Nicolás Maduro Guerra, o Nicolasito, o Nicolás II, como le llama todo el mundo en Venezuela on y off the record para diferenciarle de su padre, el presidente de la República, acaba de cumplir treinta años.
Los cumplió el pasado 21 de junio y a pesar de estar en cuarentena radical en Caracas y otros once estados del país, “El Hijo” no se privó, supuestamente, de celebrar la entrada a su tercera década en una reunión más o menos multitudinaria, donde según las denuncias de la policía de El Hatillo (municipio al este de Caracas donde se habría celebrado la fiesta) y según han confirmado fuentes policiales a este diario, en la celebración se encontraba el patriarca y Casa Militar, el estricto séquito de seguridad del Palacio de Miraflores que acompaña a Nicolás Maduro allá donde vaya.
Un escándalo. Sin embargo, la noticia ha pasado más o menos desapercibida en los medios nacionales e internacionales porque se ha producido un silencio mediático desde que Javier Gorriño, el jefe de seguridad de El Hatillo (municipio de alcaldía opositora), denunciara los hechos y advirtiera de la presencia extraña de la seguridad de Miraflores en una fiesta privada. Las fiestas y las reuniones sociales están prohibidas durante el confinamiento estricto debido al aumento de casos preocupante que, durante las últimas semanas, está sufriendo el país caribeño.
Gorriño fue detenido por describir la situación y mencionar en su cuenta de Twitter (un tuit que fue borrado a posteriori) que sus hombres, a pesar de tener jurisdicción en la zona, no podían hacer nada porque en el lugar del evento se encontraba la seguridad personal del presidente; militares que no son precisamente conocidos por sus buenos modales ni prácticas.
Javier Gorriño, en estos momentos, se encuentra en prisión domiciliaria sin saber qué va a pasar con su futuro. Nadie más habló de esta fiesta estos días. Por supuesto, ni Nicolás Maduro ni Nicolasito han hecho mención al respecto, y aunque no hay pruebas definitivas de que la reunión fuese por el cumpleaños del hijo de Maduro, todos los hechos apuntan a que así fue.
Nicolás Erenesto Maduro Guerra es el único hijo de Nicolás Maduro Moros, fruto de su relación bastante misteriosa y de la que hay pocos registros con la venezolana Adriana Guerra Angulo. Nunca ha sido un hijo protagonista, hasta ahora, que ha comenzado a (intentar) ocupar puestos relevantes y a hacer apariciones mediáticas a las que no tenía acostumbradas a la prensa.
En estos momentos, aparte de ser Constituyente en la cuestionada Asamblea Nacional Constituyente, electa en julio de 2017 y presidida por Diosdado Cabello, es delegado del Partido Socialista Unido de Venezuela y ocupa el importantísimo cargo de Jefe de Formación Ideológica de las Juventudes del PSUV, un puesto que ostenta, según afirman fuentes de la propia juventud del partido, como “una nueva élite” y, entre la militancia juvenil chavista comienza a haber una sensación de que si no se posicionan pública e internamente junto a él, como amigos de él, los delegados juveniles no tendrán oportunidades de crecimiento.
Estas mismas fuentes aseguran a NIUS que hay un “malestar generalizado” dentro de este sector porque, aunque la secretaría general de la juventud del PSUV la ocupa Rodbexa Poleo (una conocida cantante de rap y hip-hop venezolana), al final, nada pasa y nada ocurre sin que Nicolasito tenga la última palabra.
Para Guillermo Tell Aveledo, politólogo venezolano y profesor en la Universidad Central de Venezuela, el caso del ascenso de Nicolasito es “especialmente curioso” porque “si bien es cierto que Venezuela no tiene tradición de dinastías políticas familiares, sí hay una tradición de nepotismo en la familia Flores-Maduro”, sostiene en entrevista telefónica con este diario el politólogo, refiriéndose a Cilia Flores, la actual pareja de Nicolás Maduro, denominada por él mismo “La Primera Combatiente”, y a la que la Unión de Trabajadores y Empleados de la Asamblea Nacional denunció por haber colocado a 40 de sus familiares y allegados más íntimos en puestos de relevancia en el Parlamento cuando ella era presidenta del Palacio Legislativo.
