Si no fuera porque Estados Unidos se encuentra en plena crisis de pandemia, con más de 100.000 muertos y cerca de 1.800.000 contagiados por coronavirus, la campaña electoral de los candidatos a la presidencia estaría en apogeo total.
A pesar de que la mayoría de los estados están en fases de reapertura para la reactivación de la economía, unos con más restricciones que otros, el Covid-19 todavía no permite manifestaciones ni eventos multitudinarios que, para los partidos políticos, supone también la recaudación de fondos. El contacto directo entre candidatos y votantes es además inexistente, por lo que la manera de hacer campaña política ha cambiado sustancialmente.
No obstante, tanto demócratas como republicanos se esfuerzan cada uno a su manera, por la captación de electores de cara a los comicios previstos para el 3 de noviembre. Pero, ¿a cuál de los dos candidatos benefician más las nuevas reglas de la campaña electoral?
Los analistas coinciden en que los presidentes que aspiran a ser reelegidos, siempre llevan mayor ventaja sobre su oponente. Si se da la circunstancia de que uno de ellos ha estado confinado durante semanas en su casa, como es el caso del candidato demócrata, Joe Biden, esa ventaja para el actual mandatario es mayor aún.
Y es que ambos postulantes, por sus avanzadas edades, están dentro de grupo de riesgo de contagio por coronavirus. Joe Biden, ex vicepresidente de los Estados Unidos y senador por siete periodos de Delaware, en noviembre cumplirá 77 años.
Donald Trump, quien logró una de las sorpresas políticas más impresionantes de la historia moderna de Estados Unidos cuando ganó las elecciones en 2016, celebrará el mes próximo, 74 años.
Desde la Casa Blanca, Donald Trump ha tenido enorme presencia y protagonismo durante las ruedas de prensa diarias a cerca de la respuesta de su gobierno ante la crisis del coronavirus, y no ha perdido oportunidad para echarse piropos por las decisiones tomadas, llegando incluso a presumir de rating de audiencia en algunas de esas conferencias, todas retransmitidas por televisión. Salir todos los días en la tele, con exposiciones de hasta dos horas, le concede mayor popularidad si cabe. Biden, aislado en el sótano de su residencia en el estado de Delaware ha participado en videoconferencias, pero, sin duda, las probabilidades de hacer campaña electoral difieren bastante.
Claro que, la exposición de Trump ante la prensa también le ha llevado a ser motivo de numerosas críticas, como cuando animó a los pacientes de coronavirus a inyectarse desinfectante, o incitando a que se medicaran con hidroxicloroquina -tratamiento contra la malaria que él mismo estaba experimentando como “antídoto” para prevenir al Covid-19-, desafiando los consejos del Centro para el Control y Prevención de Enfermedades, y de su propio equipo de especialistas en salud. Expertos consideran que ha habido un exceso de exposición ante los medios de comunicación que, de acuerdo con las últimas encuestas, a Trump no le ha beneficiado.
Según los últimos estudios de diferentes empresas analistas, actualmente Jode Biden aventaja entre 5 y 11 puntos al presidente Donald Trump.
Entre los dos más recientes, se encuentra el realizado por Fox News, la cadena de noticias preferida del mandatario republicano, según la cual Biden se impone con el 48% de los votos por encima del 40% que obtendría el magnate neoyorquino, con un total de 8 puntos. Un 11% de los participantes está indeciso o preferirían otros candidatos.
Biden es visto por la sociedad estadounidense como el mejor preparado para enfrentar la pandemia de coronavirus o para negociar con China acuerdos comerciales. Trump es percibido como el más indicado para conducir la economía de Estados Unidos, que actualmente atraviesa una grave crisis como consecuencia deñ Covid-19.
El mismo día que se conocían estos resultados, el 21 de mayo, la Universidad de Quinnipiac publicaba otra encuesta nacional que daba al demócrata una ventaja de 11 puntos, liderando con un 50% frente al 39% para Trump.
Respecto de la respuesta del presidente al coronavirus, el 41% de los votantes lo aprueba y el 56 % lo desaprueba. Sobre la gestión económica, el 50% aprueba al presidente, mientras que el 47% lo desaprueba.
