El experimentado diplomático noruego Dag Halvor Nylander, especialista en representar a su país en procesos de negociación peliagudos como el proceso de paz en Colombia; y ahora en la negociación entre la oposición y el gobierno de Nicolás Maduro en Venezuela, confirmó en su cuenta de Twitter que una delegación de Noruega se encontraba en Caracas el último fin de semana de julio para sorpresa de todos. “Confirmo que diplomáticos noruegos están visitando Caracas con el propósito de actualizarse sobre la situación sanitaria y política del país”, dijo en esta red social.
Unas horas antes, la oposición de Juan Guaidó ya había anunciado que una delegación nórdica les había contactado, pero que rechazaban de plano cualquier tipo de acercamiento con el gobierno de Maduro.
La noticia, en mitad de una pandemia que cada día se recrudece en un país con una profunda crisis económica que está empeorando con la cuarentena, fue un bombazo, porque las negociaciones con el Reino de Noruega como intermediario estaban rotas desde agosto de 2019, cuando según la oposición, Nicolás Maduro se levantó de la mesa porque no quería ceder ante un punto fundamental en la agenda de diálogo: dejar su puesto como presidente de la República para dar paso a un gobierno de transición hasta que se celebrasen unas elecciones presidenciales libres y con garantías.
Por su parte, el gobierno chavista asegura que las negociaciones se rompieron en aquel momento porque Donald Trump impuso nuevas sanciones a Venezuela con el beneplácito opositor.
Entonces, ¿por qué vuelve el equipo negociador al país caribeño justo ahora? ¿Hay algún tipo de avance o atisbo de acuerdo a futuro entre dos sectores que parecen estar condenados a no entenderse jamás y con un agravamiento profundo en sus discrepancias y también en la división interna entre los diferentes partidos y grupos de la oposición?
Para Colette Capriles, politóloga venezolana y observadora tradicional de los procesos de negociación venezolanos, incluido el intermediado por Noruega: “la discreción total es una característica de la forma de trabajar de los noruegos. Por eso es lógico el carácter sorpresivo de su viaje. Esto va a seguir siendo así, pero son unos profesionales y tienen un método muy útil que ellos llaman el “método pendular””, dice en entrevista personal con NIUS.
Según Capriles, este método fue el que usaron para interceder con éxito en el largo proceso de paz colombiano y consiste básicamente en ir consultado a las partes por separado. “Se reúnen con los diferentes actores políticos y hacen una evaluación para proponer una agenda. Tienen una serie de etapas que llaman “etapas de formación de confianza”, y ese es el punto en el que se encuentran en Venezuela. A pesar de la ruptura del año pasado siempre se ha mantenido el diálogo con los bandos”.
La observadora explica que esto no había pasado nunca antes en ningún proceso negociador en Venezuela. Las primeras mesas de diálogo se remontan al año 2014, cuando Leopoldo López era todavía el principal líder opositor, ese fue el año en el que se entregó a la justicia y fue condenado a 13 años de prisión; y continuaron en diferentes escenarios durante todos los años de gobierno de Maduro. Antes de Noruega, el mayor acercamiento se produjo en República Dominicana en los años 2017 y 2018. En aquel momento, las partes estuvieron a punto de llegar a un acuerdo que finalmente no se produjo, y la sensación intramuros fue la de tocar una solución necesaria y definitiva con la punta de los dedos para ver cómo se desvanecía en seguida ocasionando una frustración sin precedentes entre la población venezolana.
Capriles explica que el sistema noruego es diferente a los anteriores “porque antes no había una metodología, un mimo en el proceso. Los encuentros eran siempre cara a cara entre las partes sin haber preparado el terreno; eran desprolijos y sin agenda. Los noruegos han cambiado eso”, afirma. Aunque por el momento el cambio de método parece no haber conseguido los objetivos deseados.
El politólogo y experto en relaciones internacionales, John Magdaleno, se muestra muy pesimista al respecto en una entrevista con este diario: “nada nuevo”, asegura contundente.
“Los noruegos vinieron en una reunión exploratoria por la proximidad de las elecciones parlamentarias del próximo 6 de diciembre; y se produjo una aproximación con las partes para barajar opciones que mejoren las condiciones en las que podría llegar a participar la oposición”, dice.
Algo que, sin embargo, parece muy poco probable, porque un total de 27 países que representan a la mayoría opositora venezolana y con el famoso G4 a la cabeza (Primero Justicia, Voluntad Popular, Acción Democrática y Un Nuevo Tiempo) presidido por Juan Guaidó, acaban de oficializar en un comunicado que no participarán en unas elecciones legislativas que consideran ilegales y que no cumplen con las garantías mínimas democráticas.
Entonces, el proceso de estancamiento parece mayúsculo a pesar de que ambos politólogos confirman que la delegación nórdica se reunió en su visita a Caracas con este sector opositor mayoritario y radical sin que haya trascendido nada al respecto.
