Un Miss Venezuela inédito, enlatado y sin público, paliativo de un país en crisis
Por primera vez en sus 67 años de existencia, el certamen se ha realizado completamente grabado por la pandemia del coronavirus
El certamen forma parte de la idiosincrasia del país y es el 'show' televisivo del año más visto
Miss Venezuela ha sido, tradicionalmente, el espectáculo televisivo más visto y admirado de los venezolanos a lo largo de todo el territorio nacional desde que nació en 1952, año en el que comenzó la dictadura de Marcos Pérez Jiménez. 67 años después y con un país sumido en una profunda crisis económica, continúa ocupando uno de los puestos de preferencia en cuanto a shows; aunque últimamente comparte los mejores puestos en el ránking de audiencias con los partidos de fútbol de la Vino Tinto, la selección del país caribeño, que ha dado algunas alegrías inusuales durante las últimas temporadas futboleras.
Lo de la admiración por la belleza y la obsesión por la perfección física cueste lo que cueste, con cierto tufo a competitividad insana en ocasiones, forma parte de la cultura y la idiosincrasia de los y las venezolanas. “Forma parte del país, es como comerse una arepa (comida tradicional venezolana por excelencia)”, asegura en una entrevista con NIUS Erick Simonato, más conocido como Pollo Simonato, Director General de Venevisión, el canal de televisión por el que el concurso se ha retransmitido desde sus comienzos y Productor General de Miss Venezuela desde 1983. Pocas personas conocen los entresijos del certamen de belleza más famoso no solo de Venezuela sino de todo el continente latinoamericano, que él.
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Para Simonato, la edición de este año, especial por ser la única que se ha celebrado en mitad de una pandemia mundial, y con un país destrozado social, política y económicamente, será “un colirio para los televidentes y para la televisión venezolana que lleva seis meses emitiendo programas enlatados”. Y lo cierto es que, a pesar de todo, así es. Los venezolanos lo adoran, lo comentan y lo siguen fervorosos, como si zambullirse en un mundo que regala colorines y promete sueños cumplidos, fuese un bálsamo de prozac para una realidad que es demasiado sangrante y terrorífica el resto del tiempo.
Un programa en diferido por primera vez
Enlatado también ha sido, en realidad, este Miss Venezuela. De manera inédita en sus más de seis décadas de vida, el programa ha sido completamente grabado de principio a fin para respetar las medidas de bioseguridad sanitaria impuestas por el coronavirus.
Las 22 aspirantes a candidatas de Miss Venezuela (que tradicionalmente es la encargada de participar después en el certamen de Miss Universo) han grabado absolutamente todas sus intervenciones y puestas en escena, dejando de lado la espontaneidad que caracteriza, al menos, este tipo de shows con una estética de telenovela muy nineties poderosa que no le abandona a pesar del paso de los años.
“Primero hicimos una reunión por zoom con cada una de las aspirantes para conocer sus habilidades: si cantaban, si bailaban, cómo de frescas eran frente a la cámara o con la oratoria, y así fuimos pensando en cómo sería el “Opening” (la ceremonia de apertura, el primer acto de la gala, que tradicionalmente trata de ser el más “espectacular” para enganchar al espectador y es donde las candidatas sacan a relucir sus aptitudes más deseadas para sorprender al jurado y al público)”, explica el Pollo Simonato.
“Después habilitamos un estudio en Venevisión para grabar por separado con cada una de las chicas. Las citábamos en Caracas en grupos de cinco o de seis y hemos grabado de manera individual a cada una desfilando, modelando y respondiendo a las preguntas del jurado. Cambiábamos el decorado del estudio según la candidata y con cada una nos demorábamos una media de cuatro horas”.
Una emisión a trompicones
Y aunque la organización insiste en que hacer un programa completamente grabado de principio a fin no ha influido en la pérdida de naturalidad, el resultado final fue una gala retransmitida a trompicones por internet (la conexión de internet en Venezuela ocupa el peor puesto de América Latina) y por pantalla tradicional en mitad de un fuerte apagón eléctrico que esta semana está afectando a más de ocho estados del territorio nacional de manera simultánea, incluida gran parte de la ciudad capital. Los conductores del show se grabaron ubicados en diferentes partes del mundo sin posibilidad de interactuar entre ellos.
