El impacto sobre la democracia de los nuevos partidos políticos, el populismo o las nuevas tecnologías está siendo de un modo creciente protagonista de intensos y preocupantes debates. Para muchos, esas realidades son amenazas para la democracia, un sistema de gobierno que a nivel internacional se ve en competición con los modos autoritarios de gobierno, ya sean de países como Rusia o China.
El politólogo alemán Jan-Werner Müller (Bad Honnef, 1970), sin embargo, prefiere distanciarse de los tan habituales análisis ansiógenos sobre el estado actual de las democracias. La democracia, precisamente, es el tema que ha abordado en su último libro este profesor de la prestigiosa Universidad de Princeton, en Estados Unidos. Se llama Democracy Rules (Ed. Allen Lane, 2021)Democracy Rules, o “Las reglas de la democracia”.
A su entender, la emergencia de partidos como Podemos o Vox en España, por ejemplo, no tiene por qué representar una amenaza para el sistema democrático. A ambos partidos se les suele reprochar eso, entre otras cosas. Para Müller, la emergencia de este tipo de nuevos partidos puede incluso ser prueba de la resiliencia del sistema democrático español.
En España, “los nuevos partidos podrán gustar o no, pero son una prueba de que el sistema democrático ha sido capaz de cambiar, de hacer posible que haya nuevas voces escuchadas. Para mí esto es una cosa buena”, dice Müller en esta entrevista con NIUS.
Ahora bien, este politólogo de reconocido prestigio avisa: “el populismo es problemático cuando los políticos dicen que sólo ellos representan lo que ellos llaman 'el pueblo de verdad'”. Sabe de lo que habla Müller, puesto que uno de sus anteriores libros, considerado una publicación de referencia sobre el populismo es What Is Populism (Ed. Penn Press, 2016) - “¿Qué es el populismo?”.
Frente a la actitud excluyente que pueden adoptar los populistas, a los que Müller equipara en cierta medida a los tecnócratas por su “antipluralismo”, el autor de Democracy Rules defiende reforzar y mejorar lo que él llama la “infraestructura crítica” de las democracias. Es decir, partidos políticos y medios de comunicación.
P: Usted defiende en su libro que el conocido lema “libertad, igualdad y fraternidad” bien pudiera ser “libertad, igualdad e incertidumbre”. ¿Es la incertidumbre un pilar de la democracia?
Es una pregunta difícil. Obviamente durante la pandemia creo que todos estamos ya bastante cansados de la incertidumbre. La última cosa que queremos es más incertidumbre sobre lo que va a pasar. No estoy diciendo que la incertidumbre tenga el mismo valor normativo o moral que la libertad o la igualdad. La incertidumbre, claro está, no es un valor en el mismo sentido que esos dos.
Sin embargo, la incertidumbre es una parte importante de la democracia porque, como trato de explicar en el libro, en una democracia que funciona bien lo que tenemos es una certidumbre sobre los procedimientos democráticos, pero hay incertidumbre sobre los resultados. En sistemas autocráticos, tenemos certezas sobre los resultados, porque uno sabe lo que va a pasar en una dictadura y quién va a ganar, pero hay incertidumbre sobre los procedimientos del régimen en cuestión.
P: ¿Podría ponerme un ejemplo de esto?
Si miramos en lo que ha pasado en Rusia en los últimos días vamos a ver una clara ilustración de esto que le digo. En Rusia, antes de las últimas elecciones, hemos visto como era previsible que se prohibiera la aplicación informática para votar del opositor ruso Alexey Navalny, algo que habría permitido al votante que no quiere votar por el partido de Vladimir Putin, Rusia Unida, votar por el mejor candidato para derrotar a la formación del presidente ruso. Así no actúa una democracia.
Porque las elecciones no son sólo el día en que se va a votar, son un proceso en marcha, donde la voluntad política se va forjando con el tiempo y sobre la base de la libertad de asociación, la libertad de expresión y demás. Lo que pasa en Rusia es un ejemplo de una interferencia enorme en lo que debiera ser un proceso democrático.
P: Usted es un experto en populismo de reconocido prestigio mundial. ¿Qué papel juegan los populistas en las democracias en lo que respecta a esa incertidumbre de la que habla?
