Los contagios globales de coronavirus registrados desde el inicio de la pandemia superaron este fin de semana la barrera de los 200 millones de positivos. Sin embargo, la curva de nuevas infecciones muestra indicios de estabilización sin haber alcanzado los récords de la anterior oleada, el pasado mes de abril.
Según las estadísticas de la Organización Mundial de la Salud (OMS), los muertos en la pandemia ascienden a 4,2 millones, 45.000 de ellos en lo que va de semana, y se espera que finalmente haya un descenso respecto a los 64.500 de la semana anterior.
La curva baja desde hace días o incluso semanas en algunos de los países con más casos, pero se mantiene estable o en ligero alza en otros como EEUU, India, Rusia, Francia, Italia o Irán.
También invita a la esperanza el ritmo de vacunación en muchos países: casi un 30% de la población mundial ha recibido ya al menos una dosis (aunque en los países de bajos ingresos el porcentaje apenas supera el 1%), y más de un 15% está completamente vacunado.
En total, se han administrado más de 4.400 millones de dosis, cerca ya de la mitad de los 10.000 millones que se estima son necesarios para poder vacunar al 70% de la población mundial y acercarse con ello a la inmunidad de grupo.
Investigadores de la Universidad de East Anglia y el Instituto Earlham (Reino Unido) advierten en un estudio de que relajar las restricciones de la covid-19 podría allanar el camino a nuevas mutaciones del virus resistentes a las vacunas.
Los autores califican la situación actual de "carrera armamentística" contra el virus y apuntan a que el aumento de los casos podría proporcionar oportunidades para que evolucione en variantes aún más transmisibles. De hecho, temen que las nuevas variantes puedan ser más virulentas, más resistentes a las vacunas y más peligrosas para los niños y los grupos vulnerables, como los pacientes trasplantados.
El autor principal y redactor jefe de 'Virulence', el profesor Kevin Tyler, de la Facultad de Medicina de Norwich de la la Universidad de East Anglia, ha explicado que, aunque las vacunas han debilitado el vínculo entre la infección y la mortalidad, "no deben utilizarse como argumento para justificar un amplio cambio de política en los países que experimentan un aumento exponencial del número de infecciones".
Tal y como expresa, esto se debe a que la mayor parte de la población mundial sigue sin vacunar. "Incluso en los países con programas de vacunación eficientes, una proporción significativa de la sociedad, especialmente los niños, sigue sin protección", razona.