La ciudad de Portland, Oregon, se ha convertido de nuevo en el foco de atención de los enfrentamientos raciales y contra la brutalidad de la policía en detenciones a afroamericanos, desde que Aaron “Jay” Danielson, de 39 años, partidario del presidente Donald Trump y perteneciente al grupo supremacista Patriot Prayer, fue asesinado el pasado 29 de agosto con un tiro en el pecho por otro hombre blanco, Michael Reinoehl, de 48 años quien, hace algo más de 3 meses, se declaró 100% Antifa (abreviatura del movimiento antifascista) en su cuenta de Instagram.
En un video publicado en Vice News, Reinoehl dijo que había matado a Danielson actuado en defensa propia porque, en el enfrentamiento con los partidarios de Trump, él y un amigo estaban a punto de ser apuñalados. El jueves por la noche, el sospechoso Reionoehl fue abatido por un agente del FBI en el momento de su arresto.
Portland lleva sufriendo desde hace cerca de 100 días una escalada de protestas, disturbios y actos vandálicos que comenzaron cuando el afroamericano George Floyd murió asfixiado a manos de un policía blanco, que utilizó la técnica de estrangulamiento en el momento de su detención, en Minneapolis.
La sociedad estadounidense, dividida por las ideologías y la visión de los hechos, ha sido testigo de ello a través de los medios de comunicación y también las redes sociales, donde infinidad de videos recogen las manifestaciones y la agresividad extendidas como la pólvora en un gran número de estados en los últimos meses. A pesar de los toques de queda impuestos en varias ciudades del país, la furia en las calles, no cesa.
La gran mayoría de los manifestantes, que responden a las consignas del movimiento Black Lives Matter, son pacíficos, pero entre ellos, se incluyen además miembros del grupo radical de extrema izquierda Antifa, quienes creen en la acción directa contra la cultura racista, sexista, homofóbica y xenófoba. Con un fuerte discurso anticapitalista, estos grupos no reniegan del uso de tácticas violentas para protestar. Pero, ¿cuál es la relación entre estos dos movimientos? y, ¿cuál es el papel que juegan en la política estadounidense?
La idea del antifascismo surgió en Italia en los años 20 del siglo pasado, como rechazo al Partido Nacional Fascista de Mussolini. Luego extendió su lucha en la Alemania Nazi (Antifaschistische Aktion) y tras finalizar la Segunda Guerra Mundial, se fue expandiendo por el continente europeo con la creación de nuevos grupos antifascistas. A Estados Unidos llegó a finales de 1980, con la creación de Anti Racist Action (ARA) en Minneapolis.
Consta de varios grupos sin liderazgo central. El primero formalizado con este nombre en Estados Unidos data de 2007, y en su mayoría estuvo inactivo hasta la elección del presidente Donald Trump, y el supuesto ascenso simultáneo de la supremacía blanca en el país.
“No hay una estructura jerárquica en Antifa o un conjunto universal de tácticas que haga que su presencia sea inmediatamente reconocible, aunque los miembros tienden a abrazar puntos de vista revolucionarios y antiautoritarios”, ha señalado Mark Bray, historiador de la Universidad de Rutgers y autor de “Antifa: The Anti-Fascist Manual".
“Hacen diferentes cosas en diferentes momentos de diferentes maneras, en algunas de las cuales hay evidencia de que violaron la ley. Otras veces no”, dijo Bray, también estudioso del radicalismo español.
Tampoco hay una lista oficial de miembros de Antifa, por lo que es casi imposible cuantificar su tamaño, rango de edad o raza, pero se sabe que, en todos los ámbitos, Antifa está formado por unidades locales autónomas, y muchas de las personas que están asociadas a este movimiento, han estado presentes en manifestaciones. Su participación suele estar relacionada con la violencia callejera entre activistas y policías, o miembros de grupos de extrema derecha, o ambos, causando enormes daños urbanos y a propiedades en numerosas localidades.
