre la mesa una revisión de la Carta Marga. Mucho se ha especulado con que se trataría de una jugada para perpetuar al Presidente en el poder, pero para analistas como Anton Orekh, de “Eco de Moscú”, la intención es “eliminar los vectores liberales de la constitución rusa de 1993”, que es vista por la actual élite gobernante como una “constitución dictada por EEUU al entonces presidente Yeltsin”.
En este marco de consolidación constitucional del conservadurismo ruso se encuentran las declaraciones de este pasado viernes de Vladimir Putin, en un coloquio dedicado a debatir puntos a cambiar en la constitución. Putin, ante la pregunta de si habría sitio en la nueva carta magna para uniones no tradicionales, remarcó la que viene siendo la postura oficial rusa durante dos decenios. “No habrá progenitor 1 y progenitor 2, mientras yo sea Presidente sólo habrá papá y mamá.”
El Presidente sabe que cuenta con el amplio apoyo de la sociedad rusa en su rechazo explícito no sólo a las uniones “no tradicionales”, sino a la libre expresión de tendencias homosexuales o a ideologías liberales e incluso feministas.
Esta posición de Putin tiene su base en la Iglesia Ortodoxa, que en no pocas ocasiones ha mostrado su rechazo abierto a la cultura de tolerancia europea. “Una persona puede ser liberal en lo económico y conservador en lo político” nos dice Leonid Romanovich, portavoz del Patriarcado de Moscú, “pero en general se puede decir que Rusia es un país conservador, que mantiene lo que llamamos “valores tradicionales”. Para los rusos la familia es la unión entre un hombre y una mujer.”
Esta ola conservadora rusa recorre el país de norte a sur y de este a oeste, y uno de sus más fieles estandartes ha sido el pueblo cosaco ruso, repartido por todo el país, pero con una fuerte presencia sobre todo en la Región de Rostov del Don.
En Rostov encontramos la “Escuela de Cadetes Nicolás Segundo”, que rinde tributo al último Zar del difunto Imperio Ruso. Esta figura trágica, convertido en Santo por la Iglesia Ortodoxa,y que se ha convertido en un icono para los cosacos de Rusia. En esta escuela, los niños tienen lecciones de patriotismo, de estrategia militar o de Historia Imperial. Montan y desmontan armas automáticas a gran velocidad y reciben adiestramiento de combate cuerpo a cuerpo.
"Preparamos a los niños para que todos tengan una futura profesión militar, ya sea en el Ministerio de Asuntos Internos, en el FSB, control de fronteras, todo tipo de servicios al Estado", nos dice Mikhail Verbov, director de esta institución. Esta escuela, con fuertes lazos con los cosacos locales, se encuentra en la región rusa que mayor resistencia opuso en su día al poder soviético, siendo la vanguardia del Ejército Blanco.
Hoy, en el centro de esta región, en la pequeña ciudad de Novocherkask, se encuentra la principal iglesia de los cosacos, en ella Georgy Smorkalov, sacerdote militar del "gran ejército del Don" resume el actual estado de ánimo político entre os conservadores rusos: “Los valores occidentales sólo ofrecen descomposición moral, y eso está provocando un enorme rechazo. Nos quieren hacer creer que 'esto está bien, es algo normal, con esto hay que tener paciencia…' Cosas como el desfile del orgullo gay es algo inaceptable en la tierra cosaca".
Los cosacos están siempre en el centro de la polémica; se han visto envueltos en numerosas agresiones a miembros de la comunidad gay rusa o a inmigrantes, y se les ha visto azotando con látigos a opositores liberales o a jóvenes feministas.
La agresividad de este nuevo nacionalismo conservador ruso centra la diana de su odio en los valores de tolerancia sexual europeos, pero la inmigración musulmana es otro de sus argumentos habituales.