Una mezcla de severidad e impulsividad rigen desde que comenzara la pandemia la política sanitaria de las autoridades marroquíes. Empezando por aquel ya lejano 13 de marzo de 2020, cuando, sin margen alguno a turistas, empresarios y gentes de paso en general, Marruecos decretó el cierre fronterizo (que continúa hasta ahora) al confirmarse los primeros casos de infección por covid-19 en España y culminando, de momento, en las medidas adoptadas en los últimos días: la obligatoriedad de presentar un pase sanitario para acceder a comercios y espacios cerrados en general y el cierre del espacio aéreo a varios países europeos. Recordemos que entre las restricciones en vigor –Marruecos sigue en estado de emergencia sanitaria hasta el 31 de octubre al menos- rige un toque de queda nocturno, ahora entre las once de la noche y las seis de la mañana. Lo cierto es que, como ha ocurrido con otras duras iniciativas impuestas desde que comenzara la crisis sanitaria, el cumplimiento de las medidas ha dejado mucho que desear.
Para empezar: ¿justifica la situación sanitaria en el país magrebí iniciativas –sobre el papel al menos- tan drásticas? A juzgar por los datos oficiales de contagios diarios y prevalencia, no parece que sea el caso. Según las cifras oficiales hay actualmente 5.474 casos activos y ayer miércoles 20 de octubre se registraron 188 infecciones (siendo la media de la última semana de 352 contagios diarios) en todo Marruecos (un país con 36 millones de habitantes).
En total, algo menos de 943.000 personas se han contagiado del virus y 14.580 han fallecido desde que comenzó la pandemia. Casi el 65% de la población ha recibido ya dos pautas de la vacuna, y desde el pasado 4 de octubre ya se administra la tercera dosis al segmento de la población juzgado más vulnerable.
A pesar de tratarse de cifras extraordinariamente lejanas de las registradas en países limítrofes como España, las autoridades marroquíes han tenido desde el comienzo de la crisis sanitaria el mismo temor: que su frágil sistema sanitario público quedara desbordado. No ha sido nunca así, por lo que el éxito de las autoridades marroquíes es, en este sentido, indudable.
Además, este miércoles el ministro de Sanidad del nuevo Gobierno de Marruecos, Khalid Ait Taleb, aseguraba que el pase de vacunación quedará “obsoleto” si el portador del mismo no ha recibido la tercera dosis transcurridos seis meses desde la segunda. El titular de Salud no descarta una nueva ola e insta a la población a seguir vacunándose.
“El pase de vacunación incita con fuerza a las personas que no están vacunadas a hacerlo”, afirma a NIUS el doctor Tayeb Hamdi, incansable desde que comenzara la crisis en su batalla por advertir desde los medios de la seriedad de la pandemia a una población no siempre convencida. “Quienes tienen dudas aún de vacunarse son rehenes de una minoría antivacuna”, lamenta.
“Hay que ser pedagógicos y flexibles, pero también claros: la medida de exigir el pase de vacunación se hace para proteger a la población y tiene que respetarse. Hay un riesgo de repunte y de ola invernal. En este momento tenemos dos opciones: o mantener el país cerrado o abrir aligerando ciertas restricciones para la población vacunada hasta que alcancemos la inmunidad colectiva”, sintetiza el doctor Hamdi.
A pesar del prometedor inicio de la campaña de vacunación –y de que las autoridades estén insistiendo en las últimas fechas en la necesidad de la tercera dosis-, la realidad es que una parte importante de la población marroquí, y no solo se trata de jóvenes, es renuente a vacunarse. El fenómeno prevalece en el medio rural, pero también se da en población urbana. Un problema para las autoridades sanitarias marroquíes que esperan solucionar con la medida que es la comidilla en la calle y las redes sociales en las últimas jornadas: la obligatoriedad de presentar un pase de vacunación para acceder a administraciones públicas, semipúblicas y privadas, al igual que a comercios, cafeterías, restaurantes, hoteles, baños públicos y centros deportivos. En general, en todo “espacio cerrado”.
“Mis padres, que tienen más de 70 años, no están vacunados y no tienen intención de hacerlo. Hoy jueves les tocaba ir al notario para un tema importante de una propiedad y no sé cómo vamos a hacerlo si le pidieran el pase de vacunación, tendremos que ir nosotros por ellos, pero no podremos firmar. Pero dudo de que vaya a ocurrir. Creo que si se ponen muy estrictos en algunos lugares se estará animando al soborno”, explica a NIUS Meriem Chahbi, una profesora de español residente en la capital marroquí. Una picaresca que ha estado presente en toda la pandemia: cuando la mascarilla era obligatoria bastaba que los ciudadanos la llevaran a la altura del cuello para evitar que las fuerzas del orden les llamaran la atención.
Pocos auguran mucho éxito a la iniciativa de exigir a la población el pase sanitario en todo “espacio cerrado”. Este reportero tuvo ocasión de pasear por las calles de Rabat y entrar a comercios de distintas características en esta primera jornada con la medida en vigor y pudo comprobar lo que barruntaba. Salvo alguna excepción –y sin demasiada insistencia- nadie le exigió presentar el documento, incluida una céntrica oficina de la empresa de gestión de servicios públicos de la capital.
También podemos dar testimonio de que no siempre –para ser benévolos con la expresión- funcionaron los controles en estaciones de tren y autobús y carreteras para los desplazamientos en el interior del país, a pesar de que el estado de emergencia sanitaria obligaba a los ciudadanos, también en teoría, a presentar justificantes y, desde hace dos meses, el mencionado pase de vacunación.
Asimismo se ha destacado Marruecos durante toda la pandemia por su contundencia a la hora de limitar el acceso a su territorio, a pesar del evidente perjuicio para su economía. No en vano, desde la medianoche de este jueves están suspendidas las conexiones aéreas –una medida anunciada apenas horas antes, modus operandi habitual- entre Marruecos y Reino Unido, Alemania y Países Bajos. Las autoridades marroquíes hicieron lo propio con Rusia el pasado día 5 de octubre. La pandemia repunta en las últimas jornadas en los tres países –además, en el Reino Unido se disparan los contagios con la nueva variante del virus- y Rabat no está dispuesto a adoptar más riesgos de la cuenta.
Recordemos que desde el pasado mes de julio Francia, España y Portugal se encuentran en la lista de países de “riesgo elevado” para las autoridades marroquíes. Una decisión que justificó el repunte de la pandemia en el inicio del verano y la aparición de la variante Delta. Figurar en la lista de países de alto riesgo acarrea al viajero la obligatoriedad de presentar una prueba PCR negativa además de un certificado de vacunación (y, para quienes no lo tengan, cuarentena en un centro hotelero marroquí a costa de su propio bolsillo). Lo cierto es que el cierre del espacio aéreo a Alemania, Reino Unido y Países Bajos comienza a poner nervioso a la nutrida comunidad española en el país magrebí.
Teniendo en cuenta que Francia y España son los dos principales mercados emisores de turistas en Marruecos –también los dos primeros socios comerciales-, el perjuicio para el sector turístico, muy golpeado desde que comenzara la pandemia, es evidente. Con la medida en vigor desde hace más de tres meses –la lista no se ha revisado desde el 14 de julio-, queda claro que las autoridades marroquíes anteponen la lucha contra la expansión del virus y sus nuevas variantes a la llegada de visitantes. No en vano, este verano se ha vuelto a suspender –segundo año consecutivo- la Operación Paso del Estrecho.