Los grupos de Antifa, junto con los activistas del bloque negro, se encontraban entre los que protestaron por la elección del presidente Donald Trump en 2016. En 2017, unas horas antes de que el periodista británico de extrema derecha Milo Yiannopoulos pronunciara un discurso en la Universidad de Berkeley, de las aproximadamente 1.500 personas que se manifestaban en contra de su intervención pacíficamente, un grupo de 150 manifestantes antifascistas enmascarados, lanzaron piedras a las ventanas del edificio y prendieron fuego a un generador de luz cerca de la entrada. La conferencia tuvo que se anulada y el mandatario Trump defendió al también bloguero y estrella de las redes sociales en Twitter: “Si la Universidad no permite la libertad de expresión y practica violencia sobre personas inocentes con un punto de vista diferente… ¿no habrá fondos federales?”.
Aquel mismo año, los Antifa se movilizaron también contra una marcha de supremacistas blancos en Charlottesville, Virginia. Desde entonces y hasta la fecha, otras localidades han sido testigo de las movilizaciones. Sus miembros se visten de negro de pies a cabeza y se cubren la cara porque creen que les ayuda a defenderse de la policía, distinguiéndose de otros grupos de izquierda no violentos.
Según un informe del Servicio de Investigación del Congreso de 2018, la literatura del movimiento Antifa alienta a los seguidores a realizar actividades de protesta lícitas, así como a actos de más confrontación.
El presidente Donald Trump ha condenado repetidamente las protestas de los grupos de "extrema izquierda". En un tuit, el mandatario aseguró recientemente que "Estados Unidos designará Antifa como una organización terrorista", aunque según los expertos, no está claro que esto sea posible.
Mary McCord, exfuncionaria de alto rango del Departamento de Justicia, ha dicho que "no existe ninguna autoridad legal actual para designar organizaciones nacionales como organizaciones terroristas".
"Cualquier intento de tal designación generaría importantes preocupaciones sobre la Primera Enmienda", agregó McCord, quien anteriormente sirvió en la administración Trump.
Las teorías de conspiración de los Antifa son comunes entre los políticos, los medios de comunicación y los activistas de derecha. Una de esas teorías, señala al húngaro-estadounidense multimillonario y filántropo, George Soros, como supuesto financiador y “dueño” de Antifa y Black Lives Matter.
Soros sobrevivió a la Alemania nazi y a la edad de 17 años, en 1947, se mudó a Londres para asistir a la universidad. Por edad, supuestamente, así lo argumentan sus defensores, Soros no pudo haber estado involucrado en el partido nazi que estuvo activo entre 1920 y 1945. No obstante, el magnate inversor es un conocido partidario de las causas políticas progresistas y liberales, a las que realiza donaciones a través de su organización Open Society Foundations. Su extensa financiación de causas políticas lo ha convertido en un "bogaboo” de los nacionalistas europeos. La teoría de conspiración dirigida a Soros, se basa en su ascendencia judía y se ha descrito en ocasiones como antisemita.
Desde su fundación Open Society, un portavoz ha negado rotundamente tales afirmaciones tachándolas de “falsas” y de hacer “un flaco favor a los cimientos de nuestra democracia, consagrada en la Primera Enmienda”.
En un correo electrónico enviado a la agencia Reuters, dijeron: “Con orgullo apoyamos a las organizaciones que promueven el compromiso cívico y defienden el derecho de todos los estadounidenses a solicitar a su gobierno la reparación de agravios. Aquellos que protestan por la muerte del Sr. Floyd y la brutalidad policial en todo el país lo hacen por una profunda y duradera preocupación por el país; no lo hacen por el pago de estas fundaciones ni de ninguna otra, como afirman algunos cínicos”.
