El principal enemigo de Boris Johnson está dentro de su propio partido y está en el norte de Inglaterra. Y más concretamente en el llamado “muro rojo”, los distritos electorales del noreste que siempre habían votado al Partido Laborista y que en las elecciones generales de diciembre entregaron por primera vez su confianza a Johnson. Le facilitaron una mayoría de ochenta diputados que los conservadores no conseguían desde la época de Thatcher. A cambio, Johnson les prometió implementar el Brexit y descentralizar el país con una fuerte inversión de dinero en la región en infraestructuras y en tecnología.
Ahora ese voto prestado que le entregó el poder se ha vuelto contra Johnson y amenaza con arrancárselo. Johnson mantiene intacta su promesa del Brexit pero se le ha complicado la de la inversión. Hace unas semanas los parlamentarios que representan a los territorios del norte de Inglaterra y de la frontera con Escocia han creado un grupo dentro que se llama Northern Research Group (NRG), el Grupo de Investigación del Norte, que tiene como objetivo defender los intereses de las circunscripciones locales y, lo más importante, velar porque Johnson cumpla su promesa.
El 27 de octubre cincuenta y cinco diputados norteños pertenecientes a este grupo enviaron una carta abierta al primer ministro en la que le pedían “un plan de salida del confinamiento”. También querían que acelerara los proyectos de infraestructura en el norte como el tren de alta velocidad, la banda ancha ultrarápida y el impulso del crecimiento y la productividad. La misiva se convirtió en una especie de declaración fundacional. Los diputados venían a advertir a Johnson que si no cumplía con su promesa electoral de “nivelar el país” le iban a retirar el apoyo entregado en diciembre.
El “muro rojo” abraza ciudades como Manchester, Liverpool, Leeds y Yorkshire que tuvieron minas de hierro, acero y carbón, ciudades industriales que vieron como a partir de los años setenta empezaban a cerrar fábricas y minas. Sus habitantes, mayoritariamente obreros, habían votado siempre laborismo. Desde los setenta que esta zona se había deteriorado y la calidad de vida de sus habitantes había bajado en relación con el sureste y con Londres, donde mejoraba.
El sesenta por ciento de la población de esta región votó Brexit en el referéndum de 2016. Fue una de las zonas donde obtuvo más apoyo. Los electores esperaban que, al recuperar el control de la economía de las manos de Bruselas, mejoraría su vida. Votaron a Johnson porque éste les garantizaba el Brexit y porque había prometido invertir 80.000 millones de libras para “nivelar” la región al resto del país. También le votaron porque dejaron de creer en el laborismo de Corbyn ambiguo con el Brexit y que percibían demasiado centrado en Londres y en el sudeste.
El voto del “muro rojo” es un voto prestado y, por muchos discursos que hagan los políticos, por muchas promesas que sigan haciendo, sus habitantes solo quieren percibir que sus vidas mejoran. No hay resquicio para el engaño. Quieren ver que realmente sus vidas se elevan y se nivelan con las del resto del país. Sin embargo, el Covid ha provocado el efecto contrario y ha empeorado su nivel de vida. Las comunidades más afectadas por la pandemia son las del norte. De hecho, desde que empezó la desescalada en julio que el noreste no ha vuelto a la normalidad. Ha continuado bajo fuertes restricciones.
Critican que cuando los contagios crecieron en Londres, en el sur, en marzo, se confinó a todo el país y cuando crecieron en el noreste, en septiembre, se cerró solo el norte. “La pandemia de Covid ha puesto de manifiesto la profunda desventaja estructural y sistémica a la que se enfrentan nuestras comunidades —dice la carta del NRG—. Creemos que [la pandemia] amenaza con socavar el mandato ganado en diciembre en un momento político y económico en que la agenda de nivelación nunca ha sido más esencial”.
