Venezuela afronta unas elecciones fundamentales sumida en una apatía sin precedentes. 20.710.421 venezolanos están llamados a votar este 6 de diciembre para renovar el Parlamento Nacional que, por primera vez, elegirá a 277 diputados, 110 más que los que tenía hasta ahora, un cambio implementado por el Consejo Nacional Electoral (CNE) y que según los expertos electorales supone un quiebre en el principio de la representación poblacional.
Los colegios electorales ya están abiertos en unos comicios a los que se presentan 14.400 candidatos de 107 organizaciones políticas.
Horas antes de la votación, el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, ha comparecido ante el país para llamar a la participación, frente a las peticiones de Guaidó a quedarse en casa e ignorar los comicios. La comunidad internacional, con Estados Unidos y la UE a la cabeza, ya ha dejado claro que no reconocerán el resultado de estas elecciones.
La nueva asamblea que salga de las urnas este domingo estará vigente por un periodo legislativo de cinco años. Además, por primera vez en la historia del país, se incluyen 40 diputados en una lista nacional desvinculada de los circuitos electorales.
“El cambio de reglamento electoral se hizo sin respetar los seis meses de antelación que dispone la ley. El CNE nombrado por cuenta propia por el Tribunal Supremo de Justicia, se ha dedicado a violar todas las disposiciones constitucionales, dejando sin validez el contenido de la Ley de Procesos Electorales”, ha señalado Andrés Caleca, expresidente del Consejo Nacional Electoral.
Y ante el descontento generalizado en las calles por el agravamiento de la crisis económica, la pandemia y una hiperinflación que no da tregua y que durante la última semana de noviembre subió el precio de los alimentos en un 40%, las principales encuestadoras del país como Datanálisis o Delphos auguran una abstención que superará el 70%, algo que ya ocurrió en el año 2005, cuando la oposición decidió no participar y el chavismo ganó la mayoría parlamentaria.
Esta abstención refleja un nuevo organigrama en las preferencias del votante venezolano que, por primera vez en las ultimas dos décadas, se despolitiza, rompe la polarización y se declara “Ni-Ni”, ni chavista, ni opositor. Según estas mismas encuestadoras, el 60% de la población de Venezuela se declara independiente, mientras que un 26% dice ser opositor y solo un 12% chavista.
En esta ocasión, el gobierno de Nicolás Maduro aspira a que se repita una situación similar a la del 2005 y ganar holgadamente los comicios con la participación de sus bases populares, a pesar de que el 80% de los venezolanos quiere un cambio. Sin embargo, el 75% de los que aseguran que votarán el #6D se declaran como chavistas. Se trata de una clase baja y popular sin opciones y que depende de los bonos de dinero y de las cajas de comida subsidiada (el denominado CLAP) que el gobierno les entrega a cambio del voto.
Tanto es así que, en uno de los últimos mítines de campaña, el número dos del gobierno y presidente de la cuestionada Asamblea Nacional Constituyente, Diosdado Cabello, dijo sin pudor: “El que no vota, no come”; palabras que resultaron muy polémicas porque se entendieron como una amenaza a estos sectores más necesitados.
Es habitual en las elecciones en Venezuela desde que el chavismo llegó al poder, que en las puertas de los colegios electorales se ubiquen los denominados Puntos Rojos, pequeños kioskos improvisados donde miembros del chavismo controlan a las bases populares que han ido a votar por ellos. Para demostrarlo, deben “fichar” presentando su Carnet de la Patria (una especie de DNI inventado por Nicolás Maduro) en este punto una vez realizado el voto.
La oposición y expertos observadores internacionales, así como la OEA y la UE los han calificado como ilegales y han supuesto un punto de disputa en las constantes negociaciones frustradas entre las partes en pro de un acuerdo por unas elecciones limpias y democráticas. Realidades como esta provocan que solo el 35% de la población crea que estas elecciones parlamentarias son legítimas y que el 17% se declare escéptico según las encuestas.
14.000 candidatos de un total de 107 organizaciones políticas se presentan a estas elecciones. Se han habilitado más de 30.000 máquinas de votación provenientes de China en cada uno de los más de 14.000 colegios electorales que estarán abiertos desde las 6 de la mañana hasta las 6 de la tarde; y que estarán custodiados por el Plan República, el despliegue militar y de las Fuerzas Armadas en los alrededores de los centros de votación para velar por la seguridad durante la jornada.
Entre los candidatos, diversidad. Por el lado oficialista, las caras más conocidas que aspiran a ocupar un curul son la de Jorge Rodríguez, que dejó el cargo de Ministro de Comunicación para centrarse en la campaña, Nicolás Ernesto Maduro Guerra, el hijo de Nicolás Maduro, Cilia Flores, su esposa, o el propio Diosdado Cabello.