Del mismo modo, para algunos conservadores, Black Lives Matter y Antifa, son el ala paramilitar del Partido Demócrata que lidera el aspirante a la Casa Blanca, Joe Biden, anteriormente encabezado por el expresidente Barack Obama.
También en las protestas de Black Lives Matter hay una presencia cada vez mayor del un movimiento antigubernamental llamado Boogalo Bois que porta armas y usa camisa hawaiana, y cuyos miembros se identifican mayoritariamente como libertarios.
Black Lives Matter es un movimiento organizado que aboga por la desobediencia civil no violenta y protesta contra la brutalidad policial hacia los afroamericanos. Fue fundado en julio de 2013 por Alicia Garza, Patrisse Cullors y Opal Tometi.
El grupo fue creado como respuesta a la absolución del agente de policía George Zimmerman, un hombre blanco acusado de matar el 26 de febrero de 2012 a Trayvon Martin, un hombre negro desarmado, cuando iba a ser arrestado. Zimmerman dijo que actuó en defensa propia.
El papel de Black Lives Matter en la política estadounidense es influyente: de la misma manera que afectaron en las elecciones de 2016, ahora, con una estructura más consolidada, con la aportación de millonarias donaciones que respaldan sus ideales y con un movimiento seguido por millones de personas, esperan también ejercer influencia en las próximas elecciones del 3 de noviembre. El voto de las minorías en general, y en especial el de los afroamericanos -que en términos generales respaldan sus ideales-, pueden ser también claves en el resultado final.
Bajo el hashtag “#WhatMatters2020 (#LoQueImporta2020), según se lee en la web oficial de BLM, tiene en marcha “una campaña destinada a maximizar el impacto del movimiento para impulsar a los partidarios y aliados de BLM a las urnas en las elecciones presidenciales de Estados Unidos 2020 para construir el poder colectivo y garantizar que los candidatos sean responsables de los problemas que afectan de manera sistemática y desproporcionada a los negros y a las comunidades desatendidas en todo el país”. La repercusión del movimiento cruzó las fronteras y se ha expandido por el mundo.
En una entrevista a CNN, la cofundadora Patrisse Cullores, dijo el pasado mes de junio que el presidente "Trump no sólo no debe estar en el cargo en noviembre, sino que debe renunciar ahora", dijo la cofundadora de Black Lives Matter, Patrisse Cullors.
"Trump necesita estar fuera del despacho. No es apto para el despacho", dijo al programa The Lead de CNN. Nuestro objetivo es sacar a Trump", afirmó.
Entre sus propósitos fundamentales: “La injusticia racial, la brutalidad policial, la reforma de la justicia penal, la inmigración negra, la injusticia económica, LGBTQ y los derechos humanos, la injusticia ambiental, el acceso a la atención médica, el acceso a la educación de calidad, y los derechos y la supresión de los votos”.
Cabe señalar que históricamente, el electorado afroamericano ha favorecido al Partido Demócrata, y desde la muerte de George Floyd, la opinión pública sobre raza, justicia penal y el movimiento Black Lives Matter, se ha desplazado hacia la izquierda.
Muchos consideran que el movimiento BLM es apoyado por millones de personas con buenas intenciones, pero que han sido engañadas desde que, en el año 2015, el dirigente venezolano Nicolás Maduro fue invitado en Nueva York a un acto acto en el Black National Theather en Harlem, en un evento titulado “Cumbre de Líderes Afrodescendientes”. Entre las ponentes, se encontraba una de las co-fundadoras del movimiento Black Lives Matter, Opal Tometi, que posó para la foto que posteriormente se publicó en las redes sociales
Ese mismo año, la cofundadora también Patrisse Cullors, dijo en una entrevista que su movimiento tiene un importante componente ideológico dado que son “marxistas entrenados”.
Por otro lado, dado el largo historial de subversión de Rusia en la política y las elecciones de Estados Unidos, su conexión con una organización como Antifa también ha sido cuestionada, aunque no hay evidencias que lo concluyan.