Tres años antes de la caída del muro de Berlín, el líder soviético, Mijaíl Gorbachov, y el presidente de la República Democrática Alemana (RDA), Erick Honecker, se besaron en los labios. Un beso comunista para escenificar los lazos que unían a los Estados socialistas que lideraban.
Volvieron a besarse y abrazarse tres años más tarde, en 1989, tan solo un mes antes de aquel 9 de noviembre en el que cayó el muro de Berlín. Pero el idilio estaba a punto de romperse. Durante ese encuentro Gorbachov le dijo a su aliado una frase premonitoria: "La vida castiga a los que llegan demasiado tarde". Ellos fueron, junto a otros, protagonistas de un acontecimiento que cambió la historia.
Con él, dos palabras en ruso dieron la vuelta al mundo: glasnot (apertura, transparencia) y glasnotperestroika. Así se llamaron las políticas reformistas impulsadas por el entonces jefe de Estado de la Unión Soviética y secretario general del Partido Comunista. Gorbachov jugó un papel clave en el fin de la Guerra Fría. Firmó un tratado de desarme nuclear con el presidente estadounidense Ronald Reagan y ordenó la retirada de las tropas soviéticas de Afganistán.
Semanas antes de la caída del muro asistió en Berlín Este al 40º aniversario de la fundación de la socialista República Democrática Alemana. Escuchó los gritos de la gente: “¡Gorbi, ayúdanos! ¡Libertad!”. Y fue entonces cuando le dijo al líder de la RDA, Erich Honecker, que "las reformas eran necesarias”. Un año después, ganó el Premio Nobel de la Paz. Mucho más tarde, reconocería que nunca pensó que la historia apretaría el acelerador a la velocidad que lo hizo.
“El muro seguirá existiendo 50 o incluso 100 años más si las razones por las que se levantó aún persisten”. Lo aseguró el presidente de la RDA tan solo meses antes de la caída. Ante las protestas en las calles en demanda de libertad, Erick Honecker intentó mirar hacia otro lado. Pero el clamor se hizo demasiado fuerte. El 9 de octubre de 1989, 70.000 alemanes salieron a las calles en Leipzig para pedir libertad. Otras ciudades se sumaron a las protestas. El líder de la Alemania del Este dimitió el 18 de octubre. La vida le había castigado por no adaptarse a los nuevos tiempos, por llegar (o ni siquiera hacerlo) "demasiado tarde". Se había cumplido aquella sentencia de Gorbachov.
Años más tarde, Honecker fue juzgado por la muerte de 192 personas que –durante su mandato- intentaron cruzar al otro lado del muro. Su grave estado de salud le libró de la cárcel.
Fue el hombre que sucedió a Honecker al frente de la Alemania Oriental. Él era su líder aquel 9 de noviembre en el que cambió el rumbo de la historia. Dio la orden de no reprimir a la multitud que se lanzó a cruzar el muro.
Era el canciller de la República Federal de Alemania (ostentó el cargo entre 1982 y 1998). Se abrió a las relaciones diplomáticas con el líder soviético, Gorbachov. Y pasó a la historia por impulsar y conseguir la reunificación alemana en un tiempo récord.
Menos de un año después de la caída del muro –y tras cuatro décadas de separación-, se firmó el tratado de adhesión de la Alemania del Este a la República Federal.
"Señor Gorbachov, derribe este muro". La célebre frase, la pronunció el presidente estadounidense azote del comunismo, Ronald Reagan, ante la berlinesa puerta de Brandenburgo el 12 de junio de 1987. Un mensaje contundente: “Si usted busca paz, si usted busca la prosperidad de la Unión Soviética y Europa oriental, si usted busca la liberalización, venga aquí a esta puerta. Señor Gorbachov, abra esta puerta".
Habría que esperar dos años para que su caída se hiciese realidad. Para entonces, él ya no estaba en la Casa Blanca, sino George Bush padre. Llevaba diez meses en el poder cuando aquello ocurrió. Le aseguró a Gorbachov que las fronteras de la OTAN no sobrepasarían los límites de la Unión Soviética. Una promesa que, en ese momento, fue crucial para que la URSS no pusiese obstáculos a la reunificación alemana.
Sus palabras precipitaron la caída del muro de Berlín. La del aquel 9 de noviembre parecía una rueda de prensa más. El portavoz del Gobierno comunista de la RDA, Günter Schabowski, compareció ante periodistas extranjeros.
En un momento dado, leyó de forma errónea una nueva ley de viajes y aseguró que se podía cruzar a Berlín occidental tan solo con el pasaporte. El periodista Riccardo Ehrman preguntó cuándo entraba en vigor la medida. El portavoz titubeó, miró sus papeles y contestó: "Si mis informaciones son correctas... inmediatamente". Poco después, la multitud comenzó a correr hacia los puestos fronterizos. El resto ya es historia.