Michel Fourniret, el asesino en serie más famoso de Francia, conocido como "el ogro de las Ardenas" por la muerte de al menos ocho mujeres jóvenes y niñas en esa región, ha fallecido este lunes a los 79 años de edad.
Fourniret, quien cumplía dos condenas de cadena perpetua, había sido ingresado en el hospital de La Pitié-Salpêtrière de París en situación "irreversible". La Fiscalía de la capital francesa ha abierto una investigación para esclarecer las causas de la muerte.
En total, Fourniret fue condenado por ocho asesinatos, aunque la Justicia investigaba su posible implicación en otras dos muertes, y él se atribuía un total de once víctimas. Fue detenido en 2003 en Bélgica tras intentar secuestrar a una menor de 13 años, y las autoridades comenzaron a ver en él al responsable de las desapariciones de niñas en las Ardenas, una región boscosa situada entre el sur de Bélgica y el noreste de Francia. Precisamente allí, en la localidad de Sedán, es donde nació el 4 de abril de 1942.
Su tercera esposa, Monique Olivier, fue considerada cómplice por ayudar a atraer a varias víctimas, y condenada a 28 años de prisión. Hijo de una familia desestructurada (padre alcohólico y madre abusadora), Fourniret comenzó a tener problemas con la Justicia por abusos sexuales a una niña ya en 1967, con 25 años y siendo padre de familia.
Descrito por los investigadores de su caso como muy inteligente, perverso y obsesionado con la virginidad, entre 1984 y 1987 purgó una primera pena de prisión por agresiones sexuales y violaciones a menores de edad.
Tras conocer a Olivier estando él en prisión, se hicieron pareja al quedar en libertad y se fueron a vivir a una zona rural de Bélgica. Allí comenzó en diciembre de 1987 un periplo asesino por la zona fronteriza, que no terminó hasta su detención en 2003, aunque uno de los crímenes ocurrió en Nantes (costa atlántica).
Fourniret, quien sufría de problemas cardíacos y de degeneración mental, según ha podido saber el diario Le Parisien, ya fue brevemente ingresado el pasado mes de noviembre, cuando sufrió un desmayo en la celda de la prisión en la que había estado encerrado los últimos trece años.
"El señor Fourniret está atormentado por demasiados fantasmas y su sentencia ya no es judicial", argumentó Grégory Vavasseur, su abogado. En su soledad absoluta, sólo tuvo como compañía un tablero de ajedrez en el que jugaba contra sí mismo y unas pocas páginas blancas dispersas que ennegreció. Tras su última condena, Vavasseur indicó que, "dada la personalidad de su cliente", no apelaría.