Gerardo Blyde, una de las personas que más conoce el proceso desde dentro, porque ha sido negociador por parte de la oposición en las primeras reuniones en Barbados con Noruega como mediador en 2019, y ahora coordina un grupo de estrategia para el G4, explica a este diario que, aunque no está autorizado a dar ningún tipo de información sobre el último encuentro porque, según dice, “ninguna negociación es exitosa si se da de cara a los micrófonos; en este momento no hay ninguna negociación andando, pero estoy seguro que la solución de Venezuela llegará más tarde o más temprano y será mediante un proceso como este, de negociación integral”.
“Mientras tanto”, añade, “todo lo que se haga para lograrla debe ser confidencial. Colocarle focos ahora, cuando no hay aún posibilidades de acuerdo reales, distancia más en el tiempo los resultados”.
Dice bastante sin decir nada y es que se confirma la versión pesimista del asunto mientras el país avanza de bruces hacia unas elecciones más importantes por el fondo que por la forma y por lo que podrían suponer para el cuestionado presidente Nicolás Maduro, que podría recuperar casi sin esfuerzo la disputada Asamblea Nacional, con una oposición al frente hecha a su medida y sin fuerza en la calle ni en la opinión pública.
En los últimos meses, y de cara a los futuros comicios y ante la negativa de los principales partidos opositores a participar en estas condiciones, el Tribunal Supremo de Justicia de Venezuela inhabilitó las juntas directivas díscolas de los partidos Primero Justicia, Acción Democrática y Voluntad Popular para entregárselas a unas nuevas juntas ad hoc provisionales afines al proceso impuesto por el chavismo y dispuestos a participar en las elecciones parlamentarias bajo sus términos.
Maduro está intentado, como siempre, dividir a la oposición y los noruegos se prestan a estas cosas porque cobran grandes sumas de dinero. Con esta estrategia, si Maduro consigue que, al menos dos partidos opositores se presenten a las elecciones, sería una victoria - de nuevo- para él. Aunque por primera vez, esto parece imposible.
Con este panorama y con una población cada vez más empobrecida y tratando de sobrevivir a una pandemia que está agravando la ya devastadora situación de crisis económica que vive el país caribeño, sólo el 11% de los venezolanos afirma que está dispuesto a ir a votar según la última encuesta de Datanálisis, una de las principales encuestadoras de Venezuela, publicada el pasado mes de julio.
Por su parte, para el politólogo John Magdaleno es imposible que la oposición que lidera Juan Guaidó de un giro radical y participe el próximo 6 de diciembre: “No lo harán porque obedecen más a EEUU que a Noruega. La decisión está tomada y se oficializó públicamente en el comunicado que emitieron hace unos días”, asegura.
“Al día siguiente de ese comunicado (se publicó el domingo 2 de agosto), EEUU lo ratificó y lo apoyó. Tengo la sospecha de que de aquí a diciembre veremos nuevos factores externos actuando como operadores definitivos en una transición”.
Es decir, Operación Gedeón 2.0, o la continuación en otros términos (se espera menos chapuzas y más o menos diplomáticos) de la incursión marítima militar frustrada que el pasado mes de mayo un grupo de mercenarios capitaneados por el estadounidense Jordan Goudreau trató de hacer en Venezuela para derrocar al gobierno de Maduro.
Las elecciones presidenciales de EEUU en noviembre, donde Donald Trump, en su peor momento de popularidad por su gestión frente a la crisis del coronavirus, se juega mucho, serán la meta que marcarán semanas previas ajetreadas donde Venezuela es una pieza fundamental en el tablero de la geopolítica de los votos republicanos (y también demócratas).
“Sé que los noruegos se han ido con la sensación de que otra vez vinieron a Caracas sin recoger muchos frutos y que deberán esperar a otra visita para ver si sacan algo”, dice la observadora del proceso Colette Capriles.
El momento, desde luego, no era el mejor. La oferta del gobierno de transición (sin Maduro, pero también sin Guaidó) respaldada por EEUU y que supondría, incluso, un levantamiento parcial de las sanciones económicas, uno de los escollos fundamentales para el chavismo y una de sus principales peticiones en el proceso negociador, no parece una opción para un gobierno cada vez más apertrechado en su autoritarismo político.
Saúl Ortega, diputado del Partido Socialista Unido de Venezuela y presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores de la Asamblea Nacional Constituyente, lo explica a NIUS con claridad. Aplaude la visita de los nórdicos, pero asegura que Venezuela “es un país soberano. Aceptamos los buenos oficios, pero la realidad política es que cualquier acuerdo pasa por la soberanía, la independencia y la autodeterminación como pueblo. Eso para que lo tenga claro Noruega, reymundo y todo el mundo”, sostiene. Se refiere el diputado a la opción, completamente descartable para su sector, de sacar a Maduro transitoriamente del poder. “Eso violaría la Constitución y fuera de ella el pueblo venezolano no reconocerá medidas ni acuerdos”, sentencia.