Muy a menudo los comentaristas políticos tienden a decir que el populismo está por todas partes y estos nuevos partidos anti-establishment son o peligrosos o que traen inestabilidad y demás. Yo creo que eso es un error. Creo que los nuevos partidos que critican a los poderosos y que critican a las élites, en sí, no son peligrosos. En realidad, esos partidos pueden ser un factor que permita al sistema democrático permanecer dinámico e introducen creatividad y, en este sentido, permiten que haya esa incertidumbre. España es un ejemplo de esto. Los nuevos partidos de allí podrán gustar o no, pero son una prueba de que el sistema democrático ha sido capaz de cambiar, de hacer posible que haya nuevas voces escuchadas. Para mí esto es una cosa buena.
Pero el populismo es problemático cuando los políticos dicen que sólo ellos representan lo que ellos llaman “el pueblo de verdad”. Porque esto introduce una dimensión autoritaria que no tiene por qué estar en la crítica que se hace a los poderosos desde los nuevos partidos. Por eso creo que no debemos estar sorprendidos al ver que, cuando los políticos que dicen eso llegan al poder, sea en Hungría, Turquía, o la India, a menudo llevan al país en una dirección autoritaria. Así, lo que están haciendo es reducir la incertidumbre porque queda claro que están tratando de manipular las votaciones o reduciendo el pluralismo mediático y demás.
P: En España, es habitual ver descritos a Podemos y Vox como populistas peligrosos para la democracia. ¿Pero que existan significa que la democracia española es más incierta y también, entonces, más democrática?
Hay un problema también en el análisis que se suele hacer sobre estos partidos nuevos. En Alemania, por ejemplo, durante la campaña electoral, se ha equiparado la ultraderecha, Alternativa para Alemania (AfD), y al partido izquierdista Die Linke, como si ambos estuvieran planteando el mismo problema para la democracia. Creo que, en muchos casos, la equiparación es errónea. No porque la izquierda no pueda ser autoritaria, ¡Por supuesto que puede serla!
Es imposible negar que Nicolás Maduro es un populista autoritario en Venezuela. Pero creo que se comete un error equiparando a estos partidos de izquierda y de derecha. Porque hay unas fronteras en la democracia. Todos podemos tener conflictos y diferencias, pero lo que no se puede hacer es negar a ciudadanos el pertenecer a la comunidad política de un país. Esto es algo que hacen muchos en la ultraderecha, en general. En la izquierda, los que lo hacen no son tantos.
P:¿No demonizan ambos extremos a grupos de población?
Los habrá que digan unos demonizan a los inmigrantes y otros demonizan a los capitalistas y demás. Pero creo que es una falsa equivalencia. Porque no están al mismo nivel. Esto no significa que a uno tengan que gustarle los partidos de la izquierda. De hecho se les puede criticar por muchas cosas. Pero sugerir que son una amenaza equivalente para la democracia, en muchos casos, es algo equivocado.
P: Mencionaba usted el ejemplo alemán. En Alemania hemos visto un Gobierno altamente tecnocrático. ¿El modo tecnocrático de hacer política también plantea una amenaza para la democracia? Le hago la pregunta porque Angela Merkel decía eso de que ella hacía una política ante la que no había alternativa... y en 2013 surgió Alternativa para Alemania (AfD).
Estoy de acuerdo con ese diagnóstico sobre Alemania. La actitud tecnócrata que consiste en decir que sólo hay una solución para un determinado problema político puede provocar una reacción populista. Porque se entiende que se habla de un problema que en democracia sólo se puede resolver de una sola manera. Y luego, al surgir los populistas, los tecnócratas dirán: “¡Ah, le dimos demasiado poder a la gente! ¡Han elegido a unos locos!”. Esto es un circulo vicioso en el que al final se retira poder a los ciudadanos.
P: ¿Tecnócratas y populistas son opuestos?
