Human Rights Watch (HRW) acusa a Rusia de cometer crímenes de guerra contra civiles en Kharkiv, Chernígov y Kiev. La ONG habla de “ejecuciones sumarias” y “otros graves abusos”. Es el caso de Olha, de 31 años, que fue violada repetidamente en el sótano de una escuela mientras le apuntaban en la cabeza con un arma. Lo cierto es que son muchas las atrocidades que se cuentan en Ucrania, como la masacre de civiles indefensos en la ciudad de Bucha.
Los soldados del Ejército de Rusia llegaron a Malaya Rohan, un pueblo en la región de Kharkiv, Járkov, el día 25 de febrero. Unos 40 vecinos se refugiaron en el sótano de una escuela. Entre ellos, Olha –nombre ficticio-, su hija de cinco años, su madre, su hermana y su hermano.
La primera noche llegó un soldado ruso, les apuntó a todos con el arma y obligó al hermano de Olha a acompañarlo para buscar comida. Cuando regresaron, el soldado se acercó a la familia de la mujer y le pidió que lo acompañara.
Olha ha contado a HRW que en un salón de la segunda planta, el soldado le dijo a punta de pistola que se desnudara. “Me dijo que le practicara sexo oral. Todo el tiempo sostuvo el arma cerca de mi sien o de la cara. Disparó dos veces al techo y dijo que era para darme más ‘motivación’”.
La mujer, de 31 años, ha explicado que la violó y luego la dejó desnuda en una silla. Hacía frío en una escuela sin calefacción. Le permitió que se pusiera la blusa pero nada más. Ni siquiera la ropa interior. El soldado le contó que tenía 20 años y que le recordaba a una compañera de clase.
El soldado le pidió que fuera a donde estaban los demás en el sótano a buscar algunas cosas pero ella se negó porque sabía que su hija lloraría al verla. Así que la violó de nuevo, cuenta Infobae. Le puso un cuchillo en la garganta y le cortó la piel del cuello, la mejilla y parte del pelo. La golpeó en la cara con un libro y la abofeteó.
Después bajaron juntos al sótano. Le pidió al guardia cigarrillos para el soldado y este se marchó. Olha cuenta que esa misma mañana, ella y su familia se fueron a Járkov, donde fue atendida por los médicos y se metieron en un refugio antibombas. “Tengo suerte de estas viva”, ha contado Olha a HRW, que ha recibido otras denuncias similares a esta.