Dos mujeres se baten por el poder en Nueva Zelanda, dos personalidades antagónicas: la carismática y progresista primera ministra, Jacinda Ardern, y la líder opositora conservadora Judith Collins, a la que apodan la trituradora. Los neozelandeses deciden su futuro este 17 de octubre en unas elecciones que se retrasaron un mes por el coronavirus. A un lado, la mandataria de 40 años (con 37 se convirtió en la gobernante más joven del país) reconocida por su empatía y capacidad para conectar con la gente; a otro, la veterana de 61, con fama de dura y tono belicoso. Los comicios coinciden además con la votación sobre la legalización de la eutanasia y la marihuana.
Las encuestas han dado siempre la victoria al Partido Laborista de Ardern. Ella lucha por una mayoría absoluta que le permita gobernar en solitario (ahora lo hace en coalición con Los Verdes y los nacionalistas de Nueva Zelanda Primero). La primera ministra ha sido aplaudida dentro y fuera de casa por su gestión de la crisis del coronavirus, su contundente respuesta (prohibió las armas en tiempo récord) al ataque de un supremacista blanco contra dos mezquitas con 51 muertos el año pasado o a la fatal erupción del volcán Whakaari.
La imagen de la mandataria de ese país de apenas cinco millones de habitantes acaparó los medios internacionales cuando -en 2019- acudió a la Asamblea de la ONU en Nueva York con su bebé en brazos, una niña que tenía entonces tres meses. Un gesto con el que la política neozelandesa quería "normalizar" la maternidad. Había anunciado su embarazo pocos meses después de llegar al poder: "Voy a ser primera ministra y madre. Y Clarke se quedará en casa ejerciendo de padre", explicó. Clarke Gayford es su marido, periodista y presentador televisivo.
Ardern es licenciada en Comunicación y Relaciones Públicas y trabajó desde joven para pagarse los estudios. A los 20 años, abandonó la fe mormona en la que fue criada porque se oponía a la homosexualidad. A los 28, se convirtió en la diputada más joven del país. Juró su cargo como primera ministra prometiendo equiparación salarial entre hombres y mujeres. Un sueldo que ella se ha bajado un 20% durante al menos seis meses por la recesión económica en tiempos del coronavirus.
Cada vez que concluye una aparición pública para hablar de la Covid-19, Ardern se despide con estas palabras: "Sé fuerte, sé amable". Muy activa en redes sociales, comparte también en ellas momentos personales, como la muerte de su gato Paddles: "Para todo el que haya perdido una mascota sabe lo tristes que nos sentimos", escribió. Y es, por cierto, admiradora del presidente español, Pedro Sánchez, de él afirmó en un debate electoral que es el "líder que más respeta".
Con la popularidad disparada, los más críticos le reprochan el inclumplimiento de promesas claves como el acceso a la vivienda o el no haber ejercido un liderazgo más "transformador".
La líder de la oposición, Judith Collins, tiene fama de política dura y fuerte que no despierta grandes simpatías. Aunque veterana, su liderazgo es reciente. Se puso al frente de su partido (Partido Nacional) el pasado julio, en plena crisis interna y convirtiéndose en su tercer líder en lo que va de año.
Esta abogada dirigió varios ministerios durante los mandatos del primer ministro John Key (que gobernó entre 2008 y 2016). Los medios de comunicación la bautizaron la trituradora porque cuando era ministra de Policía -en 2009- mandó confiscar y destruir los vehículos de las carreras ilegales. En 2014 renunció como ministra de Justicia por una acusación de la que que fue absuelta más tarde. Se recuperó de aquella caída en desgracia y regresó un año más tarde al Gobierno.
Admiradora de la antigua primera ministra británica Margaret Thatcher, cuestiona la capacidad de su rival para liderar la recuperación económica del país. A la oferta de la primera ministra neozelandesa de "amor y un abrazo" a los electores, ella responde que ofrece "esperanza y un trabajo"
Sin las habilidades comunicativas de su rival, ha sido muy criticada recientemente por calificar la obesidad como una "elección personal" y bromear con que el aumento de peso "no es una epidemia y no se contagia". Lo dijo en una entrevista radiofónica con Newstalk ZB. El tema despierta muchas sensibilidades en el país, ya que Nueva Zelanda es, según la OCDE, el tercer país con más gordos del mundo (el 31% de sus habitantes son considerados obesos).
También fue criticada por aludir al origen samoano de su esposo (con el que tiene un hijo); sus detractores afirmaron que quería aprovecharlo para sumar votos: "Mi esposo es samoano, así que talofa (hola)", había dicho. Ella ha quitado hierro a las polémicas. "Casi la mayoría de los días alguien se va a ofender por algo", le decía a The Guardian. Y pese a su imagen, ella reivindica su sentido del humor: "Es un alivio para el estrés tenerlo", dice. "No creo en las encuestas", ha repetido ante el anunciado triunfo de su rival.
Son dos liderazgos opuestos que se enfrentan en un país, Nueva Zelanda, que en 1893 se convirtió en el primero del mundo que dejó votar a las mujeres en unas elecciones parlamentarias. Aunque no fue hasta tres décadas más tarde cuando les permitió se candidatas.