Esto es menos obvio. Aunque parezcan extremos opuestos, tienen una cosa en común. A saber, su antipluralismo. Tecnócratas y populistas lo aplican de modo distinto. Por un lado, los tecnócratas dirán que sólo hay una solución racional. Y si uno está en contra de esa solución, entonces eres un irracional. Por su parte, los populistas dirán, sólo hay una auténtica voluntad del pueblo y sólo nosotros la conocemos y la representamos. Y si estás en contra, eres un enemigo del pueblo o algo parecido. Esta dinámica de la que le hablo la vimos claramente en la crisis del euro. Y esto hizo mucho daño a muchas democracias europeas. Porque los conflictos democráticos desaparecieron entre dos extremos, el tecnócrata y el populista.
P: De un tiempo a esta parte se habla mucho de la polarización política. Vimos sus efectos en la última elección en Estados Unidos, y más recientemente, en Alemania, se ha llegado a decir que se necesitaba más polarización dados los grandes consensos que reinan en el país. ¿Cómo ve usted el problema de la polarización?
Sobre esto le diré tres cosas. Uno, la polarización no es lo mismo que conflicto o desacuerdo. Cuando en Alemania dicen que hace falta más polarización lo que me parece que se está diciendo es que hacen falta alternativas claras. Porque hace falta tener claro que la democracia no es una 'gran coalición' sin fin. Es importante tener diferentes opciones claras sobre la mesa para poder tomar decisiones claras al votar. Decir que el desacuerdo y el conflicto político es, automáticamente, algo peligroso para la democracia, es algo equivocado. Tenemos la democracia, precisamente, para ser capaces de lidiar con conflictos y desacuerdos de un modo civilizado. Incluso cuando la gente se pone un poco dura y habla mal de otros partidos, eso no es el fin del mundo.
Dos, se dice mucho que la polarización es algo simétrico. Por ejemplo, se dice en Estados Unidos que republicanos y demócratas son cada vez más extremos y por eso no hay un punto intermedio y demás. Pero, según en qué contexto, esto también es falso. Porque es verdad que los demócratas han cambiado en algunos aspectos. Pero los republicanos lo han hecho mucho más. Se han ido a un punto que está cerca de las posiciones antidemocráticas. Tres, es verdad que la división y la polarización es el modelo político que prefieren los populistas, porque quieren dividir a la sociedad y tratan de forzar a la gente en la defensa de una situación en la que hay que elegir entre “ellos o nosotros”. Esto se ha visto cuando ganan los demócratas en Estados Unidos, porque los hay que dicen eso de que con ellos en el poder llegará el final de Estados Unidos. Pero eso no es un discurso democrático normal.
P: ¿Entonces no es tan peligrosa la polarización?
Lo que creo es que tenemos que evitar pensar eso de que sólo cuando todo esté tranquilo, por ejemplo, en el punto álgido de los años de Merkel en el poder, en los que nadie decía nada contra ella y todo el mundo sólo hablaba de pequeños detalles técnicos políticos, entonces sólo ahí podemos hablar de democracia. Eso no es cierto.
P: ¿Qué papel juegan las nuevas tecnologías en las democracias? Me refiero al impacto, en particular, de las redes sociales.
Lo que dicen los estudios empíricos sobre esto es que las redes sociales actúan como cámaras de eco sobre cámaras de eco, o sea, que se genera un efecto burbuja con esas tecnologías. Yo no voy a tener la última palabra sobre esto. Pero yo puedo contribuir aportando un apunte general que tal vez ayude. Nunca ha existido una era dorada. Eso de decir que en el pasado el discurso público era plenamente racional y ahora avanzamos hacia la autocracia por la tecnología, creo que eso es algo totalmente equivocado. Ninguna tecnología se implementa sola. Siempre hay una cuestión de regulación de esa tecnología y siempre hay una cuestión de modelo de negocio.
Es decir, Facebook no es lo mismo que las redes sociales. Facebook tiene un modelo de negocio muy concreto, Facebook no es la tecnología. Lo mismo pasa con la radio y la televisión. Nadie diría, por ejemplo, que la televisión, toda, es FoxNews. No, FoxNews es un fenómeno que surge por la desregulación del sector televisivo en los ochenta y los noventa. Decir que ahora estamos todos acabados por culpa de la tecnología es el otro extremo de decir que las redes sociales, como se decía hace diez años, son herramientas de liberación. Se decía eso de Facebook, del mismo modo que se decía que Twitter iba a traer revoluciones democráticas. El ir de una reflexión a otra muestra que no tenemos claro el papel de la tecnología ni criterios ante lo que yo llamo en el libro infraestructura crítica democrática.
