Precaución, pero sin que cunda el pánico. Esta es la máxima para hacer frente a la llegada y expansión del coronavirus en Estados Unidos. Ayer el vicepresidente Mike Pence anunciaba en una rueda de prensa que de momento hay 108 infectados y 9 muertos por el COVID-19, motivo suficiente para que el presidente Donald Trump haya comenzado a presionar a las farmacéuticas en su búsqueda de una cura que frene el brote.
"Les hemos pedido que aceleren lo que sea que están haciendo en términos de una vacuna", explicó Donald Trump ante los medios tras reunirse con empresas farmacéuticas como Johnson & Johnson, Moderna y Gilead Sciences. Estas empresas trabajan sin descanso en la búsqueda de una vacuna para, primero y más importante, impedir el contagio y muerte de más personas, pero también para no dejar en ridículo a la administración por una mala gestión del brote, y estabilizar los mercados (antes de que la FED se viera obligada a recortar ayer los tipos de interés el parqué estadounidense cayó a mínimos históricos que no veíamos desde la crisis financiera de 2008).
El presidente alabó el trabajo de los profesionales de los centros de Control y Prevención de Enfermedades (CDC), y urgió a encontrar una cura de manera urgente, antes de las elecciones del 3 de noviembre, pero no funciona así. Desde el Departamento de Salud de EE. UU. han señalado que la vacuna no llegará antes de los 18 meses, un dato que Trump `olvidó´ compartir en su comparecencia esta semana. Así que no queda mas remedio que prepararnos para enfrentarnos al COVID -19 como el resto del mundo.
Ahora lo importante es evitar que estas cifras aumenten y no va a ser fácil. Algunos expertos acusan al CDC de que no se están haciendo suficientes pruebas a los pacientes y las que se hacen no están funcionando, como el caso de una mujer en Washington que dio negativo al coronavirus y poco después resultó estar afectada.
Por eso, ya se ha anunciado que aumentarán los controles y se ha destinado una importante partida presupuestaria a la prevención de contagios. Además, se ha aumentado el número de camillas en los hospitales, por lo que pueda venir. A diferencia de otros países, el fenómeno `fiebre de mascarillas´ aún no ha llegado y se pueden comprar con normalidad en las tiendas, al igual que los desinfectantes de manos.
Los dos primeros fueron una mujer de aproximadamente 40 años que habría viajado a Irán donde parece que se habría contagiado. La afectada permanece en cuarentena en su casa de Manhattan. Y el segundo caso, se trataría de un hombre que ya tenía serios problemas respiratorios anteriores y que no había viajado recientemente a ninguna de las zonas más afectadas.
De momento, tres colegios en Nueva York han cerrado sus puertas y se ha activado una línea para atender consultas por parte de expertos, donde de momento la respuesta cuando llamas es que ¨nuestros operadores están ocupados, déjanos un mensaje y te llamaremos¨.
Muy en serio se están tomando las autoridades los lugares con gran paso de transeúntes, como el metro de Nueva York, uno de los más grandes de EE. UU. con más de 470 estaciones y millones de pasajeros diarios. La empresa encargada de su gestión ha asegurado que aumentará las medidas de limpieza y desinfección de los trenes, que a partir de ahora se realizarán cada 72 horas.
En un país donde la sanidad pública es un concepto tremendamente desconocido, se añade otro problema: algunas personas con claros síntomas de coronavirus posiblemente se nieguen a acudir a un Hospital por miedo a la factura que les pueda llegar.
Esto es algo que preocupa, hasta el punto de que el gobernador del estado de Nueva York, Andrew Cuomo, ha pedido a las aseguradoras de su territorio que eliminen los costes asociados con el tratamiento por el coronavirus. Además, según adelantó el periódico The Wall Street Journal, la administración de Trump estaría considerando cubrir los gastos de los afectados por coronavirus que no cuenten con seguro sanitario en este país, alrededor de 27 millones de personas.