La conjura de dos dinastías encabezadas por Ferdinand ‘Bongbong’ Marcos y Sara Duterte provocan escalofríos entre los que ansían que tras las elecciones del lunes 9 de mayo salga en Filipinas un Gobierno alejado de la autocracia. El hijo de Ferdinand Marcos, quien entre 1965 y 1986 lideró una dictadura cleptócrata marcada por la brutalidad, la violencia y la corrupción, ha unido su candidatura con la hija del todavía presidente, Rodrigo Duterte, admirador de Marcos, adalid del populismo, de la sangrienta ‘guerra contra las drogas’ y de la corrupción que prometió erradicar. Según las últimas encuestas realizadas a finales de abril, los ‘hijísimos’ y líderes del Partido Federal de Filipinas son los favoritos para llegar al poder con un 58 por ciento en intención de voto.
Se presentan en sociedad con éxito y consolidan su aplastante popularidad por dos motivos: por un lado, que Marcos Jr. Ha cuidado su imagen de hijo de un soberano que recupera el trono de su padre tras su deposición y exilio a Hawái, en lugar de como el heredero de un régimen ilegítimo -mayoritariamente bajo ley marcial- y despiadado, que dejó miles de muertos y un asalto a las arcas del Estado de alrededor de 13.000 millones de euros para financiar sus excentricidades personales. Por otro lado, Sara Duterte aprovecha el rebufo de popularidad de su padre, que deja el cargo con un índice de aprobación del 67 por ciento.
Al otro lado del ring, con un 25 por ciento en intención de voto según los últimos sondeos, se encuentra la candidatura de Leni Robredo. La actual vicepresidenta se presenta como Independiente y representante del sector ansioso por enterrar para siempre los apellidos Marcos y Duterte. Esta letrada de perfil bajo aboga por la democracia constituyente en lugar de por la autocracia de mano dura y ha llevado a cabo una campaña austera, basada en la colaboración de voluntarios ansiosos por cambiar el rumbo del país.
La llaman la ‘explosión rosa’, por el color que ha usado para presentar su candidatura en las coloridas elecciones de Filipinas (el rojo y verde representan a Marcos-Duterte), y tiene un objetivo: unir a la oposición para luchar contra la política dinástica que impera en el país tanto a nivel local como estatal. Vende el fin de la corrupción, el empoderamiento femenino y acabar con la cultura de violencia que ha marcado la pauta durante el mandato de Duterte. Robredo encarna la quimera de una Filipinas participativa y sosegada, alejada del populismo, del ‘amiguismo’ y centrada en diversificar el poder entre las instituciones. Todo apunta a que su visión quedará en nada en estas elecciones.
Uno de los mayores obstáculos que está sufriendo Robredo es la campaña de desinformación que denuncian estar llevando a cabo Marcos y Duterte. Las diferentes plataformas de redes sociales están albergando cientos de publicaciones que han sido vistas y compartidas millones de veces y que forman parte de una cruzada de difamación donde la tildan de “estúpida, de arisca con los votantes y de comunista”, según France-Press. Entrevistas pasadas sacadas de contexto, acusaciones que manchan su reputación como abogada, supuestas falsedades sobre su responsabilidad en la muerte de su marido en un accidente aéreo en 2012 (a través de posts que indican que tuvo otro matrimonio anterior y su pareja también falleció en un siniestro idéntico) o culpada de haber llevado a cabo fraude electoral… el racimo de incriminaciones recuerdan al tipo de publicaciones que florecieron durante la campaña y el mandato de Donald Trump en Estados Unidos. La maquinaria de influencia en redes sociales está siendo agresiva, ya pagó dividendos al actual presidente y ha sido replicada y mejorada por el tándem Marcos-Duterte.
Además, algunos medios de comunicación locales se unen a esta narrativa e incluso claman en sus columnas que no se vote a Robredo, ya que es “una marioneta de EE.UU.”. “En su servilismo a EE.UU., Robredo revertirá los logros del presidente Duterte en el desarrollo de nuestra relación con China -que resultó ser un salvavidas para nosotros, ya que nos suministró las vacunas contra el covid en un período crucial y temprano- y resucitará la postura beligerante de (Benigno) Aquino III (presidente entre 2010 y 2016) hacia la superpotencia emergente”, esgrime el periodista Rigoberto Tiglao.