El caso más paradigmático de este teatro por necesidad lo confiesa el mismo Pollo a este medio, cuando cuenta como Fany Otatti, una de las presentadoras del show, se quedó atrapada en Miami por la pandemia y tuvo que grabarse fingiendo que estaba acompañada por varios de sus compañeros y simulando que les hacía preguntas y que esperaba atenta sus respuestas a posteriori. Otatti tuvo que fingir también las emociones que esas respuestas imbuían en su rostro por exigencias del guión.
Pero, sin embargo, y quizá lo que más ha llamado la atención de este Miss Venezuela, es que todas las candidatas tuvieron que fingir que eran coronadas como la reina de la belleza de Venezuela. El jurado no decidió la vencedora hasta pocas horas antes de la emisión del programa el jueves 24 de septiembre a las 8 de la noche hora local; y el propio Simonato fue el encargado de añadir esa parte final a la edición, pero las candidatas, que este año vieron el certamen desde sus casas acompañadas por sus familias, se enteraron en el momento de quién fue la ganadora. Esa fue, quizá, la parte más emocionante de la denominada “la noche más linda”.
Una coronación fingida
¿Cómo se finge algo así? ¿Cómo finge una joven deseosa de proclamarse la mujer más bella de su país que ha ganado una corona que significa tanto para ella y con la que ha estado soñando desde que era una niña?
“Yo les decía que hiciesen lo que se les pasase por la mente en ese momento”, responde el Pollo. “Si querían llorar que llorasen, si querían patalear, que pataleasen. Incluso hemos decidido que les vamos a entregar una grabación de ese momento a cada una de ellas para que lo guarden de recuerdo y se lo puedan enseñar a sus hijos y nietos”.
Lisandra Chirinos, candidata por el estado Portuguesa, uno de los estados del interior del país más rurales y empobrecidos, explica a NIUS como fue grabar ese momento tan de emociones encontradas.
“Al principio me pareció raro, pero luego me di cuenta de que era positivo porque al final todas vivimos la experiencia de ser ganadoras, aunque solo fuera por cinco segundos”.
Lissandra Chirinos es una joven de 24 años, estudiante de periodismo, cantante, rubia, ojos azules y feliz de haber participado en este certamen a pesar de haber recibido todas las clases a través de zoom, Whatsapp o Instagram. A través de estas plataformas recibieron clases de pasarela, violencia de género, psicología y empoderamiento femenino; y a pesar de las circunstancias especiales, la joven no siente que hayan estado peor preparadas que las candidatas de años anteriores. “Lo peor fue poder conectarse a internet para poder realizar las actividades, yo siempre trataba de asegurarme de tener buen wifi o recargar los datos móviles”.
Una Miss de El Zulia
Chirinos ganó uno de los premios de consolación del concurso, en este caso Miss Sonrisa. Pero lo cierto es que su físico no se diferencia mucho del de la ganadora. Se trata de Mariángel Villasmil, una joven estudiante de psicología, de 24 años y oriunda del Estado Zulia, al occidente del país. El Zulia es uno de los estados petroleros por excelencia y paradójicamente uno de los más castigados por la crisis a pesar de sus riquezas del subsuelo. Con unas temperaturas que pasan los 45 grados todo el año y en mitad de una humedad insoportable en muchas partes de la región, los zulianos se han tenido que acostumbrar a vivir con cortes de electricidad diarios que pueden superar las 10 horas. La falta de agua salubre y el mal estado en el que se encuentran los servicios en aquella parte del territorio es motivo de queja y protestas por parte de los ciudadanos prácticamente a diario.
Lo cierto es que nadie quiere vivir en el Zulia por ser considerada una de las zonas más complicadas y con peor calidad de vida dentro de Venezuela donde la situación tampoco es nada halagüeña en general, con un índice de pobreza que supera el 80% según la última Encuesta de Condiciones de Vida del País.
