Así es un día de protestas en las calles de Caracas: cuando el chavismo y la oposición se miran a la cara
Seguidores de Nicolás Maduro y de Juan Guaidó midieron su fuerza de nuevo en las calles este 16N
La marcha opositora del 16N terminó en la Embajada de Bolivia en Caracas para mostrar su apoyo a la nueva presidenta interina de Bolivia, Jeanine Áñez
En nombre de Bolivia también se manifestó el chavismo en una marcha calificada como “antiimperialista”, y para gritarle al mundo que #EvoNoEstásSolo
¿Cómo es un día de protestas en las calles de Caracas? Hay pocos países en el mundo más polarizados que Venezuela. El odio visceral que rezuman los unos por los otros, chavistas por antichavistas o “escuálidos”, como les llaman despectivamente los primeros a los opositores; y viceversa, se aprecia en días marcados en el calendario para “tomar las calles”. No importa el bando ni la consigna, habitualmente antagónicas entre sí.
El #16N ha sido una de esas fechas sobrevaloradas. Juan Guaidó convocó a sus seguidores a salir a protestar con el ánimo de recuperar el espíritu de la primera mitad del año tras unos últimos meses aciagos. Después llegaron los acontecimientos de Ecuador, Chile y Bolivia, el continente latinoamericano se puso patas arriba y la data fue cobrando sentido en Venezuela.
MÁS
De la apatía de una oposición hastiada ante la falta de resultados y promesas incumplidas por sus líderes, durante los últimos días, en las calles de la capital venezolana, se volvió a sentir cierta “esperanza” de cambio. De nuevo la ilusión del #SíSePuede. La gente comentaba en la carnicería o en el ascensor que el 16 era un nuevo “día D”. Que si hay que volver a salir, que si hasta cuando vamos a aguantar, que si qué pena con Venezuela. Las protestas en el país caribeño tienen un halo de protocolo previo que forma parte de su mística. Después, claro, el golpe es más fuerte. Caída libre de decepciones.
Del otro lado es lo mismo. El chavismo contraataca y saca masas a la calle. Masas “rojas rojitas” como les gusta describir su marea. El rojo es el color del socialismo del siglo 21 y el predilecto de los seguidores de Hugo Chávez. Tanto es así que, durante los peores momentos de violencia callejera en el país, vestir de rojo cotidiano era un riesgo para la integridad física de la persona que se atreviese a portar una prenda de ese color pasión.
Hubo casos de asesinatos, durante las denominadas “guarimbas” del año 2017, por ejemplo, de chavistas que vestían una camisa roja, y pasaron por el lugar equivocado en un momento equivocado. Al grito de “negro chavista”, algunos opositores violentos quemaron algunas camisas rojas y a la persona que las llevaba puestas, claro. Fue la época del todo vale en el país. La de los odios viscerales sin complejos. No era una broma ni una exageración la mención al respecto en el primer párrafo de esta crónica.
Seguidores de Nicolás Maduro y de Juan Guaidó midieron su fuerza de nuevo en las calles este 16N y ambos salvaron la dignidad ante la burbuja de la gran expectativa aunque la afluencia a una y otra movilización fue menor de la que se esperaba.
En la céntrica Avenida Francisco de Miranda se concentró, como suele ser habitual, la oposición. Hasta allí llegó Juan Guaidó entre vítores de los suyos y rodeado de cámaras de televisión y celulares 'Smartphone' que transmitían el minuto a minuto. El líder de Voluntad Popular no sorprendió a su público. Ya no se atreve a mencionar su hoja de ruta, el mantra que repitió hasta la saciedad hasta hace muy poco y que se supone que debería haberse cumplido (hace rato). El “cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres” ya no convence sino todo lo contrario: cabrea.
Son muchos los venezolanos desencantados con el autoproclamado presidente encargado del país, al que creyeron cuando les aseguró, una y otra vez, que Nicolás Maduro no llegaría a fin de año despachando desde Miraflores.
Sin embargo, y a pesar de la desilusión y la caída de popularidad de Guaidó, el de La Guaira (en referencia a su lugar de origen. La Guaira es una zona costera a unos 25 minutos de Caracas) se presenta como la única alternativa que hoy por hoy podría terminar, realmente, con el gobierno de Maduro y aunar opiniones y votos (si decidiesen presentarse a los próximos comicios parlamentarios previstos para el año 2020) contra el chavismo que continúa, a pesar de la terrible crisis económica que vive el país, cohesionado frente a un posible cambio de régimen.