Dos sondeos más, realizados por Rasmusen Reports y por The Economist/YouGov Poll, indican que Biden supera a Trump por cinco puntos.
Otro aspecto que destacan las encuestas es el declive del respaldo al líder republicano por parte de las personas de edad más avanzada, quienes constituyen el bloque electoral más grande del país que resultó clave para la llegada de Trump a la Casa Blanca en 2016.
Lo ciudadanos entrados en años ven en Joe Biden un candidato interesante, algo que no pensaban de Hillary Clinton hace cuatro años.
Los mayores de 65 años no respaldan la respuesta del presidente a la crisis de coronavirus, así como su prisa por reactivar la economía del país que, en este momento, cuenta con más de 40 millones de parados.
No obstante, la campaña de Trump rechaza dicha caída y lo califica como una “narrativa falsa promovida por la izquierda”.
Brad Pascale, manager de la campaña de Trump, afirmó que sus sondeos internos indicaban que los votantes de la tercera edad respaldaban a Trump porque a ellos “les interesa alguien que pueda restaurar la economía, alguien que hará frente a China, alguien que pondrá a Estados Unidos primero antes que todo. Les interesa que cuiden de los veteranos y protejan a la Seguridad Social y Medicare”.
Pero lo cierto es el presidente, en cualquier caso, se puso en acción rápidamente para combatir también esta curva, anunciando esta misma semana un nuevo programa de asistencia para los adultos mayores con diabetes, que reduciría los costos de la insulina: “El precio de la insulina se ha ido por las nubes”, dijo el mandatario añadiendo: “Es un gran día para los adultos mayores, es un ahorro enorme”.
También formó recientemente (el 30 de abril) una proclamación para declarar mayo como el “Mes de los Estadounidenses de la Tercera Edad”, detallando los esfuerzos que está haciendo su Gobierno para cuidar la salud de los más mayores durante la pandemia.
Por otro lado, administración de Trump ha hecho desembolsos multimillonarios para hacer frente a la mayor crisis económica que se había vivido en Estados Unidos desde la Gran Depresión en 1930, pero parece que las ayudas a pequeñas y grandes empresas, así cómo los cheques enviados a la población estadounidense para paliar los daños financieros, impresos con la firma de Trump, no han sido suficientes para que la valoración se refleje en los resultados finales de las encuestas.
La Casa Blanca llegó a estimar que, en el mejor de los casos, se alcanzarían entre 100.000 y 240.000 muertes por Covid-19, pero posteriormente, Trump rebajó la previsión a entre 50.000 y 60.000 decesos, para luego, pronosticar que el balance estaría por debajo de los 100.000. De ser ese el número final, dijo el mandatario, “habremos hecho un buen trabajo”.
Pero los números de defunciones complican a Trump y a su campaña, ya que el país ha superado los 100.000 fallecidos. El virus aún no está bajo control y se prevé que sigan aumentando en las próximas semanas.
Durante las conferencias de prensa, Trump ha arremetido duramente contra los medios de comunicación, la administración anterior y, sobre todo, ha culpado a China de la tragedia que ha vapuleado a Estados Unidos y al mundo entero.
Aunque son varios los factores que afectan la valoración de la gestión de Trump en los últimos cuatro años, a medida que la economía se vio obligada a cerrar y el número de muertos fue aumentando, sus puntuaciones en las encuestas comenzaron a caer.
A cinco meses para las próximas elecciones presidenciales, las encuestas miden la lucha por el voto popular entre el mandatario republicano Trump y el ex vicepresidente en la era de Obama, Biden, quien todavía no ha sido nominado formalmente, aunque se da por descontada su candidatura demócrata.
Cabe recordar que, en la historia de los Estados Unidos, cinco candidatos presidenciales han obtenido más votos que su contrincante, pero han perdido las elecciones. La última fue Hillary Clinton, quien en 2016 logró casi 3 millones más papeletas que el actual presidente.
El resultado de las elecciones no se decide por el voto popular, sino por un proceso de sufragio indirecto: los candidatos deben conquistar cada estado para sumar electores y obtener al menos 270 votos del colegio electoral de un total de 538.