Por el lado opositor, la división entre los diferentes sectores, el quiebre de partidos tradicionales y el nacimiento de nuevas alianzas que buscan sumar fuerzas en las urnas han marcado las propuestas antichavistas.
Por un lado, se encuentra la facción de la oposición mayoritaria encabezada por Juan Guaidó y por los principales partidos opositores, el denominado G4, y que incluye a Primero Justicia, Voluntad Popular, Acción Democrática y Un Nuevo Tiempo, que no van a participar de las elecciones porque las consideran “un fraude de la dictadura” y han organizado una Consulta Popular alternativa entre el 7 y el 12 de diciembre, día en el que también han convocado una movilización de protesta en las calles.
Un total de 27 agrupaciones políticas opositoras se han sumado a esta decisión y oficializaron su postura el pasado mes de agosto mediante un comunicado en el que calificaban el proceso de fraudulento.
La Consulta de Guaidó no es vinculante y se trata de medir el respaldo que tiene su postura de cara a eventuales acciones de fuerza para sacar a Nicolás Maduro del poder y para permanecer en lo que ha denominado como “continuidad administrativa”: continuar como presidente de la Asamblea Nacional rechazando la nueva legislatura que saldrá de estos comicios, y que según la Constitución comenzará el próximo 5 de enero.
Este evento tampoco está levantando pasiones entre los venezolanos, que tampoco se fían de su transparencia y las encuestas hablan de entre un 21 y un 40% de participación.
Por otro lado, se encuentra la oposición que sí ha decidido participar en las elecciones legislativas del 6 de diciembre. Algunas de estas formaciones han nacido tras la intervención del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) de las directivas de los principales partidos opositores del país dando lugar a escisiones con nuevos rostros al frente dispuestos a participar en los comicios, algo que beneficia al gobierno de Nicolás Maduro para otorgar legitimidad a la jornada.
Es el caso de la nueva formación política Primero Venezuela, escisión del conocido Primero Justicia (el partido, entre otros, de Henrique Capriles o Julio Borges), que ha nacido con la vocación de convertirse en un nuevo referente entre los sectores descontentos.
David García es candidato de esta formación, número uno en la lista por el Estado Miranda, el más grande del país, y asegura en entrevista con NIUS que, “tras veinte años de chavismo, la oposición no ha estado a la altura y por eso nacemos nosotros. Nos hemos denominado “La Rebelión de las Regiones”.
García trabajó con Henrique Capriles como mariscal de campo y haciendo trabajo de calle cuando éste era gobernador del mismo estado por el que ahora él se presenta a diputado.
“Sentimos que el gobierno virtual de Guaidó le ha hecho mucho daño al pueblo de Venezuela que se siente estafado. No podemos esperar a que venga una coalición internacional a liberarnos. Cuando Venezuela necesitó libertadores, los parió”, sostiene desde la oficina de su sede de campaña en el este de Caracas.
Las rencillas entre los que otrora fueron compañeros de bancada restan credibilidad a sus candidaturas en la calle entre una población desconfiada por el devenir de los acontecimientos. García critica que la oposición radical les califique de “alacranes” y cree que sus posturas están marcadas “según sus intereses personales”.
El candidato de Primero Venezuela cree que el domingo habrá sorpresas y que habrá “un voto castigo en contra del gobierno”.
La coalición opositora más importante en las listas de las elecciones parlamentarias del 6D es Alianza Democrática, conformada por varios partidos, entre ellos Esperanza por el Cambio, del famoso pastor evangélico Javier Bertucci, que fue candidato a las presidenciales en 2018 y obtuvo más de un millón de votos; o Acción Democrática, el partido de Henri Falcón, otro de los rostros de esta oposición más conocidos.
Como número tres en la lista de esta coalición acude Bruno Gallo, que también es miembro de la dirección de su Comité Ejecutivo Nacional.
“Este es un proceso atípico porque los partidos de la oposición tradicional se embarcaron en una fantasía de que alguien va a venir a salvarnos desde afuera y eluden la confrontación electoral. Eso no va a ocurrir como no pasó en Cuba o en Corea del Norte. La salida para Venezuela la tenemos que construir los venezolanos”, afirma Gallo en entrevista con este medio.
Desde su grupo proponen “rescatar el escenario de la política y sustituir la confrontación permanente y altisonante por consensos necesarios”.