P: Partidos y medios de comunicación son parte de esa “infraestructura crítica de la democracia”. ¿Cómo ve usted el estado de esa infraestructura?
Esto puede sonar un poco pasado de moda. Pero es importante que los partidos tengan pluralismo interno y estén regidos por una democracia interna. No se puede tener partidos autocráticos en el sistema político. Porque si son autocráticos en el interior, es más probable que actúen de manera no democrática cuando llegan al poder. También es importante que la gente que lleva las riendas del partido, independientemente de lo que busquen, tengan una oposición interna.
Me refiero a la posibilidad de que en los partidos exista una lealtad crítica. Que no pase eso de que uno critica al líder y se le trate de traidor. Si un partido se convierte en una, de facto, secta con culto a la personalidad del líder, entonces puede pasar algo como lo que vimos en el Capitolio el 6 de enero de 2021. Ese día no se podía ser un buen republicano si se criticaba a Trump. Por eso, las dinámicas internas de los partidos tienen un gran impacto sobre las democracias, en general. Luego está la cuestión de saber quién financia a los partidos. En Europa se critica mucho cómo se financian las campañas de los partidos estadounidenses.
P: ¿No es eso un problema?
En Europa se dice, nosotros somos mucho mejores cuando se piensa en los 14.000 millones de dólares gastados en la campaña de las elecciones de 2020. Yo no estoy seguro de que en Europa seamos tan mejores. Un ejemplo, si tienes un sistema en el que donar dinero a un partido te da ventajas fiscales, como ocurre en Francia, esto significa que, la gente pobre está subvencionando las preferencias políticas de la gente rica porque los pobres no tienen dinero para donar. Por eso, habría que aliviar esta situación, recurriendo a soluciones que se han propuesto y que yo recojo en mi libro. Por ejemplo, dando a la gente la misma cantidad de dinero para financiar partidos o movimientos. Y lo mismo podría hacerse con los medios de comunicación.
P: Los medios son la otra “infraestructura crítica de la democracia” que usted mencionaba...
Sí, por eso creo que los medios que se financian a partir de membresía son muy atractivos. Uno de los efectos de esto es que así se estimularía uno de los elementos creativos de la democracia. Volviendo a los partidos, cuando éstos se financian a partir de los resultados que han obtenido en las elecciones previas, en esto hay un conservadurismo interno, porque se está apoyando a que se reproduzca el último resultado. Y puede haber situaciones en las que la gente quiera dar otra oportunidad a otros partidos políticos. O también hay situaciones en las que se quiere castigar a un partido, no votándole, pero tampoco se quiere que ese partido desaparezca.
P: O sea, que hay modos de reavivar las democracias incluso cuando no parecen estar en su mejor momento.
Ciertamente no es el momento más brillante de las democracias. Pero habría que ser más preciso cuando hablamos de crisis de la democracia. Porque no todo desafío político es una crisis, no toda encuesta que muestra insatisfacción es una crisis. El término crisis tendría que aplicarse a momentos de vida o muerte. Por ejemplo Chile a principios de los años 70. Aquello era una crisis de la democracia. Algunos dirían también que los incidentes del Capitolio del 6 de enero también lo fue.
Pero también hay que tener en cuenta que muchos de los autoritarios que están ahora en el poder son muy buenos evitando estos momentos de vida o muerte. No quieren generar situaciones en las que la democracia se muestra de forma obvia en crisis porque los tanques están en la calle. Por ejemplo, en Hungría, Turquía o la India, ahí el proceso es lento y los modos de actuar de los autoritarios allí es a través de medios políticos. Han generado situaciones de vida o muerte para la democracia, pero son muy buenos ocultando esas cosas que se pueden señalar claramente. Hay maneras de destruir una democracia que, para verlas, requieren mucha más atención en los detalles.