Aunque ambos candidatos pelean cada voto estadounidense, el hecho de no poder celebrar actos electorales, no les facilita la campaña, puesto que, en los mítines multitudinarios, no sólo se comunican con su base, sino que recaudan fondos económicos para el partido y recaban información sobre sus votantes. Gracias a esos eventos pueden llegar a obtener tanta información que “les ayuda para posteriormente hacerles llegar un mensaje hecho a medida de su votante promedio", según José Dante Parra, un consultor vinculado durante años a dirigentes del Partido Demócrata refiriéndose a la campaña de 2016 de Trump.
El mandatario republicano afirmó en unas declaraciones al diario New York Post, que el hecho de no poder celebrar sus mítines multitudinarios le suponía "una gran desventaja". Al día siguiente realizó su primer viaje fuera de la capital estadounidense para desplazarse a Arizona, a una fábrica de máscaras protectoras, en un viaje que tuvo algunos guiños electorales, como cuando invitó a una pareja hispana, dueña de un restaurante de Tucson, que asegura haber sido agredida por ser simpatizantes del partido del presidente.
Entre las tradiciones electorales estadounidenses, el presidente de turno, no critica a su antecesor, y viceversa, pero Donald Trump también en esto está rompiendo moldes y ha convertido a Barack Obama en uno de los ejes de su campaña de reelección.
Con su estrategia, atacando al ex presidente, a quien a tachado de “corrupto e incompetente”, arremete también contra el candidato demócrata, Joe Biden. La confrontación entre Obama y Trump también ha ocupado titulares en la prensa últimamente.
Frente a todas las actuaciones y acciones del presidente, Biden, por su parte, no ha logrado una presencia comparable en los medios, y según los expertos, debe hacerlo para reaccionar en tiempo real cada vez que Trump hace o dice algo. Pero lo cierto es que, desde el confinamiento, no ha tenido esa flexibilidad.
Antes de que Estados Unidos se viera inmerso en la crisis de la pandemia, la última vez que Joe Biden fue visto públicamente fuera de su casa fue el 15 de marzo, en el último debate demócrata a las primarias contra Bernie Sanders en los estudios de CNN, en Washington. Y anteriormente, su último evento de campaña en persona se realizó en un hotel en Wilmington, Carolina del Norte, el 12 de marzo, donde pronunció un largo discurso sobre el coronavirus.
Tras de más de dos meses confinado, el ex vicepresidente apareció en público por primera vez este lunes, acompañado de su mujer, para honrar a los caídos en el Memorial Day. Iba protegido con una máscara y gafas de sol, y respondió a las preguntas de un pequeño grupo de reporteros.
En estas fechas, el 30 de mayo, se cumple además el aniversario de la muerte de su hijo Beau, veterano de la guerra de Irak, que falleció hace cinco años de cáncer cerebral. Este drama, a la vista de la sociedad estadounidense y de los votantes, resulta conmovedor y son muchos los que se identifican con su dolor.
Así como Biden ha sido fotografiado con el protector facial, Trump se ha negado en todo momento a usar mascarilla ante la prensa, lo que ha provocado multitud de críticas en un amplio sector de la población.
En cualquier caso, según señalan David Axelrod y David Plouffe, estrategas electorales del ex presidente Barack Obama, el postulante Biden debe “acelerar el ritmo de su campaña, usar plenamente su ejercito de influyentes y representantes, y hacerse de un arsenal nuevo de herramientas virtuales guiadas por estadísticas y tácticas creativas”.
La imposibilidad de relacionarse con los votantes en persona, hace que la presencia en internet y en los medios de comunicación cobre aún más importancia y, en ese sentido, Trump es más aventajado que Biden.
Conocida es de sobra la actividad del presidente en Twitter, quien continuamente publica mensajes en su red social preferida, convertida en su principal canal de comunicación.