La geopolítica entra de lleno en las elecciones, ya que lo que verdaderamente quiere el pueblo es una revitalización económica tras las dificultades de la pandemia y un sector importante piensa que para ello la República Popular de China es clave. La contradicción es mayúscula cuando la intención de voto oscila hacia dos de los apellidos más corruptos que han gobernado Filipinas.
El dictador Marcos tenía una gran relación con Ronald Reagan y se marchó a EE.UU. en 1986 junto a su familia en helicópteros de las Fueras Armadas estadounidenses tras ser depuesto del poder. No fue precisamente a China donde se exiliaron con 717 millones de dólares en efectivo repartidos en 22 cajas, con decenas de joyas y de perlas auténticas con un valor indeterminado, con cuatro millones de dólares en gemas preciosas sin engarzar que transportaron metidas en cajas de pañales, con 65 relojes de lujo, con una estatua de oro macizo de un metro de largo cubierta de diamantes y otras piedras preciosas, con 200.000 dólares en lingotes de oro y casi un millón de dólares en pesos filipinos… no fue a China, sino a EE.UU. donde los Marcos llegaron con resguardos de depósitos en bancos estadounidenses, en Suiza y en las Islas Caimán por valor de 124 millones de dólares. La mujer del dictador y madre del actual candidato a la presidencia, Imelda, tenía una colección de 3,000 pares de zapatos de lujo y en un solo viaje realizado en 1983 se llegó a gastar 9.5 millones de dólares en 90 días. “Tuve que arreglarme y ponerme más guapa porque los pobres siempre buscan una estrella en la oscuridad de la noche”, explicó Imelda, tal y como revela un documental sobre su vida.
Algunos analistas afirman que la deuda derivada del saqueo de la familia Marcos no se pagará hasta 2025 (40 años después del fin de la dictadura). Ahora, el hijo del dictador busca limpiar la imagen de su progenitor y a buen seguro garantizará que gran parte de esa riqueza que está en busca y captura deje de estarlo para siempre. La carrera política de ‘Bongbong’ se ha pavimentado con la opulencia de su padre, con las que ha satisfecho los bolsillos de las élites, siempre a costa de un pueblo exprimido y con las manos manchadas de sangre. En su afán por seducir a las nuevas generaciones a través de las redes sociales, de bloggers e influencers, la candidatura Marcos-Duterte busca reescribir la narrativa y formar una ‘Nueva Sociedad’, ignorante sobre las vergüenzas del pasado y alienadas con las mentiras del presente como, por ejemplo, con la promesa de terminar con la pobreza y la desigualdad en el país.
En Filipinas prima la política de dinastías y Sara Duterte no se queda atrás. La Alcaldía de la ciudad de Davao ha estado ocupada por los Duterte desde 1988 hasta 2022, cuando Sara dejó de ser alcaldesa para presentarse a las elecciones presidenciales. Íntimamente relacionados con los denominados ‘escuadrones de la muerte’, los analistas sugieren que hija y padre tienen algo en común: “prefieren el puño de hierro al guante de terciopelo”. Esos grupos violentos torturaban y asesinaban a personas -entre los que también había niños que vivían en la calle- que cometían pequeños crímenes y que estaban relacionadas con el mundo de las drogas. La actual candidata a formar parte del nuevo Ejecutivo de Filipinas llegó a darle un puñetazo en la cara a un sheriff cuando se negó a retrasar la demolición de un barrio marginal.
Ferdinand ‘Bongbong’ Marcos y Sara Duterte encarnan el pasado y, según las encuestas, configurarán el presente de Filipinas. Seguirá triunfando así el sistema de dinastías por encima de los intentos por realizar reformas profundas en esta democracia de la que se benefician las élites y que en 36 años apenas ha podido despegarse de la dictadura.