En el corazón de la emergencia italiana, Milán, se registra el mayor número de víctimas y contagios por el coronavirus. La capital de Lombardía se blinda por la enfermedad y en el centro vital de esa bulliciosa ciudad, en la plaza del Duomo, la vida turística ha cambiado en los últimos días.
Es una ciudad que está funcionando a medio gas y en la que colegios, universidades y lugares públicos permanecen cerrados. Aun así se puede observar a gente por las calles que guardan la normalidad en el país europeo más afectado por el coronavirus.
Milán parece una ciudad fantasma en algunos puntos. Aunque con mascarillas, los turistas no han dejado de visitar sitios emblemáticos como la plaza del Duomo y apuntan que usan las mascarillas por precaución. Hay quien ha usado una máscara en señal de protesta porque no estamos ante una pandemia. De esto mismo advierten las autoridades italianas e internacionales.
En los bares, que tampoco han quedado vacíos insisten en que no cunda el pánico. “Todo va a ir bien” anuncia un turista. Y así Milán sigue adelante, con sus habitantes utilizando el transporte público aunque con los centros escolares cerrados. Una ciudad en prevención pero no en pánico.