El mismo día de su toma de posesión como 44º presidente de los Estados Unidos, el 20 de enero de 2017, Donald Trump se enzarzó en una polémica con los periodistas: su equipo de prensa informó de que su ceremonia de juramento había sido la más concurrida de la historia de Estados Unidos. Ante la evidencia de las fotografías que demostraban mucha menor afluencia que en la toma de posesión de Barack Obama en 2009, su jefe de prensa, entonces Sean Spicer, declaró que los “deshonestos” medios ofrecían imágenes gráficas que distorsionaban intencionadamente la realidad. Dos días después, la consejera presidencial Kellyanne Conway declaró que la Casa Blanca presentaba “hechos alternativos” a las cifras que daba la prensa; y Donald Trump, declaró que los periodistas están “entre los seres humanos más deshonestos del mundo”.
El enfrentamiento de Trump con los medios de comunicación que no le son afines se ha evidenciado a lo largo de su mandato en numerosas ocasiones, pero donde más prolíficamente ha desatado sus iras contra ellos ha sido en Twitter.
Las publicaciones de Trump no dejan indiferente a casi nadie. Hasta se podría decir que el presidente tiene un don para lograrlo, teniendo en cuenta que nunca habla en vano. Tampoco filtra y, en muchos casos, sus malas formas (y también sus contenidos) crean hilos interminables de comentarios por parte de los usuarios. Y si molesta, que moleste. Al fin y al cabo, una de las máximas del marketing y del Branding es aparecer en el máximo número de conversaciones posibles, porque te hará más visible.
Al presidente le van como anillo al dedo la famosa cita de Oscar Wilde que dice: “Hay solamente una cosa en el mundo peor que hablen de ti, y es que no hablen de ti”; y con más solera, por aquello del tiempo pasado, la célebre frase del Quijote también sería bien oportuna mencionarla: “Que hablen de mí, aunque sea mal”.
No obstante, la última polémica convertida en escándalo en la que se ha visto envuelto, le puede traer muchos más quebraderos de cabeza, puesto que Twitter bloqueó el lunes dos mensajes de presidente por considerarlos “potencialmente engañosos”. El presidente, con más de 80 millones de seguidores en la red social, dijo que había un fraude potencial de voto por correo en California.
En el caso de Joe Biden, más diplomático en su actitud, con un estilo más clásico y menos agresivo, y en comparación con el actual presidente, mucho menos activo en las redes sociales, a través de videoconferencias y desde su casa, con la biblioteca de fondo en cada presentación, ha recibido virtualmente el apoyo de su ex rival, Bernie Sanders, de la ex candidata Hillary Clinton y de su antiguo jefe Barack Obama.
También a través de las videollamadas, tras emitir un comunicado, Biden ha tenido que defenderse de las acusaciones de Tara Reade, una de sus ex asistentes cuando él era senador de Delaware, tras denunciar que hace 27 años fue acosada sexualmente por el ahora candidato demócrata.
Hasta ahora, en la contienda, Donald Trump gana por barrida en el manejo de redes sociales y aplicaciones internautas, así como en la recaudación de fondos. Por esta razón, una de las críticas que se le hace a la campaña de Biden, es que no tiene una maquinaria digital adecuada para enfrentarse a su contrincante.
Cuando Biden hizo un par de encuentros virtuales en Florida en los que participó por videoconferencia, tanto los actos de Tampa como de Jacksonville se vieron plagados de problemas técnicos que provocaron la frustración de los participantes y, por supuesto, dificultaron la difusión del mensaje. Trump aprovechó la ocasión y se burló de los problemas técnicos de los demócratas.
Dentro del Partido Demócrata también hay quienes han expresado dudas sobre la manera de cómo el ex vicepresidente está llevando sus comunicaciones dentro de esa estrategia de campaña virtual.
La directora de su campaña, Jen O’Malley Dillon, quien asumió el cargo en marzo cuando empezaron los cambios forzados por la pandemia, salió en su defensa argumentando que “a los votantes no les importa desde donde graba. Lo que les importa es lo que dice y cómo nos relacionamos con ellos”.
Desde otro ángulo de análisis, el consultor de comunicaciones republicano, Tim Milles, considera que “se puede tener la mejor maquinaria del mundo, pero si una campaña no es adecuada para la época, de poco vale".
En la carrera a la presidencia, Joe Biden busca, tal y como prometió en el último debate de las primarias, una mujer para que ocupe la vicepresidencia, por lo que su campaña democrática ya ha empezado a entrevistar a las posibles candidatas.