Y en mitad de este contexto socioeconómico, a la ganadora zuliana, el jurado le preguntó por su amor propio y de qué manera justificaba haberse realizado unas cuantas operaciones estéticas, a lo que la chica respondió que “estar siempre arreglada no anula el amor propio que está más definido por cómo te sientes. Si no te amas y no te respetas eso es lo que vas a reflejar. Tener operaciones estéticas no significa tener más amor propio que las demás. Es una decisión muy personal”.
“El certamen parece que no ha evolucionado ideológicamente en el tiempo"
Lo cierto es que, a pesar del apoyo popular del concurso, ninguna de las 22 candidatas del Miss Venezuela responde a los cánones de físico reales en el país caribeño, un país mestizo por excelencia y con mujeres muy diversas en cuanto a apariencia y estética. En el caso de este certamen, y a pesar de la evolución en este sentido que la industria de la moda está realizando en todo el mundo, ajustándose a patrones más estándar y objetivos; todas las representantes son blancas de piel y en su mayoría rubias o castañas; algo que definitivamente no se corresponde con la realidad que uno se encuentra paseando por las calles de Venezuela.
Para Arnaldo Espinoza, periodista venezolano y seguidor del concurso, esto refleja que a pesar de los cambios que ha sufrido Miss Venezuela durante los últimos años (en 2018 cambió la directiva al completo tras los escándalos sexuales que sacudieron a Osmel Sousa, el conocido como “zar de la belleza venezolana” y que había estado al frente del concurso durante cuatro décadas), “el certamen parece que no ha evolucionado ideológicamente en el tiempo, sigue sin liberar los estereotipos de cómo debe ser la mujer venezolana”.
Un vestigio de la época de bonanza
Aún así, su nueva directiva se empeña en demostrar que las misses. María Gabriela Isler, Directora de Comunicación, defiende el evento como la puesta en escena de “22 mujeres que se están convirtiendo en agentes de cambio y que tienen el poder de cambiar su entorno con su voz, su mensaje y sus ideas”.
Miss Venezuela, en sus años dorados, cuando todo el mundo miraba a la mujer venezolana como un ejemplo a seguir de belleza y estilo, era un reflejo de la bonanza de un país petrolero que vivía con el derroche y el dispendio sin culpa como estilo de vida; y la gala no prescindía de absolutamente nada que le diera el glamour y el nivel por el que tanto había luchado hasta posicionarse en el top planetario.
Contaba con coreografías y números musicales fastuosos con más de un centenar de los mejores bailarines patrios y extranjeros en el escenario, con vestuarios hollywoodienses llenos de luz y purpurina a cargo de los mejores diseñadores; y con la participación de los mejores cantantes internacionales como invitados principales. Isabel Pantoja, Rocío Jurado, Camilo Sesto o Enrique Iglesias han sido parte de Miss Venezuela durante sus mejores años.
Ahora, no solo el coronavirus ha hecho mella en la gala, también la decadencia en la que está sumida Venezuela influye. Ya no existen los números musicales estruendosos y los artistas que colaboran en su presentación y desarrollo son poco conocidos o artistas noveles que buscan un trampolín hacia el éxito o la fama.
Aún así, la gala fue lo más visto de la noche del jueves sin distinción de clase social. Miss Venezuela se vio en el este y en el oeste de Caracas, y a lo largo y ancho de todo el territorio nacional, siempre que la conexión a internet y la electricidad lo permitieron. Las niñas de las clases populares y también las de los barrios más ricos del país miraron embobadas un show que terminó coronando a una mujer rubia y despampanante con la que poco o nada deberían sentirse identificadas. Sin embargo, esa noche se fueron a la cama deseando que, quizá, algún día, serían ellas las elegidas como las reinas absolutas de un título que, a pesar del paso del tiempo y la evolución sobre la idea del empoderamiento femenino como causa indispensable en la educación de las nuevas generaciones, sigue significándolo todo para una parte grande de una sociedad anestesiada por el glamour pastel al menos una vez al año.
Es un colirio de litio en vena antes del bofetón cotidiano del hambre.