La invasión rusa de Ucrania deja un escenario incierto a futuro, en el panorama geoestratégico internacional. La relación de Rusia con la gran mayoría de los países no volverá a ser la misma durante mucho tiempo porque el orden mundial ya ha cambiado. Y no solo por el uso de la fuerza y las amenazas desplegadas por Putin, sino por las posibles respuestas del resto de los gobiernos y las consecuencias que ya están sufriendo millones de personas.
Son muchos los frentes abiertos. Aparte del que se disputa en la frontera ruso-ucraniana, donde la guerra está más presente, se trabaja a nivel diplomático (intentando evitar un conflicto nuclear), de sanciones (de forma conjunta entre Estados Unidos y la Unión Europea), militar (envío de armas y cuerpo de voluntarios internacionales) y de seguridad (rediseño de estrategias que han quedado obsoletas), entre otros. Pero todos estos elementos están cambiando el mundo conocido hasta ahora, especialmente para las primeras víctimas del conflicto.
Refugiados
Así lo demuestra el que ya es el éxodo de refugiados más rápido desde la Segunda Guerra Mundial. Según Filippo Grandi, Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), el número de personas desplazadas a otros países buscando refugio ha alcanzado los dos millones; el gobierno ruso reconoce 500 muertes en su ejército, que el gobierno de Ucrania eleva a 11.000 y desde la ONU se anuncian más de 1.100 civiles muertos (a 7 de marzo) y 800 heridos por parte ucraniana, aunque se desconoce el número de fallecidos entre los combatientes.
A todo ello se suman los 11 millones de personas que viven en Rusia, con parientes ucranianos, y lo hacen con una angustia añadida por sus lazos afectivos. También sobrecogen las consecuencias que este movimiento migratorio está teniendo en los países de acogida, especialmente en Polonia (1'4 millones de personas), Hungría (214.000), Eslovaquia (165.000) y Rumanía (84.000), según recientes datos de ACNUR.
Amenaza nuclear
Sin embargo y a pesar de lo terrible de esta situación, la tragedia no radica solo en el flujo de refugiados ni el número de personas fallecidas hasta ahora, sino en lo que supondría una escalada del conflicto que derive en el uso de armas nucleares.
Durante la Guerra Fría se firmaron diferentes acuerdos para el control de este arsenal, del que Estados Unidos y Rusia son los máximos exponentes, ya que poseen más del 90% de las cabezas nucleares. Durante muchos años, con altos y bajos, la relación entre Washington y Moscú fue estable gracias a estos tratados, que sin embargo han ido desapareciendo en los últimos años, como explica la historiadora Mary Elise Sarotte al New York Times. De ellos, el único que sigue vigente es el New START, que limita el número y los tipos de armas nucleares en ambos países. Su fecha de expiración es 2026.
Sanciones y diplomacia
Pero el retroceso experimentado en ese sentido y el deterioro de las vías diplomáticas, tras el envío por parte de Putin de 100.000 soldados a tierras ucranianas, no hacen pensar en la redacción de nuevos acuerdos, que requieren consenso, tiempo y confianza, algo que no existe en este momento. Esta es una de las razones por la que Estados Unidos mide cada paso que da, en esta sangrienta partida, a la hora de aplicar sus sanciones.
De momento, Biden se ha centrado en aglutinar y unir a los miembros de la OTAN, en defensa de Ucrania y en contra de Rusia. Y a liderar una política de sanciones que la Unión Europea está ejecutando de forma excepcionalmente rápida. También ha reaccionado la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobando una resolución hace unos días, con solo cinco países en contra (Bielorrusia, Siria, Corea del Norte, Eritrea y la propia Rusia), que condena la invasión de Ucrania.
Sin embargo, de los 193 países que son miembros de la ONU, 33 se abstuvieron. Entre ellos China, India, Irán, Irak o Sudáfrica, lo que puede dar idea de lo complicado que serán los acuerdos en el nuevo orden mundial que resurgirá más adelante.
Estrategia y seguridad
Las consecuencias para todos estos países, incluidos los de occidente, ya se están dejando sentir. Al sufrimiento de los millones de personas que están implicadas directamente en el conflicto, se añade la provocada por la subida de precios generalizada en los mercados internacionales. Esta afecta especialmente a las personas de menor nivel adquisitivo, al desarrollo económico generalizado de sitios tan lejanos de Ucrania como Latinoamérica y obliga a una redistribución de los recursos energéticos, distinta a como la conocíamos hasta ahora.
Por ello, no es extraño el aumento de la tensión internacional y la consecuente revisión de las estrategias de seguridad por los distintos gobiernos, con el fin de garantizar la tranquilidad de las respectivas poblaciones. En Estados Unidos, Robert M. Gates, ex Secretario de Defensa con George W. Bush y Obama, ha declarado que Washington debería “repensar su estrategia “ ya que el enfoque actual “es lamentablemente insuficiente”, según dijo recientemente al Washington Post. También solicita nuevas inversiones en gasto militar y aboga por una alianza necesaria con Moscú y Beijing.
Unos acuerdos que pueden ayudar a evitar una “lucha global para la que los estadounidenses no están preparados…Todas las democracias en el siglo XXI requieren cambios significativos en sus estructuras de seguridad nacional, que son un legado de finales de la década de 1949”, añadió Gates. “La guerra de Putin nos recuerda que el mundo es un lugar peligroso y mortal. Y que estamos en una competencia global con dos poderes autoritarios y despiadados que están decididos a lograr sus aspiraciones por cualquier medio”.