Algunos nombres cobran más fuerza que otros, pero mientras toman la decisión, que se espera que se haga pública en julio, se especula con el perfil, comenzando por si elegirá a una mujer afroamericana o latina para arrastrar a las minorías; si tenderá a una dirigente de izquierdas para reconciliarse con el ala más progresista, si se decantará por alguien que pueda complementar o compensar sus debilidades…
Muchos candidatos, tradicionalmente han tomado la decisión definitiva, en función de la procedencia o del grupo demográfico que más ha convenido movilizar. Para Biden, el reto está entre los más jóvenes y la izquierda del partido que apoyaron a Bernie Sanders durante las primarias, pero que no necesariamente votarían por Biden, a no ser que les convenza su vicepresidenta.
A pocos meses vista de las elecciones presidenciales, se acerca la celebración de la convención nacional de los partidos, entendida como la gran fiesta en la que los grupos políticos dan el respaldo final al candidato. En estas, priman los discursos de elogio, la estimulación al electorado, los aplausos resuenan y en los pabellones brilla la lluvia de confeti en un ambiente festivo lleno de optimismo.
Los demócratas nominarán oficialmente al ex vicepresidente Joe Biden como candidato, después de que Bernie Sanders decidiera retirarse de la carrera presidencial a principios de abril. Su vicepresidenta también será designada de manera oficial. Los republicanos, por su parte, reafirmarán la adhesión a su líder Donald Trump, dando muestras de unidad para relanzar al presidente.
De la misma manera que el coronavirus fue la causa de que numerosos estados pospusieran sus elecciones primarias, el partido demócrata tomó la decisión de que su convención nacional se aplazara un mes, quedando prevista para el próximo 17 de agosto durante cuatro días, una semana antes que la del Partido Republicano, que se efectuará del 24 de agosto al 27 de agosto.
Para el gran evento, lo habitual es que los partidos elijan ciudades en estados decisivos, en un intento de ganar influencia en ellos.
El lugar escogido por los demócratas es Milwaukee, en el estado de Wisconsin, pero aún no está claro si se llevará a cabo de manera presencial o se celebrará de manera virtual, marcando un hito sin precedentes en la política de Estados Unidos. El Comité Nacional Demócrata ya está dando los pasos necesarios para este histórico modelo, con el fin de garantizar tanto la festividad, como la seguridad y la salud de los asistentes.
Para los republicanos, la posibilidad de organizar cualquier conexión en remoto, está descartada. Incluso el presidente Donald Trump ha llegado a amenazar este lunes con trasladar a otro estado la Convención Nacional Republicana prevista en Carolina del Norte, a menos que se le "garantice" la asistencia masiva de participantes, a pesar de la crisis que atraviesa el país, todavía azotado por la pandemia.
"Amo al gran estado de Carolina del Norte, tanto que he insistido en celebrar la Convención Nacional Republicana en Charlotte a final de agosto", dijo el presidente, pero “desafortunadamente, el gobernador demócrata Roy Cooper todavía está en modo reclusión y es incapaz de asegurar que se nos permitirá una asistencia completa al estadio", publicó Trump en su cuenta de Twitter.
Tras las advertencias de Trump, el gobernador de Florida, Ron DeSantis, ha dicho que le gustaría albergar la Convención Nacional Republicana, y ha ofrecido su entidad territorial para la celebración, que según los cálculos del partido, espera reunir a unos 50.000 invitados. Los gobernadores de Texas y Georgia, también han manifestado su interés por arropar el evento en sus estados.
“Obviamente tenemos diferentes lugares en nuestro estado en los que se podría celebrar. Miami, Orlando, Tampa, Jacksonville, todos podrían hacerlo”, ha declarado el republicano DeSantis.
Si alguien piensa que las elecciones de noviembre podrían ser las más trascendentales de la historia más reciente de Estado Unidos, posiblemente no esté exagerando. El presidente que salga definitivamente elegido, heredará un país inmerso en una crisis económica, acechado por una pandemia que encontrará su mejor fin cuando se descubra una vacuna. La misma que se pondrán los dos septuagenarios candidatos. Pero hasta que llegue ese momento, aún hay mucho más por descubrir en estos extraordinarios comicios.