“En un sistema político democrático”, continúa Aveledo, “el de Nicolás Maduro Guerra sería un ascenso bochornoso: no tiene una carrera de administrador público, no tiene propiamente una carrera dentro del partido; sino que entra en puestos de relevancia y ascenso político tras la designación y elección de su padre a la presidencia”.
El primer puesto conocido en el mundo de la política de Nicolás II fue en 2013, cuando su padre se inventó un cargo a su medida y creó la figura del jefe del Cuerpo de Inspectores de la Presidencia. Después, en 2014, lo nombraron director de una nueva Escuela de Cine, lo que levantó las críticas de gran parte del mundo de la cultura venezolana que consideraban que el muchacho, de apenas 24 años en aquel momento, no tenía formación al respecto.
Desde sus primeros puestos de gobernanza y poder, Nicolasito nombró a varios viceministros de su quinta para “comprar su voluntad” y apoyo a posteriori. Fue el caso de Estela Ríos, que fuera viceministra de Comunicación, o Jesús Pérez, actual gerente de PDVSA La Estancia, y que el joven posicionó como viceministro de cultura.
Maduro Guerra es muy activo (sobre todo últimamente), como buen representante de su generación millenial, en su cuenta de Instagram. En la descripción de su bio en esta red social dice que es Licenciado en Economía Social por la UNEFA (Universidad Nacional de las Fuerzas Armadas), y que es flautista por el famoso Sistema de Orquestas de Venezuela.
Una fuente cercana al entorno de Nicolasito, y que ha pedido a este diario no ser identificada por miedo a represalias (la llamaremos Manuela*), pone en duda la formación de la que presume el hijo del presidente. “En primer lugar, yo jamás le vi tocando un instrumento, mucho menos una flauta, ni familiarizado con nada que tenga que ver con la música o con el Sistema de Orquestas. También dudo que haya terminado su ciclo de estudios en la Universidad, pero lamentablemente los registros no son públicos”.
Manuela* asegura que Nicolás Maduro Guerra siempre fue “un bobo, como lento, tiene reacciones lentas, no es inteligente y siempre como que aprendía empujao”, sostiene, haciendo referencia a su capacidad intelectual que considera limitada. “Siempre fue un poco gafo (palabra venezolana utilizada para describir a una persona pardilla y tonta)”.
Su afición desde adolescente eran los videojuegos y durante su época como estudiante en el Liceo Urbaneja Achelpohl (LUA), el mismo al que fue su padre, ya contaba con seguridad personal y guardaespaldas que le acompañaban hasta el recinto escolar, a pesar de que en aquel momento todavía estaba vivo el presidente Hugo Chávez y Nicolás Maduro ostentaba el cargo de Canciller de la República.
Si en Instagram muestra todos los lujos de ser hijo de multimillonario. En la red social Twitter se dedica a la política.
En su época de estudiante, Nicolasito era “bastante retraído, no hablaba mucho y cuando salía del colegio, se pasaba la tarde en la casa de su amiga Neydi, que era además su compañera de clase”, explica la misma fuente anónima. La casa estaba justo enfrente del colegio.
La hermana pequeña de Neydi era Grysell, con la que Nicolasito tuvo una hija cuando la joven era todavía menor de edad. En estos momentos, aún hay seguridad del Estado en las puertas de aquella casa del sector de Los Símbolos en Caracas donde Nicolás II se pasaba las tardes después de clase como invitado de honor.
Durante el primer año de mandato de Nicolás Maduro como presidente, era habitual ver a su hijo junto a Grysell en los escenarios del palco presidencial y el entorno de la joven sostiene que fue llamativo el cambio al que la sometieron para, según ellos, que se pareciese estéticamente a la mujer del presidente, Cilia Flores: “le alisaron su pelo natural que era muy rizado y del que ella se sentía muy orgullosa, y le pusieron unas gafas como las de Cilia; y hasta le tintaron el cabello con un color parecido al de ella”.