La marcha opositora del 16N terminó en la Embajada de Bolivia en Caracas y allí se vivieron los únicos momentos de tensión de la jornada que, por lo demás, transcurrió con absoluta normalidad. Había muchos que temían que pudiera volver la violencia a las calles, los enfrentamientos con la policía y las muertes a causa de las bombas lacrimógenas, pero no fue así. Los momentos más subidos de tono de la jornada los protagonizaron algunas mujeres jubiladas que, rosario en mano, clamaban plegarias a Dios todopoderoso “para que libre a Venezuela de esta dictadura”. Lo hacían en voz alta y con bastante desgarro.
Hasta la Embajada boliviana llegaron los manifestantes auspiciados por Juan Guaidó para mostrar su apoyo a la nueva presidenta interina de Bolivia, Jeanine Áñez, tras autoproclamarse en el cargo tras el golpe de estado perpetrado a Evo Morales. Algunos intentaron tomar la sede diplomática por la fuerza pero en seguida fueron detenidos por algunos oficiales de la Policía Nacional Bolivariana que se desplazaron hasta la zona. La lluvia hizo el resto del trabajo para dispersar la concentración frente a la sede del país andino.
En nombre de Bolivia también se manifestó el chavismo este sábado a la otra punta de la ciudad. Es importante conocer los lugares por los que transitan unos y otros. Jamás se mezclan en días de protesta para evitar confrontaciones que podrían tornarse sangrientas teniendo en cuenta la idiosincrasia del país.
Pero el discurso sobre Bolivia es muy diferente en territorio rojo. Si bien la oposición aplaude la salida de Morales, no consideran que haya habido un golpe y quieren para Venezuela lo mismo que ha ocurrido en el país que hasta hace muy poco era “amigo” del gobierno de Maduro; el chavismo ha salido a la calle en una marcha calificada como “antiimperialista”, y para gritarle al mundo que #EvoNoEstásSolo.
Las marchas chavistas son como una fiesta para los implicados. Es “echar” el día. Casi como una reunión de la comunidad de vecinos pero a la que apetece ir. La convocatoria empieza temprano aunque nadie llega a la hora que dice el panfleto porque en Venezuela nadie llega a la hora de nada, nunca. El tiempo es relativo, una orientación aproximada en una horquilla de posibilidades en torno a un acontecimiento.
En los diferentes puntos de concentración del chavismo, antes de iniciar la marcha hacia el Palacio de Miraflores, las horas de espera bajo el sol caribeño de justicia las pasan bailando tambor, charlando con los amigos o familiares con los que han acudido a la convocatoria, vendiendo y comprando merchandising político patrio o comprando arepas (comida típica venezolana) subsidiadas en los camiones socialistas que el engranaje del partido pone a disposición de su público en días como este.
Al final de la tarde, habla Nicolás Maduro desde Palacio. Pero esta vez no lo hace “in situ”. Sorprende a todos sus seguidores apareciendo a través de una llamada telefónica. En paradero desconocido, permaneció más de veinte minutos al teléfono con una conexión que iba y venía, como suele ser habitual en el país donde mantener una conversación de este tipo puede ser una distopía irrealizable.
Maduro habló de la elección de un nuevo Consejo Nacional Electoral de cara a próximas elecciones y de “sorpresas” para estas Navidades a través del carnet de la patria (un carnet que fiscaliza las necesidades de los venezolanos y a través del cual el gobierno entrega bonos económicos - subsidios-. Es considerado un mecanismo de control social y extorsión por parte de la oposición).
El presidente venezolano aseguró que “el Niño Jesús no va a faltar” este año y que “viene un niño especial para las comunas”. Además, aseguró que desde el gobierno están “poniendo bonita la ciudad” e invitó a los presentes a “vencer el odio, la intolerancia y la exclusión”.
Después de la intervención de Maduro, la marcha chavista se dispersó y el centro de la ciudad volvió a su rutina de sábado. Al otro lado de la ciudad, en territorio hostil a los partidarios del gobierno, hace rato que volvieron a sus casas. Al final, el 16N fue un día más en el calendario de un pre-adviento cualquiera en el país caribeño.