A pesar del llamamiento a posponer las protestas por respeto a la reina por el fallecimiento de su esposo, el príncipe Felipe, las calles de Belfast han sido escenario de algunos incidentes la pasada noche. Un coche salió ardiendo mientras la policía antidisturbios montaba una barrera de contención con sus vehículos que evitaron males mayores.
Los grupos paramilitares leales a la corona británica han negado este viernes cualquier tipo de participación en las protestas callejeras que desde hace más de una semana se vienen dando en varias ciudades de Irlanda del Norte, y que hasta el momento han dejado 79 policías heridos y una decena de detenidos.
El Consejo de Comunidades Leales (LCC), --que aglutina a grupos como la Fuerza Voluntaria del Úlster (UVF), la Asociación de Defensa del Úlster (UDA) o el Comando de la Mano Roja-- ha negado cualquier tipo de participación "directa" o "indirectamente" y ha criticado al Gobierno irlandés por "violar" las "garantías básicas" presentes en el Acuerdo de Belfast.
Las tensiones han crecido en las últimas semanas por los acuerdos comerciales que se han adoptado tras el Brexit. El LCC ha reiterado a través de un comunicado su oposición a la frontera de facto en el Mar de Irlanda y ha solicitado al Gobierno de Londres "tomar en serio" estas "advertencias sobre las peligrosas consecuencias" de imponer una medida como esta.
"Hasta la fecha ha habido un espectacular fracaso colectivo para comprender adecuadamente la escala y la naturaleza de la ira unionista y lealista. De hecho, existe un completo fracaso en entender a los leales como personas y ciudadanos iguales", ha asegurado.
A su vez, el grupo ha manifestado que "busca poner fin a toda la violencia y resolver las preocupaciones de las comunidades lealistas y unionistas" y ha pedido a "su gente" no inmiscuirse en enfrentamientos violentos, pues "cualquier acción tomada por la comunidad leal debe ser completamente pacífica".
La última noche de protestas violentas ha dejado otros 19 agentes heridos, pese a que en las últimas horas la clase política norirlandesa, el primer ministro británico, Boris Johnson, su homólogo irlandés, Micheál Martin, y hasta la Casa Blanca han llamado a la calma.