Para Grysell, Neydi y el resto de la pandilla de amigos de la adolescencia y la juventud, Nicolasito organizó también una fiesta a todo pago en la que se encargó de suministrar alcohol a todos sus amigos y de que nada faltase, algo que les resultó llamativo teniendo en cuenta el dineral que invirtió siendo solo un adolescente. Para Manuela*, Nicolasito suplía entonces y continúa haciéndolo ahora, su falta de capacidad intelectual con la ostentación económica para ganarse el beneplácito de su entorno.
Los veranos de aquellos años preuniversitarios, Maduro Guerra los pasaba en lugares indeterminados, generalmente fuera de Venezuela, y a los que, por prohibición familiar, no podía hacer referencia frente a sus amigos de la escuela, que sí saben que el último verano antes de ingresar en la Universidad lo pasó en Vancouver, Canadá, con la intención de aprender francés, algo en lo que fracasó, parece que estrepitosamente.
Desde hace unos meses, Nicolás II está poniendo mucho empeño y dinero en su nuevo programa de televisión, “Maduro Guerra Live”, que retransmite a través de sus redes sociales y que repica el canal del estado Venezolana de Televisión VTV. Al hijo del presidente le dieron prime time, y en su cuenta de IG cuelga todos sus programas y vídeos promocionales en los que sale entrevistando a figuras importantísimas del chavismo como el siempre inaccesible y misterioso vicepresidente económico Tareck El Aissami, por ejemplo, con el que presume de tener una excelente amistad.
Manuela* explica que, entre varios sectores de la juventud del chavismo, el programa de Nicolasito no ha sentado muy bien porque lo consideran una ostentación innecesaria. “¿Cuánto habrá costado construir ese set arrechísimo (vocablo venezolano para describir, en este caso, algo de muy buena calidad y caro)? Hasta sacó gorras con el nombre de su programa y lo transmite en simultáneo y en vivo por cinco Iphone último modelo; y no lo esconde, la idea es que se note que lo hace así. ¿Por qué? Es ostentoso, sobre todo teniendo en cuenta la situación del país; y abusa de los privilegios de los que goza por ser quien es”.
Para el politólogo Guillermo Tell Aveledo, lo del programa de TV de Nicolasito “es algo que parece folclórico, como propio de las dictaduras de sultanes en África o Asia”. Sin embargo, para el profesor, “lo que está haciendo Maduro Guerra no le puede salir bien porque es demasiado público y demasiado obvio. Si deseas crecer en el seno de un partido políticamente debes hacerlo entre bastidores. De esta manera, Nicolasito queda demasiado expuesto; y él es un hijo de papá, aunque suene duro, no tiene mayor referencia política y llegó al PSUV sin talento propio”.
Para el politólogo, el hijo del presidente “es limitado en cuestión de esfuerzo, es flojo (palabra para decir “vago” en Venezuela)”, y no tiene preparación académica, algo que le diferencia de otros cuadros del chavismo que incluso salieron a estudiar fuera, como el propio canciller Jorge Arreaza o el prometedor gobernador del Estado Miranda, Héctor Rodríguez, militante en las mismas filas (son generaciones parejas, Rodríguez un poco mayor) que el propio Nicolás II, y al que este, según fuentes de las Juventudes socialistas, ha intentado boicotear el liderazgo ante su evidente carisma y en contraposición a la ausencia del mismo en su persona.
Sin embargo, su evidente ascenso y puesta en escena de los últimos meses es preocupante para Tell Aveledo porque podría marcar un precedente e imitar a dinastías dictatoriales como la de Francois Duvalier en Haití o la del propio Kim Yong-un en Corea del Norte; país que, por cierto, Nicolasito visitó en julio de 2019 y posteó un recorrido festivo y con música en autobús por las calles de Pyongyang junto a varios compañeros del partido.
En ese viaje, el hijo de Maduro fue tratado como un mandamás, participó en actos multitudinarios con el líder supremo norcoreano y quedó en evidencia el incondicional apoyo a Venezuela por parte del régimen del que seguramente sea el país más hermético del planeta.
En julio de 2019, Maduro Guerra también fue sancionado por corrupción por EEUU. El Departamento del Tesoro acusó al hijo de Maduro de estar involucrado en esfuerzos de propaganda y censura, además de beneficiarse del oro de las minas venezolanas, al igual que, según la administración estadounidense, su padre y su madrastra, Cilia Flores.