En las últimas horas, tras la negativa de Mariúpol a entregarse, Rusia ha intensificado, aún más, sus ataques sobre Ucrania. Lo hace contra cualquier objetivo, también civil. Un ejemplo es el misil que ha terminado empotrado en una cocina de una vivienda en Járkov.
Hay veces, como esta, en las que una imagen vale más que las palabras. El motor de un misil en la cocina de una vivienda en Járkov es un claro ejemplo de ello. Rusia no respeta nada, tampoco a los civiles.
No solo en Járkov se han recrudecido los ataques en las últimas horas. En Kiev el cielo se ha iluminado cuando un misil ha impactado contra un centro comercial. El ataque de Rusia ha provocado cuatro muertos y un herido, al que han encontrado semiinconsciente bajo los escombros.
En Odesa los bombardeos también se han repetido. Y más al norte, los ataques del Ejército de Rusia han dejado puentes y viviendas completamente destrozados.
Más al sur, los ucranianos resisten como pueden tras la negativa de Mariúpol a claudicar. En Energodas decenas de vecinos desarmados han increpado a soldados rusos, que disparan al aire pero que terminan marchándose, ante la presión.
Pero es Mariúpol, sin duda, es la ciudad que más preocupa. Va camino de convertirse en un Alepo, en un Guernica. Se ha negado a rendirse a las tropas de Rusia.