El NRG se ha convertido en una especie de partido dentro del Partido Conservador y algunos diputados ya han reconocido que ha provocado una guerra civil entre defensores del norte y del sur. Este grupo fue creado a imagen y semejanza del Grupo de Investigación Europea que forzó el Brexit duro en el gobierno y provocó la dimisión de Theresa May y encumbró a Johnson. El NRG está aglutinando el mismo poder y se ha convertido en una amenaza para Johnson.
Entre sus miembros figuran pesos pesados tories como David Davis, el exministro del Brexit, Esther McVey, ex ministra de trabajo, o David Mundell, ex ministro para Escocia. El 4 de noviembre ya se produjo una rebelión en el parlamento de treinta diputados tories que votaron en contra del plan de confinamiento que finalmente aprobó sin problemas Johnson porque contaba con el apoyo de los partidos de la oposición. Pero fue un primer aviso. Los dos cabecillas de la rebelión, el exlíder del partido, Iain Duncan Smith, y el líder de los parlamentarios que no están en el gabinete, Graham Brady, son miembros del NRG. Tras la votación, dijeron que son muchos más y que pueden complicar las cosas a Johnson si continua con las restricciones económicas.
Hay otro factor a tener en cuenta. Su líder, Jake Berry, es un viejo aliado de Johnson que, además, tiene una cuenta pendiente con él. Fue durante el mandato de Theresa May y al principio del de Johnson el secretario de estado del Northern Powerhouse, una institución creada el 2010 para potenciar el crecimiento económico en el norte. Berry fue también uno de los que más ayudaron a Johnson en las primarias de julio del año pasado. Y quien ideó el eslogan “leveling up” (“nivelando el país”) con el que conquistó el norte.
Berry, de 42 años, esperaba obtener un cargo importante en el ministerio de exteriores en la restructuración ministerial de febrero, pero fue descartado. Se dice que Johnson quería a brexiteros y Berry es europeísta. Lo cierto es que Berry se sintió decepcionado y no correspondido tras su ciega fidelidad a Johnson. Ahora se ha convertido en su principal amenaza. Le mueve un frío afán de venganza.
Ahora el noreste se conoce como el “muro azul” pero se teme que, tras asegurarse el Brexit el uno de enero, sus votantes vuelvan a repensarse su voto. En cualquier caso, parece claro que uno de los factores que determinarán la política británica en los próximos años será el de la identificación con el norte o con el sur. Los conservadores han anunciado la apertura de un segundo cuartel general en Leeds para controlar el norte. Cuando le preguntaron al ministro de finanzas, Rishi Sunak (quien suena como sucesor de Johnson) por la carta de los diputados norteños, él contestó “yo soy un tory del norte”. Sunak se reunió con los diputados del NRG y les prometió ayudarles.
El nuevo líder laborista, Keir Starmer, ha empezado también una campaña para reconquistar el norte. Johnson tendrá muy complicado cumplir su ambiciosa promesa de inversión en la región tras haber gastado ya más de 230.000 millones de euros en el Covid. Y se prevé que acabe acumulando una deuda de 414.000 millones para este año fiscal que termina en abril de 2021, según la oficina que controla el gasto del gobierno (OBR). La previsión (antes del Covid) era de 61.000 millones. A esto hay que sumar el impacto económico del Brexit sin acuerdo al que se asoma el país en un mes y medio.
Y no hay que olvidar las elecciones escocesas de mayo, donde se espera una victoria de los nacionalistas con el segundo referéndum en el programa electoral. Deberá hacer muchas concesiones a los independentistas para frenar su reivindicación. Las próximas elecciones generales son en mayo de 2024. Todavía queda mucho, pero el grupo brexitero radical fue capaz de hacer caer Theresa May a media legislatura y el Grupo de Investigación del Norte tiene suficientes miembros como para neutralizar la mayoría de Johnson en el parlamento en votaciones ajustadas. El grupo es cada vez más fuerte y la situación en la región cada vez más complicada porque sus habitantes sienten que su vida empeora.