Gallo cree que el 6D habrá una abstención importante en las urnas, pero no tanta como se pronostica. Y cree que los sectores populares darán la sorpresa y no votarán al chavismo en su mayoría. “La gente está hastiada de la pérdida de calidad de vida, de cocinar a leña, de que se les vaya la luz, de no tener agua; y eso se va a expresar en este proceso electoral. A partir del domingo vamos a ver una nueva Asamblea más diversa, menos polarizada y esperemos que con mejor capacidad para dialogar”, sostiene.
Uno de los principales escollos de las elecciones legislativas de Venezuela es de qué manera serán reconocidas (o no) por la comunidad internacional. Los países que apoyan a Guaidó (más de 60) creen que la convocatoria es antidemocrática, y EEUU, la Organización de Estados Americanos (OEA), la Unión Europea y varios países de América Latina ya han dicho que no van a reconocer los resultados porque creen que estos comicios no cumplen con las garantías necesarias para celebrarse de manera libre y democrática.
El pasado mes de septiembre, el Alto Representante de la UE para Asuntos Exteriores, Josep Borrell, envió una misión diplomática a Caracas con el ánimo de llegar a un consenso con el gobierno de Nicolás Maduro y poder participar como observadores internacionales en las elecciones reconociendo de facto sus resultados. No fue posible y la misión fue un fracaso de altas dimensiones. Los enviados de Borrell solicitaron un aplazamiento formal de las elecciones de al menos seis meses, algo a lo que el gobierno de Maduro no estaba dispuesto a ceder.
Las posturas divergentes separan aún más a Europa del gobierno venezolano que, en boca de su vicepresidenta, Delcy Rodríguez, ha asegurado que le resulta “indiferente” que no reconozcan sus comicios. “No nos importa, nos es indiferente porque existimos mucho mejor sin ustedes”, aseguró en un acto público.
El gobierno espera además que con la nueva administración de Joe Biden, la relación con EEUU mejore y se relajen las sanciones y el bloqueo al que consideran el culpable absoluto de la crisis económica que sufre el país.
Según cifras del Consejo Nacional Electoral de Venezuela, el 6D habrá 1.500 observadores nacionales y 200 internacionales invitados por el ejecutivo nacional.
Y mientras tanto, en las calles de Venezuela, los días pasan monótonos con una población cada vez más empobrecida, con la moneda nacional, el bolívar, cada día más devaluada y con unos salarios miserables que no remontan.
Reflejo de esta indolencia que centra todos los esfuerzos de los venezolanos en la supervivencia diaria, son las respuestas que de manera mayoritaria se encuentran estos días en Caracas ante la pregunta clave: “¿Qué va a hacer usted el 6 de diciembre? ¿Va a ir a votar?” “Para qué voy a ir a votar si de todas maneras ya todo está cocinao”, dice José Israel, un comerciante del centro de Caracas.
A su lado, José Rodríguez, un trabajador de una panadería cercana, también en el centro. “El domingo voy a trabajar normal y no voy a ir a votar, porque no creo en estas elecciones. Ninguno de los bandos tiene la razón, la razón la tiene el pueblo venezolano que está sufriendo y necesita hasta tres trabajos para mantener a la familia”.
En la Plaza Bolívar, en pleno corazón de la capital, Kenyuri, una chica de 32 años que está sentada leyendo un libro, sustenta la misma lógica abstencionista: “No voy a votar. No tengo ningún tipo de entusiasmo y no creo que tengan ningún tipo de repercusión. No creo en el sistema electoral que hay en este momento y por eso no voy a ejercer ese derecho. Necesitamos nuevos líderes, gente en quien creer porque no creemos en nadie”.
Sobre la valoración de los liderazgos, las encuestas confirman esta afirmación:
Juan Carlos, un abuelo que está paseando a su nieto, cree que “el cambio no va a llegar con el voto. Lo que y creo es que el cambio va a llegar por la fuerza. No es lo más sano, pero creo que no hay otra manera”, sostiene.
Sin embargo, también los hay que van a votar convencidos por uno u otro lado. Pedro Pulquet, un jubilado de 70 años, está charlando sobre las elecciones con unos amigos mientras juegan al dominó en la calle, una estampa muy típica de Caracas. Va a votar a favor del chavismo. “El domingo me voy a movilizar muy temprano y voy a votar por el presidente Nicolás Maduro. Hay que darle una oportunidad al gobierno”.
Tony Marrero, que trabaja en el Ministerio de Industria (el sector público es el más castigado por la crisis) también va a votar, pero en este caso por la oposición: “No importa a quién se vote, pero hay que votar, porque si no luego no se puede opinar. Y es nuestro derecho. Y si no votamos, cómo vamos a sacar a los que están. Yo estoy cansado de la quejadera, si no hacemos algo nada va cambiar”.