La llamada se interrumpe abruptamente, poco más de tres minutos de conversación de Haddi con su hermana, que nos llega en primera persona, y donde el peridista saharaui, con un discurso a veces un poco confuso por la debilidad que tiene, va narrando su vida en la cárcel. La mayor parte del tiempo en la cama porque se encuentra sin fuerzas y muy enfermo. Pide en reiteradas ocasiones la visita de un médico independiente, de Cruz Roja o alguna organización internacional, que pueda valorar su estado.
Tiene heridas en la cabeza porque se cayó al ir al baño, y un dolor muy fuerte en un oído que arrastra, según su madre, por las torturas que sufrió en los primeros meses de su detención, en 2010. No puede dormir. Escuchar su voz, la cadencia con la que habla, da una idea de cómo se siente. "Sufro maltrato psicológico", asegura.
Tiene vigilancia veinticuatro horas al día y de vez en cuando le visita un "agente maltratador". No permiten, bajo amenaza de sufrir repercusiones, que ningún preso hable o se relacione con él. El resto de presos no tiene problema para comunicarse con su teléfono móvil, a él le racionan las llamadas a su familia, están presentes mientras habla, y le hacen terminar en dos o tres minutos.
Tfarrah Haddi, su hermana, intenta darle ánimos, al tiempo que conduce la conversación para ir desmintiendo lo que aparece en la prensa marroquí. Por ejemplo que según el Consejo Nacional de Derecho Humanos (CNDH), una organización que depende del régimen marroquí y por tanto no independiente, Haddi está bien y comiendo. Una visita que se produjo el 26 de febrero. Que incluso llegó a pasar un examen, al que le llevaron el 23 de marzo, y no pudo, según explica, siquiera coger el lápiz para escribir. El 26 de marzo volvieron a conducirlo a la cárcel de Tiflet 2, a 1.200 kilómetros de donde vive su familia.
Haddi ha pasado más de sesenta días en huelga de hambre y han comenzado a alimentarle a través de una sonda y contra su voluntad, según ha explicado su madre Munina. El periodista saharaui, preso desde 2010, es uno de los activistas detenido cuando el Gobierno marroquí desmanteló el "Campamento de la Dignidad" y hubo muchos heridos. Haddi estaba ayudando a dos cooperantes belgas que habían ido a atender a los heridos saharauis.
Como Haddi, otros 17 jóvenes permanecen detenidos desde entonces. Son del grupo de "Gdeim Izik", del Campamento de la Dignidad. Pero se calcula que en total hay cuarenta presos saharauis en cárceles marroquíes a más de mil kilómetros de distancia de sus familias, que viven en el Sáhara Occidental ocupado.
La conversación es muy rápida porque saben que tienen poco tiempo y necesitan decirse muchas cosas. Tfarrah le explica que lo poco que le están permitiendo (como poder llamar por teléfono, estuvieron 26 días sin saber de él y por eso viajaron hasta Marruecos para visitarle en la cárcel, pero no se lo permitieron) es gracias a la presión que se está ejerciendo desde fuera y que no está solo. Y entonces el me dicen que ya tengo que cortar y la despedida, incompleta, "cuidaros mucho y saludos...", las palabras se quedan en el aire.